Arco 1 Capítulo 14
Pequeño pajarito III
Traducido por Thornapple
Corregido por Tars y DaniR
Editado por Tars
Corregido por Tars y DaniR
Editado por Tars
“Es un poco estrecho...” – murmuró Desir.
Tras pasar por la puerta de hierro, el pasillo se volvió extremadamente estrecho. Donde estaban parados apenas había espacio para que alguien pudiera pasar. Mejor dicho, la habitación en sí era espaciosa, pero tenían poco espacio disponible para ellos. Los estantes de exhibición alrededor de la habitación estaban bloqueados con mallas de alambre.
‘No se puede evitar, es para asegurarlos.’ – pensó Desir.
Más allá del alambre de púas había un exhibidor de madera con un comerciante de mirada aguda, que se presentó como Ujukun. Sus ojos eran muy delgados y finos, y estaban acentuados por unas pocas hebras canosas. Su rostro estaba cubierto de arrugas, dándole la apariencia de un hombre viejo. Las manos del comerciante reposaban sobre el mostrador y sus dedos golpeaban con nerviosismo, anticipándose a la llegada de sus nuevos clientes.
“A juzgar por la entrada, pareces muy preocupado por la seguridad.” – comentó Desir.
“Nunca se es demasiado precavido.” – respondió Ujukun. – “Naturalmente, muchos ladrones pasan por aquí.” – continuó Ujukun mientras se levantaba sus gafas y dejaba de golpear el mostrador.
El silencio llenó el aire mientras Ujukun observaba al joven sentado frente a él.
‘Va a ser uno complicado.’ – pensó el comerciante. Sus ojos se movieron perezosamente hacia el otro chico y rápidamente reconoció su rostro. – “¿No viniste aquí hace dos días? ¿Tienes algo más para venderme?”
“Al contrario, él está aquí para ver lo que te vendió.” – explicó Desir. La expresión del comerciante se volvió agria, antes de que Desir agregara. – “Por supuesto, esto no es para un reembolso. Lo compraremos de nuevo.”
Ante esas palabras, la cara de Ujukun se iluminó, listo para negocio.
“Si ese es el caso, deberías habérmelo dicho antes.” – entró a un almacén ubicado a su espalda.
Pareció tardar una eternidad hasta que regresó con la espada. La pintura plateada de la espada se había descascarado, revelando años de óxido. Ujukun puso el arma sobre el mostrador.
“Es una inútil espada muy oxidada.” – explicó Ujukun.
“¿El precio serán 90 piezas de bronce?” – preguntó Desir.
“Si fuera una espada, estarías en lo cierto. Sin embargo, esta no es una espada; para un estoque, es un poco grande y ligera.” – dijo Ujukun con una sonrisa de alegría en su rostro.
En ese momento, Desir recordó algo: el regalo que Romántica recibió de Doneta apareció en su mente.
“¿Kemubin...?” – supuso Desir.
“Así es. No es una espada, sino una especie de Komubin. En el espacio vacío dentro de esta espada, un espadachín de linaje guerrero colocaría dentro un regalo para su amante.” – explicó Ujukun con calma.
Cuando Ujukun confirmó las suposiciones de Desir, Pram comenzó a temblar. No se había dado cuenta cuando vendió la espada. Empezó a sudar frío mientras Ujukun continuaba.
“El precio serán 40 piezas de plata.” – dijo con confianza el comerciante. Este era el valor de vida durante un mes para un estudiante de la Academia Hebrion.
“¡Nunca me dijiste nada de esto cuando te la vendí!” – gritó Pram incapaz de permanecer en silencio por más tiempo.
Ujukun sonrió a los bulliciosos jóvenes antes de responder.
“Nunca te mentí. Viniste a venderme una espada, así que valoré tu venta como una espada. Por supuesto, cuando miras esta chatarra oxidada de hierro, es completamente inútil como una espada.”
Pram apretó los puños y los dientes. Estaba furioso, y empezó a insultar al viejo.
“Basta.” – dijo Desir mientras agarraba a Pram por el hombro y lo interrumpía.
“El precio ha subido bastante desde que fue vendida.” – dijo Desir.
Ujukun frunció el ceño y respondió con su propia justificación.
“40 de plata es barato. Si supiera cómo abrir este Kemubin, te cobraría 80 de plata.”
Incluso un Kemubin de alto nivel raramente costaba más de 10 de plata, a menos que tuviera encajes de oro puro. No importaba cómo se viera, no había forma que este objeto costara 40 de plata.
‘Esta espada es definitivamente la razón por la que Pram portaba un estoque.’ – pensó Desir rápidamente tomando una decisión. Si Pram escogía una vez más usar el estoque, 40 de plata sería un precio que valía la pena pagar. – “Lo compraré.”
“¡Señor Desir!” – Pram estaba reacio a que tuviera que pagar el costo de su error, pero Desir ignoró su grito y sacó su bolsa. Contó las piezas de plata y las empujó hacia Ujukun.
