Capítulo 1
La luz al final del túnel
Traducido por Thornapple
Corregido por DaniR
Editado por AMarauder
Corregido por DaniR
Editado por AMarauder
Nunca he podido creer en las historias sobre ‘la luz al final del túnel’ de las que tantos hablaban, donde después de vivir una experiencia cercana a la muerte, las personas despertaban asustadas, empapadas en un sudor frío, para luego exclamar: “¡He visto la luz!”
Pero aquí estoy, actualmente en eso que llaman ‘túnel’, frente a una luz deslumbrante, cuando la última cosa que recuerdo es que estaba durmiendo en mi habitación. Otros la llamaban la cámara real.
¿He muerto? Si es así, ¿cómo? ¿Fui asesinado? No recuerdo haber perjudicado a nadie, pero el hecho de ser una poderosa figura pública podría darle todo tipo de razones a la gente para quererme muerto. De todos modos…
Ya que no parecía que fuera a despertar pronto, lentamente me dirigí hacia esa brillante luz, ya que no tenía ninguna razón para negarme. El viaje me pareció durar una eternidad; incluso llegué a esperar que un coro de niños me iba a llamar con un himno angelical a lo que creía que era el cielo. Pero en cambio, la visión de todo mi alrededor se convirtió en algo borroso de un color rojizo brillante mientras que un sonido invadía mis oídos. Y cuando intenté decir algo, el único sonido que salía parecía ser un llanto. Y poco a poco las tenues voces se fueron haciendo cada vez más claras hasta que logré distinguir:
“Felicidades, señor y señora, es un niño sano.”
Espera... Supongo que normalmente, después de oír esas palabras en lo único que podía pensar era: ‘Mierda, ¿acabo de nacer? ¿Acaso soy un bebé ahora?’. Pero extrañamente, en lo único que podía pensar era: ‘Así que aquella brillante luz al final del túnel era solo la luz que entraba por…’
Ja, ja… No pensemos mucho más sobre ello. Al evaluar la situación racionalmente, como debía hacer todo rey, notaba que, estuviera donde estuviera, podía entender su idioma. Y eso siempre era una buena señal.
Después de lograr abrir mis ojos lenta y dolorosamente, mis retinas fueron abrumadas por los diferentes colores y figuras. Le tomó un poco de tiempo a mis ojos de recién nacido acostumbrarse a la luz. El doctor que estaba en frente mío, o eso parecía, tenía una cara no muy atractiva, y un largo pelo gris y barba. Podría jurar que sus lentes eran casi tan gruesas como para ser a prueba de balas. Lo extraño de todo era que no llevaba una bata de médico y que no estábamos en la habitación de un hospital. Parecía que había nacido en algún tipo de ritual satánico, porque el cuarto estaba iluminado solo por un par de velas y estábamos sobre una cama de paja en el suelo.
Miré a mi alrededor y vi a la mujer que me había empujado fuera de su túnel. Supongo que lo justo sería llamarla ‘Mamá’. Me tomó un par de segundos reconocer cómo era, y debo admitir que se trataba de una belleza, pero eso podría deberse tal vez a mi vista algo borrosa. Sin embargo, en vez de una belleza glamurosa, sería mejor describirla como una encantadora, en el sentido que parecía amable y gentil, con un particular pelo castaño y ojos marrones. No pude evitar darme cuenta de sus largas pestañas y una nariz respingona que me daba ganas de aferrarme a ella. Estaba impregnada en un amor maternal. ¿Es por eso que los bebés se sienten atraídos hacia sus madres?
Aparté mi rostro y miré hacia la derecha para apenas reconocer a la persona que asumí era mi padre, debido a su sonrisa idiota y unos ojos llorosos que me miraban. De inmediato, me dijo:
“Hola, pequeño Art, soy tu papá. ¿Puedes decir ‘pa-pá’?”
Miré a mi alrededor para ver cómo mi madre y el doctor (a pesar de la dudosa cualificación que parecía tener), desviaban la mirada mientras que mi madre se burlaba:
“Cariño, acaba de nacer.”
Le eché un vistazo más cercano a mi padre y pude entender por qué mi encantadora madre se había sentido atraída por él. A pesar de que parecía que había perdido un par de tornillos por esperar que un recién nacido articulara una palabra de dos sílabas (de la cual le dejaré el beneficio de la duda y creeré que está fuera de sí por la alegría de volverse padre), era un hombre de un aspecto muy carismático con una barbilla cuadrada bien afeitada, que complementaba sus afilados rasgos. Su pelo era de un color marrón grisáceo y parecía recién cortado, mientras que sus cejas eran pronunciadas y penetrantes, extendiéndose como unas espadas que se encontraban y formaban una uve. Sin embargo, en sus ojos tenía una mirada amable, ya fuera por la forma en que sus ojos estaban un poco inclinados al final o por el tono azul profundo, casi zafiro, que irradiaba desde sus iris.
“Hmm, no está llorando. Doctor, creía que los recién nacidos tienen que llorar cuando nacen.” – escuché decir a mi madre.
Cuando terminaba de exami… Quiero decir, observar a mis padres, el aspirante a doctor simplemente se excusó diciendo:
“Hay casos donde el recién nacido no llora. Así que por favor, continúe descansando por un par de días Señora Leywin, y hágame saber si algo le sucede a Arthur, Señor Leywin.”
Las siguientes semanas después de mi viaje fuera del túnel fueron un nuevo tipo de tortura. Tenía poco o ningún control sobre mis extremidades, a excepción de moverlas un poco, e incluso eso me cansaba muy rápido. Me di cuenta también que los bebés tampoco tienen mucho control sobre sus dedos. No sé cómo decirlo, pero cuando colocas tu dedo dentro de la palma de un bebé, no lo agarran porque le gustas, sino que es como cuando te golpeas en el hueso de la risa; es solo un reflejo. Olvidando mis habilidades motoras, no puedo ni siquiera excretar mis desechos cuando quiero. Todavía no era el dueño de mi propia vejiga. Simplemente… Se salía. ¡Aaah…!
