Volumen 2 Capítulo 58
Por la gente II
Traducido por Tars
Corregido por Zura
Editado por Tars
Corregido por Zura
Editado por Tars
Un sacerdote de Artemisa se indignó por la propuesta de Desir.
“¿Llamas a esto un plan? Es una rebelión. ¡Es traición!”
"Padre" – dijo Ajest, interviniendo. – “No interrumpas al Señor.”
El sacerdote miró a Ajest con ojos asesinos. Quería decir más, pero guardó silencio. Fue un respiro momentáneo, el mismo tipo de paz que experimentaron la noche anterior cuando Desir pidió más tiempo para resolver el problema de los vagabundos.
Eyulan y el sacerdote miraron a Desir. Querían que su grupo supiera que no estarían de acuerdo con este curso de acción y que estaban listos para irse en cualquier momento.
“Entonces, esencialmente me estás pidiendo que provoque una rebelión.” – dijo el Señor. Incluso en esta situación extremadamente tensa, solo estaba concentrado en Desir. – “¿Eres consciente de quién soy?”
“Eres el señor que gobierna la región de Evernatten." – respondió Desir.
“No mi nombre, sino mi pasado.”
Wilhelm Evernatten, el héroe caído.
Como cardenal, logró grandes logros al liderar a su orden de caballeros contra el Mundo de las Sombras. Y, antes de ser cardenal, fue un caballero que había dedicado su vida al reino.
“He comprometido mi vida al Reino Santo y me estás diciendo que, para salvar ese reino, ¿debería comenzar una rebelión?”
Wilhelm obtuvo el máximo rango, capitán, dentro de la orden de caballeros. No había ninguna duda sobre su lealtad hacia al reino.
‘Pero…'
Desir notó que el Señor no rechazó su propuesta de plano. El contenido de una conversación puede variar por completo dependiendo de los pequeños detalles. Y este era el caso de esta conversación.
Wilhelm no estaba lanzando acusaciones, sino que hacía preguntas sutiles para evaluar su reacción.
‘Ya sabe que hay un problema mayor.’
Este era un hombre que una vez ocupó un puesto alto dentro del Reino Santo: Cardenal.
Sería extraño que una persona con tal rango no fuera consciente de los problemas que enfrenta el reino.
‘Pero no puede actuar debido a su juramento.’
Wilhelm no pudo perseguir los ideales que valoraba debido a sus obligaciones con el reino. Desir preparó mentalmente su respuesta. Era hora de ayudar a Wilhelm Evernatten a darse cuenta de lo que realmente estaba buscando.
“Creo que tenemos que dejar una cosa clara. ¿Qué fue lo que hizo que prometieras tu vida y tu espada al reino? Le imploro que reflexione sobre esa causa.”
Desir ya sabía la respuesta, incluso sin escuchar a Wilhelm hablar.
Este era un hombre que había aceptado a los vagabundos poniendo en riesgo la paz y la seguridad dentro de su propio territorio. Actualmente, los habitantes del Reino Sagrado sufrían bajo la ideología corrupta de la iglesia. Fueron expulsados de sus hogares y conducidos a las tierras de hielo.
“Si el Señor originalmente levantó su espada por el bien de la gente, entonces tendría sentido que lo hicieras una vez más por el mismo motivo.”
Desir usó toda la información que había reunido sobre Wilhelm y elaboró con cuidado una frase que golpearía directamente en el corazón del Señor.
‘Mi vida y mi espada fueron originalmente para la gente…’
Las palabras de Desir empezaban a afectar a Wilhelm.
“Desde el principio, siempre he defendido a la gente. Haré cualquier cosa por su bienestar. Esta es mi única convicción verdadera.”
Los ojos de Wilhelm se iluminaron, reflejando las llamas ardientes de la chimenea.
“Sabiendo esto, todavía cuestiono tu propuesta. ¿Ir a la guerra es de verdad por la gente? Desir, la guerra causa sufrimiento a innumerables inocentes.”