“38,39,40. Están todas. Tómala.” – dijo el mercader mirando codiciosamente las monedas que tenía en frente.
Simultáneamente, la puerta de acero se abrió y el Kemubin fue puesto en frente de los ojos de Desir. Levantó el Kemubin y lo giró ligeramente.
‘Como era de esperar, era mucho más ligero de lo que pensaba.’
Desir se detuvo, y se le ocurrió otra cosa.
‘¿Era posible que el Kemubin estuviera vacío? ¿Por qué el mango era de tan buena calidad, pero el resto de la espada era una espada inútil?’
El joven hombre no podía sacarse de la mente el Kemubin.
‘La espada que empuñaba el Pram del futuro tenía exactamente el mismo mango.’
La miró desde diferentes ángulos, sintió los contornos y la observó atentamente. La hoja de hierro oxidada no coincidía en absoluto con el intrincado mango. Mientras Desir bajaba sus manos por la filo de la espada, continuó buscando algún tipo de interruptor. Mientras sentía alrededor de los bordes del mango, una sonrisa apareció en su rostro.
‘Lo encontré.’
Había una pequeña hendidura en el mango de la espada; estaba cuidadosamente escondida por el diseño de la hoja. Mirándolo, parecía ser una simple línea negra mezclada con las vetas de la madera. Si no hubiera visto el Kemubin de Doneta, nunca habría podido encontrarlo.
“Toma la espada, Pram.” – dijo Desir pasándole el Kemubin a su compañero.
“Qué… Pero…” – Pram se quedó sin palabras.
“¿Ves la hendidura en el mango? Inserta tu uña y bájala así.” – insistió Desir.
“Señor Desir. No usaré esta espada.” – respondió Pram. Recuerdos de la traición surgieron desde el interior de Pram. No podía… No. No dejaría que el legado de su padre lo volviera a dañar.
“Pram, esta no es la espada que conocías. Ese era un simple Kemubin.” – dijo Desir, animando a Pram a mirar más de cerca.
“Aun así, es inútil. Es solo un Kemubin vacío.” – respondió Pram. Tomando el Kemubin de Desir, Pram levantó la espada. Había tenido esta espada durante años, y lo sabía. Era simplemente hierro y nada más. Pram miró a Desir disculpándose. – “Es desafortunado que haya gastado 40 de plata para nada, Señor Desir.”
“Si ese Kemubin estuviera vacío, estarías en lo cierto. Sin embargo, la situación es un poco diferente.” – sonrió Desir.
“Esta espada, Kemubin o no, no tiene nada más. Solo pesa la espada de hierro y el mango de madera.” – dijo Pram frunciendo el ceño. Lo que Desir quería no tenía sentido.
“Es solo que no puedes sentirlo. El artículo que lleva dentro no tiene peso.” – explicó Desir.
Pram miró a Desir con duda, como si se estuviera volviendo loco. Su expresión era seria, pero sus palabras parecían una broma.
“No existe tal cosa.” – respondió Pram. No estaba seguro si estaba respondiendo a Desir o trataba de convencerse a sí mismo.
“Si tienes dudas, ¿por qué no la abres por ti mismo?” – preguntó Desir
Pram se mordió su labio. Una pausa incómoda llenó el aire.
“Escúchame, Pram. Confía en mí.” – añadió Desir, haciendo todo lo posible para tranquilizarlo.
Después de un momento de vacilación, Pram insertó su uña en la hendidura. El sonido de los elementos metálicos haciendo clic en su lugar resonó por la tienda. Al mismo tiempo, el mango se soltó de la hoja de hierro. Ahora, liberada de su prisión oxidada, la espada emergió del Kemubin, dando un resplandor luminoso.
“Blanchume.” – murmuró Desir.
“B… ¡¿Blanchume?! ¡Eso es imposible!” – exclamó Ujukun.
El Blanchume era precioso y los espadachines de todo el mundo lo codiciaban tras escuchar la leyenda sobre sus propiedades. Las armas y armaduras forjadas con este metal eran irrompibles. Además, el Blanchume casi no tenía peso. Era por eso que Pram había pensado que el Kemubin estaba simplemente vacío.
Pram no se atrevía a apartar sus ojos del resplandor luminoso del estoque. Nunca había pensado que la desgastada y oxidada espada se transformaría en una espada brillante que codiciarían veteranos con docenas de años. No se atrevía a decir una palabra ante el miedo de que todo fuera un sueño.
‘En el Laberinto de las Sombras, esta era la espada exacta que Pram usaba.’
Al mismo tiempo en que Desir estaba satisfecho con su decisión, dentro de la tienda se produjo un inquietante silencio. Se podría cortar la atmósfera con un cuchillo.
“Abre la puerta, nos vamos.” – ordenó Desir. Sus negocios con Ujukun ya habían terminado.
