Capítulo 359
Diario del superviviente.
Traducido por Tars
Corregido por Noe
Editado por AMarauder
Corregido por Noe
Editado por AMarauder
Ubicada en el distrito oeste de la Ciudad de Boulder, la Calle 97 era un lugar en que las aguas residuales se desbordaban, el aire estaba contaminado y los precarios edificios de viviendas estaban hacinados. Los vecinos lo denominaban el Nido de Cuervos.
Debido a su proximidad a la gigantesca muralla, sus habitantes solo podían disfrutar del sol desde la mañana hasta el mediodía. Al atardecer, sus calles quedaban envueltas en la sombra de la enorme construcción. Objetivamente hablando, si uno ignoraba la falta de luz solar, la vida allí era mucho mejor que en los barrios marginales del otro lado de la muralla.
La mayoría de las personas que vivían allí eran trabajadores de las fábricas cercanas. A menos que fueras un habitante de la zona, pocas personas estaban dispuestas a acercase. Prácticamente no había entretenimiento y casi nadie querría abrir una tienda entre tanta gente pobre.
Quienes tenían trabajo tendían a hacerlo en jornadas de 16 horas. A menudo se desplomaban sobre la cama nada más llegar a casa. Los que no tenían nada que hacer, podían pasarse todo el día sin siquiera probar una cerveza. Nadie malgastaría una ficha. Pero había excepciones.
En el límite con la zona industrial, había una taberna llamada Madera de Nogal. Su icónico letrero era una pila de barriles vacíos de madera de nogal en el exterior del local. Esos barriles no eran grandes; pero se podían usar como mesas o bancos; incluso para la higiene personal.
Los trabajadores que terminaban su jornada laboral a veces pasaban por allí, sacaban una ficha que les daba su capataz, tomaban una jarra grande de cerveza barata y se olvidaban de sus problemas antes de volver a casa. Algunos trabajadores desempleados también pasaban allí todo el día.
Aunque el dinero escaseaba, poder oler la cerveza o degustar algunas bocanadas de humo de segundo mano les bastaba. Era mucho mejor que quedarse en casa y escuchar a sus esposas suspirar, quejándose de que su vida era insoportable.
Con el paso del tiempo, como casi ningún mercenario venía por aquí, y los viajeros y comerciantes del exterior evitaban el distrito occidental, este lugar se convirtió en el club de los trabajadores de la Ciudad de Boulder. No solo bebían, sino que también se reunían en pequeños grupos para discutir asuntos familiares o escuchar nuevos chismorreos. Especialmente chismes de la zona industrial. Lo que más esperaba esa gente era escuchar noticias sobre una fábrica que necesitaba trabajadores, aunque ese tipo de noticias no había sucedido desde hacía mucho tiempo.
“¿Qué tal si nos convertimos en mercenarios…?” – dijo de repente un trabajador desempleado y desaliñado.
Un compañero de trabajo que fue despedido de la fábrica de conservas lo miró fijamente.
“¿Alguna vez has manejado un arma?”
“No, pero he oído que no es tan complicado. Solo hay que quitar el seguro, apuntar, apretar el gatillo y lanzar los fragmentos de metal incandescente a la cabeza de una trituradora.” – añadió el trabajador desaliñado, haciendo al mismo tiempo un movimiento de disparo con una escoba que estaba a apoyada junto a un cubo de madera. – “Ves, así de sencillo.”
Una carcajada estalló entre la multitud.
“La Marea no llegará hasta el año que viene. Ahora es verano, y lo más probable es que tus oponentes sean depredadores.”
“Oí que la caravana Liszt está reclutando. Planean abrir una nueva ruta comercial desde aquí hasta el Gran Valle de la Grieta.”
“Gran Valle de la Grieta… Escuché que está en la parte más septentrional de la Provincia del Valle del Río.”
“Eso está bastante lejos.”
Junto al marco de la puerta se encontraba reunido un grupo de trabajadores que se turnaba para fumar una colilla de cigarrillo casi consumida. Spielberg no pudo resistir la tentación de dar otra calada y, al notar que todos lo miraban, rápidamente le ofreció su cigarrillo al siguiente amigo.
“A propósito, ¿por qué no hemos visto a Kent últimamente?” – dijo de repente Pick, tras tomar la colilla con el brazo vendado.
“No lo sé. No lo he visto desde que nos llevó a rodear el Ayuntamiento. Pero, claro… ¡ver a esos cretinos bien vestidos palidecer de miedo fue tan condenadamente satisfactorio!”
“Ojalá pudiéramos hacerlo de nuevo.”
De todos modos, no tenían nada mejor que hacer, así que ninguno tenía problemas con armar un escándalo en la calle si podía hacerles ganar algo de dinero. Justo en ese momento, el corpulento dueño de la taberna salió del almacén contiguo, cargando una enorme caja de madera. Su nombre era Tang, una palabra muy corta en el idioma de la federación, de solo una sílaba.
“¿Cuánto tiempo pensáis perder aquí? ¿No podéis encontrar trabajo si andan cortos de dinero?” – se quejó, al ver a ese grupo de holgazanes.
El desempleado que fumaba, se rio.
“Nosotros también queremos trabajar. ¿Necesitas un limpiador, un conserje o un camarero? ¿Qué tal un manitas?”
Tang se rio entre dientes.
“¿Por qué iba a contratar a un grandullón sin pecho ni trasero para hacer chapuzas?”
Otro hombre corpulento levantó la mano.
“¿Y si buscamos mejor una propietaria? Estoy a favor.” – bromeó.
“Vete a la mierda.” – maldijo Tang.
Últimamente, la taberna Madera de Nogal tampoco lo estaba pasando bien. El número de pobres no dejaba de aumentar; incluso se pasaban las colillas de los cigarros, por no hablar de sacar una ficha para comprar bebidas.