Viendo la parte positiva, una de las pocas ventajas a las que felizmente me acostumbré, era cuando mi madre me amamantaba. No me malinterpretes, no tenía ninguna intención oculta en absoluto. Es solo que la leche materna sabe mucho mejor que la leche en polvo y tiene un mejor valor nutricional, ¿vale? Er… Por favor, créeme.
El lugar donde habían hecho la ‘invocación demoníaca’ parecía ser la habitación de mis padres, y por lo que había supuesto, el lugar donde estaba era tal vez un lugar del pasado de mi viejo mundo, cuando aún no se había descubierto la electricidad. Pero mi madre rápidamente me demostró cuán equivocadas estaban mis esperanzas, porque un día curó un rasguño en mi pierna cuando el idiota de mi padre me hizo tropezar con un cajón mientras me daba vueltas. No… No como una curación de una bandita y un beso, sino un fenómeno de curación que venía desde sus manos con una absoluta luz brillante y un leve zumbido.
¿Dónde diablos estaba?
Mi madre, Alice Leywin, y mi padre, Reynols Leywin, al menos parecían ser buenas personas, si es que no las mejores que existían. Sospecho que mi madre era un ángel porque nunca había conocido a una persona tan bondadosa y cálida.
Mientras me llevaba en su espalda en una cinta para bebés, le acompañé a algo parecido a una ciudad. Esta población llamada Ashber era más bien un puesto fronterizo engrandecido, ya que no tenía ni caminos ni edificios. Caminábamos por el sendero principal donde había tiendas en ambos lados con diferentes comerciantes y mercaderes vendiendo todo tipo de cosas, desde las necesidades más comunes y cotidianas hasta cosas con las cuales no podía mover ni una ceja, ¡como armas, armaduras, y rocas… rocas brillantes! Lo más extraño a lo que no podía acostumbrarme era a la gente que portaba sus armas como si fueran bolsos de diseñador. ¡Vi un tipo de alrededor de metro setenta con una gigantesca hacha de guerra que era mucho más grande que él! De todos modos, mi madre seguía hablándome, probablemente para que aprendiera el idioma mucho más rápido, mientras comprábamos las provisiones para el día, intercambiábamos saludos con las personas que encontrábamos o los que trabajaban en los puestos. Por otra parte, mi cuerpo de nuevo se volvía contra mí, y me dormí… Maldito cuerpo inútil.
Sentado en el regazo de mi madre, que me estaba acariciando contra su pecho, escuché atentamente a mi padre, que estuvo recitando un canto por casi un minuto, que sonaba como un tipo de oración a la tierra. Me incliné cada vez más en mi asiento, mientras esperaba algún tipo de fenómeno mágico, como un terremoto que partiera el suelo o que apareciera un golem gigante de piedra. Después de lo que pareció ser una eternidad (créeme, para un recién nacido que tiene la capacidad de atención de un pez dorado, así se sentía), tres piedras del tamaño de un humano emergieron del suelo y se estrellaron contra un árbol cercano.
‘¿Qué diablos… Ha sido eso?’
Agité mis brazos en señal de ira, pero el idiota de mi padre lo interpretó como un ¡GUAU! Y con una gran sonrisa en su rostro dijo:
“¡Tu papá es increíble! ¿Eh?”
No, mi padre era algo más que un buen luchador. Cuando se puso dos guanteletes de hierro, con rápidos y firmes movimientos, que eran sorprendentes para su físico, sus puños eran lo suficientemente fuertes para romper la barrera del sonido, pero al mismo tiempo eran lo suficientemente fluidos para no dejar ninguna abertura, haciéndome dejar caer mi ropa interior (o pañal) de la sorpresa. En mi mundo, podría haber sido considerado un luchador de alto nivel, que podía liderar un escuadrón de soldados, pero para mí, solo era mi padre idiota.
De lo que he aprendido, este mundo parece ser bien simple, lleno de magia y guerreros; donde el poder y las riquezas deciden la posición de cada uno dentro de la sociedad. En ese sentido, no era muy diferente de mi viejo mundo, excepto por la falta de tecnología y la ligera diferencia entre la magia y el ki. En mi viejo mundo, las guerras se consideraban una forma obsoleta de resolver las disputas entre los países. No me malinterpreten, por supuesto que aún habían batallas a pequeña escala y se necesitaban ejércitos para mantener la seguridad de los ciudadanos. Sin embargo, las disputas relacionadas con el bienestar de un país se basaban en combates entre los gobernantes de cada país, limitando el uso del ki y armas de combate cuerpo a cuerpo, o se creaba una batalla simulada entre batallones, donde estaban limitadas las armas de fuego en pequeñas disputas. Por lo tanto, los reyes no eran los típicos hombres gordos sentados en un trono que manejaban todo de forma ignorante. Debían de ser fuertes luchadores para poder representar a sus países.
Bueno, es suficiente de eso. La moneda de este mundo parecía ser bastante sencilla, basándome en los intercambios que ha hecho mi madre con los comerciantes. El Cobre es la moneda de menor valor, siguiéndole la Plata y el Oro. Si bien aún no había visto nada que costara una moneda de oro, las familias normales eran capaces de vivir con un par de monedas de cobre al día.
100 monedas de cobre = 1 moneda de plata.
100 monedas de plata = 1 moneda de oro.
Intentaba perfeccionar todos los días las habilidades motoras de mi nuevo cuerpo, que residían en lo más profundo de mi ser. Pero pronto esa rutinaria situación cambió.