Desir no podía negar esto. A pesar de lo bien que lo expresó, al final aún era una llamada a la guerra.
“Es posible que comenzar una guerra, en lugar de permanecer callados, pueda causar más sufrimiento a las personas. Contéstame a esto, Desir. ¿Qué harás por los que se verán envueltos en la guerra? ¿Y su sufrimiento? ¿Puedes estar tan seguro de que la guerra es el mejor curso de acción?”
Independientemente de los políticos que lo rodeaban, los que más sentirían los efectos de la guerra serían las personas. Habría que reunir hombres y suministros para prepararse para la batalla, lo que significaría que las familias serían separadas y que muchas personas pasarían hambre.
Incluso si se decía que la guerra era por el pueblo, serían las personas las que tendrían que pagar el precio de sufrirla.
“P… ¡Pero Señor!” – dijo Romántica, en ese instante, dando un paso adelante.
“Los vagabundos no deben decir nada.” – la interrumpió Eyulan de inmediato.
El cuerpo de Romántica se estremeció ante la mirada de Eyulan, pero el caballero estaba tranquilamente concentrado en su señor.
“En ese caso, ¿puedo decir lo que pienso?” - dijo el Capitán de los Caballeros, Ajest, dando un paso al frente.
Al verla, su Señor asintió como respuesta.
“Si las personas son arrastradas a una guerra, pueden sufrir más o menos que lo que están padeciendo en estos momentos. Sin embargo, si permitimos que esto nos impida actuar, el sufrimiento de las personas definitivamente empeorará con el tiempo. El momento de tomar una decisión es ahora, mi Señor.”
“Mmm…”
“Además…” – continuó Ajest. – “La razón por la que el número de vagabundos ha crecido tanto es porque la iglesia de Artemisa ha estado tomando a muchas personas para usarlas como sacrificios.”
Era obvio para todos porque la iglesia había empezado de repente a requerir una gran cantidad de sacrificios.
“Debe significar que se aproxima un juicio muy peligroso.”
Desir se sorprendió de que el Señor fuera consciente de este hecho, pero Ajest llamó su atención con un gesto. Si se miraba con calma, era Ajest la que había sacado a la luz esa ida. No podía perder esa oportunidad.
‘Bien hecho, Ajest.’ – pensó Desir, mientras aprovechaba de inmediato la oportunidad.
“Podría ser un juicio que podría afectar a todo el Reino Santo y tal vez no haya nadie allí que pueda lidiar de forma adecuada con él.”
Desir estimó que el inminente Mundo de las Sombras era el Mundo de las Sombras de Grado 1. Incluso si reunían toda la fuerza que fueran capaces, no habría ninguna garantía de que pudieran repeler un Mundo de las Sombras de esa magnitud.
“El reino no podrá luchar contra él y será tragado si nos dedicamos a perder el tiempo.” – dijo Desir, con convicción. El Mundo de las Sombras llevaría a la muerte de cada ser dentro del Reino Santo, un destino incomparable al sufrimiento causado por una rebelión.
“Caballero Eyulan, ¿qué te parece?”
“No estoy de acuerdo con la premisa en primer lugar.” – dijo Eyulan, con un toque de disgusto en su voz. – “Incluso si empezáramos una guerra, será en vano. No creo que ninguno de los territorios sea rival para la Ciudad Santa en el campo de batalla. Aunque los soldados de nuestro territorio son de la mejor calidad, no veo casi ninguna posibilidad de victoria si tenemos que luchar contra la Ciudad Santa.”
Incluso con sus modestos números, Evernatten era solo un territorio de tamaño medio, mientras que la Ciudad Santa era la capital de toda la nación. La diferencia de tamaño era tan grande que se hacía insuperable.
“Recibí noticias de otro señor ayer.” – dijo Wilhelm – “Fue una carta en la que me proponía que asumiéramos la Ciudad Santa juntos. Por supuesto, incluso si unimos fuerzas, no mejoraría nuestras posibilidades de éxito.”
Una pista.