En ese momento, la espada del gigante se estrelló hacia la cabeza de Desir. El frío acero estuvo a unos centímetros de quitarle la vida.
“Eso es sucio de tu parte.” – rio Desir.
“Entrega esa espada.” – exigió Ujukun.
Desir quería reírse de la avaricia del mercader.
“No pongas excusas ahora que hemos terminado. Lo que vendiste era un Kemubin. Pagué el precio. Nuestra transacción ya ha terminado.” – dijo Desir de forma descortés.
“Si hubiera sabido que era Blanchume, nunca lo habría vendido.” – explicó Ujukun. La cara de Ujukun puso una mueca de dolor ante la idea de perder un objeto tan valioso.
“Si mi amigo hubiera sabido que era un Kemubin, tampoco lo habría vendido.” – respondió Desir. Basado en el tono de voz de Ujukun, el tiempo de las cortesías ya se había acabado. – “Es exactamente lo que tú hiciste.” – continuó Desir. Mirando fijamente al mercader, que no podía mirarlo a los ojos. Ujukun no podía responder a eso. Se estaba burlando de su propia lógica.
Cuando Desir dio otro paso hacia la puerta, el gigante levantó su alabarda hacia el cuello de Desir. Por primera vez, el enorme tipo abrió la boca.
“Dueño… Dijo… Detener. Detente.”
“¿Realmente vas a llegar tan lejos…?” – preguntó Desir.
“Deberías hacerlo mientras te lo pido amablemente.” – dijo Ujukun. Todo su carisma mercantil había desaparecido mientras desbloqueaba un conjunto de rejas de hierro justo detrás de él.
Al mismo tiempo en que se movía detrás de las rejas que lo separaban de los jóvenes, fijó su mirada en el chico que le había vendido el Kemubin. Aunque era capaz de pensar racionalmente, Ujukun no hacía la vista gorda ante los acontecimientos que ocurrían en pos de su avaricia. Haría todo lo posible por un objeto hecho de Blanchume.
‘Bueno, revelé que estaba hecho de Blanchume en frente de él, pero no esperaba que pasara esto.’ – pensó Desir rascándose cabeza.
Los ojos de Ujukun se volvieron fríos mientras hacía un movimiento de cortar sus gargantas con su mano. El leal bárbaro no dudó. Dio grandes pasos hacia Desir y no pasó mucho tiempo hasta que cubrió todo su campo de visión. Sin embargo, después de cinco pasos, el gigante se detuvo. Pram se interpuso estoicamente en su camino.
“No quiero pelear, pero si te acercas más…” – dijo Pram levantando su estoque en perfecta forma, preparándose para dar una embestida en cualquier momento. Sus caderas estaban bajas, y cada músculo de su cuerpo estaba listo para responder. El pequeño cuerpo de Pram contrastaba con su aura explosiva. Sus labios estaban fruncidos, analizando los movimientos del gigante. – “Ni siquiera yo te perdonaré…”
Al oír la amenaza del niño, el gigante rugió de disgusto. Los músculos del bárbaro se tensaron mientras blandía su arma. La alabarda y el estoque chocaron.
“¡Oraaaaa!” – gritó el gigante.
Al fingir un golpe de espada, lanzó un puño a Pram desde el otro lado. Luchaba como un verdadero guerrero del Norte, mezclando las destrezas con la espada y un estilo de combate cuerpo a cuerpo. Pram se encontraba contra la pared. Sin dudarlo, rodó hacia un lado para evitar el ataque. La pared de madera se derrumbó bajo el peso del puño del gigante. El bárbaro escupió enfadado mientras se sacudía las astillas que se habían incrustado en su brazo izquierdo. Si Pram no se hubiera movido inmediatamente, su cabeza habría estallado como una sandía. El monstruo emitió un grito gutural, desatado por el frenesí de ataques de Pram. El estudiante, ahora equipado con su legendario estoque, estaba poniendo su peso sobre el pie trasero preparado para atacar de forma imprudente.
Las espadas chocaban en la tienda, en un lado se peleaba con una furia desenfrenada y en el otro con vigor seguro. El gigante no mostraba signos de detener su ataque, y el estoque era incapaz de detenerlo, por lo que Pram solo podía esquivar la hoja por los pelos. Una fracción de segundo de retraso por alguna indecisión le bastaría para llevarlo a su fin. A medida que seguía la batalla, Pram comenzó a esquivar, parar y bloquear todos sus ataques.
El gigante se tensó. Con el ritmo actual, sin duda perdería el duelo. Sus ataques se volvieron más agresivos y aterradores. Cuando Pram intentó dar un paso al costado para el siguiente ataque, el enemigo redujo la distancia con una sola zancada, la distancia era demasiado corta. La alabarda bajó como una guillotina. Un golpe vertical sin tener un lugar donde escapar.
“¡Kuarrrgh!” – la gigantesca figura rugió triunfante.
El feroz golpe había golpeado el cuerpo de Pram.