El Señor les estaba dando una pista de que existían otros señores que apoyaban la idea de una rebelión. Tenía que haber algunos que estaban descontentos con la Ciudad Santa. Algunos, como Wilhelm, podían convertirse en los campeones de la gente, mientras que otros pueden tener la preocupación de que las acciones de la Ciudad Santa afecten a la seguridad de su territorio.
Pero la motivación específica para cada señor no era importante, lo único que importaba era la fuerza militar que tenían disponible. Si todos esos señores se juntaban, la mano de obra no sería un gran problema.
Wilhelm también tenía que ser consciente de esto, pero su tono indicaba que todavía se sentía culpable tomando esa decisión. Si ese era el caso, ahora estaba en manos de Desir ayudarlo a aliviar su carga.
“Tenemos el apoyo de la gente, mi señor.”
“¿El apoyo de la gente?”
“Está bien. A pesar del daño que han causado a nuestra tierra, aceptamos de buen grado a los incontables vagabundos que se vieron desplazados desde la Ciudad Santa. Solo ese acto justifica la rebelión.”
Esa sería una línea de razonamiento que Desir no habría podido producir si los vagabundos hubieran sido expulsados de Evernatten.
“Si nos convertimos en una chispa y hacemos que las personas tomen conciencia de las siniestras acciones de la Ciudad Santa, entonces los señores de otros territorios seguramente nos apoyarán.”
Los señores feudales que estaban al tanto de la situación dentro de la Ciudad Santa, pero no estaban dispuestos a tomar medidas, seguramente se unirían detrás del Señor de Evernatten si tomaba la iniciativa.
“Además…” – continuó Desir. – “Todo esto es porque hemos aceptado a los vagabundos que escapaban de la Ciudad Santa.”
Wilhelm había aceptado a todos los vagabundos que habían sido expulsados de otros territorios.
“La Ciudad Santa ha ido demasiado lejos con sus siniestras acciones. Con el apoyo de la gente, ¿qué señor no se uniría para apoyar nuestra causa? Tenemos al famoso héroe de Evernatten, una causa plenamente justificada para corregir las fechorías del Reino Santo, y la urgencia de detener el Juicio. La rebelión es el mejor curso de acción que puedo proponerle, mi señor.”
Desir terminó su discurso y volvió a su asiento con la cabeza agachada. Había dicho todo lo que quería decir y había hecho todo lo que podía. Todo lo que quedaba era que el señor decidiera que iban a hacer.
Al mismo tiempo, el sacerdote estaba sollozando, mientras que Eyulan se frotaba la frente ansiosa. Pero Desir estaba enfocado únicamente en su Señor, observándolo en silencio.
El fuego de la chimenea crepitaba, asegurando a todos que el tiempo no estaba congelado, sino arrastrándose a un ritmo dolorosamente lento. Al final, se tomó una decisión.
“Caballero Pram.”
“Si mi señor.”
“Envía una misiva a todos los caballeros de cada región. Desir, prepara una carta para cada uno de los señores. Que todos sepan que ya no podemos quedarnos sentados sin hacer nada y observar las siniestras acciones de la Ciudad Santa por más tiempo. ¡Que se proclame que no podemos seguir por más tiempo las ordenes de la incapaz Iglesia de Artemisa!”
El héroe caído había recuperado su noble corazón y había tomado la espada una vez más.
El estado de Wilhelm Evernatten ha cambiado.
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El título del héroe singular ha cambiado a héroe épico.
Ahora será conocido como el emperador Wilhelm Ludwig Evernatten.
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Has completado con éxito la misión: Los vagabundos
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Has determinado con éxito la raíz del problema de los vagabundos y has presentado una solución.
Es probable que hayas encontrado un camino que evite la caída de la ciudad santa y que este héroe sea capaz de eliminar toda la podredumbre que habita entre sus muros y juzgar todas las viles acciones.
Podría ser que, si la Ciudad Santa evita la ruina, pueda actuar como un escudo contra todos los juicios futuros, incluso los de hoy en día.
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Has completado con éxito la misión principal: La supervivencia de Evernation
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