Spielberg se dio cuenta de repente de que la chica que solía servir las bebidas y el joven que hacía trabajos ocasionales ya no trabajaban en la taberna. Ahora incluso el trabajo físico lo hacía el propio jefe. En el pasado, a esta hora ese gordo estaría sentado detrás de la barra durmiendo la siesta y holgazaneando. En ese momento, Spielberg notó la caja de madera que tenía entre las manos y la pila de papeles de su interior.
“¿Qué es esto?” – preguntó, curioso.
“El Diario del Superviviente.” – resopló Tang, llevándolo a la taberna con dificultad.
‘¿Diario del superviviente?’
El desconcertado grupo intercambió miradas; jamás habían escuchado ese nombre. Por supuesto, podría ser porque no leían periódicos. La mayoría de los trabajadores sabían leer y escribir, pero solo podían reconocer unos pocos caracteres, los suficientes para comprender los manuales de las máquinas y los anuncios de empleo. Los trabajadores que podían permitirse comprar un periódico no tenían tiempo para leerlos. Leer libros y periódicos era un lujo reservado para las élites de oficina.
“¿Cuánto cuesta esto?”
“Es gratis. Puedes leerlo, pero no puedes llevártelo.” – dijo Tang con impaciencia.
Estos periódicos fueron proporcionados de forma gratuita por el Diario de Supervivientes, junto con una caja de Nuka Cola cada mes… Como no ocupaban mucho espacio y podían servir de pasatiempo para los alcohólicos, los trajo de regreso, guiándose por el principio: ¿Por qué no aprovechar una ganga?.
“¿Gratis?”
Todos quedaron atónitos al oírlo.
“¿Existe algo tan bueno?”
Lo que les resultaba aún más increíble era que esas palabras salieran del tacaño del dueño de la taberna. Spielberg se acercó, tomó un periódico de la caja de madera y lo desplegó. Piqué, que seguía fumando, tiró la colilla apagada y se unió al grupo para observar.
“……”
“Las negociaciones entre el Ayuntamiento y las autoridades de la Nueva Alianza avanzan sin problema. El préstamo de 200.000.000 de fichas buscará una situación beneficiosa para ambas partes… ¿Qué significa eso de beneficiosa para ambas partes?”
“¡Solo quiero destrozar las fábricas de la Nueva Alianza! ¡Tirar toda su chatarra desde la gran muralla!”
“Pero ser su acreedor tampoco parece ser algo malo… La fábrica textil Kate ha vuelto a abrir; el periódico dice que recibieron un pedido por un valor de 1.000.000 de fichas.”
“Elisa ha perdido a su gata sureña de pelo corto. Si alguien la ve, por favor, contacte con la dirección que aparece el periódico. Recompensa: 25 fichas… Elisa… Ese nombre me suena.”
“Ya me acuerdo… ¡Es la hija pequeña del presidente del banco, Malvern!”
En la Ciudad de Boulder no había industria del entretenimiento, y mucho menos celebridades. La bailarina principal de la Reina de la Noche y las familias de los dignatarios eran objeto de los chismes de la mayoría de la gente común. Todos conocían al presidente Malvern; al fin y al cabo, la Ciudad de Boulder solo tiene un banco. Al oír ese nombre, todos salieron de su ensimismamiento, con los ojos llenos de envidia.
“Es la hija del presidente…”
“Quien se case con ella tendrá la vida resuelta.”
“Deja de soñar, aún no es de noche.”
“25 fichas por encontrar un gato… ¡es suficiente para 25 kilos de crema nutritiva! ¿Acaso les sobra el dinero?”
“No sabes nada. ¡Para ellos es calderilla!”
“Ah, qué bien se vive siendo rico…”
La multitud se reunió alrededor del periódico y discutió animadamente. Aunque la recompensa de 25 fichas era tentadora, nadie se puso a buscarla. La Ciudad de Boulder era muy grande, ¿cómo iban a encontrar un gato? Por no mencionar que ni siquiera sabían si el gato seguía dentro de la muralla.
La multitud discutía animadamente los cotilleos, pero la atención de Spielberg estaba fija en la última línea del periódico.
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‘¿Un periódico al servicio de todos los supervivientes? Mm. Interesante.’
Aunque todos eran supervivientes y vivían en el mismo páramo, Spielberg podía sentir vagamente que todos eran diferentes. Algunos nacieron con una cuchara de plata, mientras que otros nacieron para vivir como cucarachas.
Por ejemplo: Elisa. ¿Qué tenía que ver el páramo con ella? Probablemente ni siquiera había visto crema nutritiva, y mucho menos la había probado. Después de dudar un momento, Spielberg tomó prestado un bolígrafo del jefe y escribió en la parte inferior del periódico.
“Estamos muy interesados en saber lo que hace el Ayuntamiento.”
“El gato de la hija del presidente me frustra. Cuando aún tenía trabajo, 25 fichas equivalían a 10 días de salario.”
“Ojalá publicaran más información sobre empleos… Les deseo un buen día.”
Tras escribir esas palabras, le devolvió la pluma al tabernero. En ese momento, Spielberg recordó que el periódico mencionaba que se podían canjear 10 botellas vacías de Nuka Cola por un periódico para llevar a casa.
No pudo evitar pensar que tal vez debería ir a la calle de las tabernas a recoger botellas vacías cuando oscureciera. Aunque fuera para cambiarlas por un periódico para que su hijo aprendiera a leer, al menos no parecería que había desperdiciado todo el día…
* * *
Spielberg no fue el único que pensó así. En los últimos días, aparecieron varios recolectores en los alrededores de las tabernas de la Ciudad de Boulder, recogiendo botellas vacías.
10 botellas vacías de Nuka Cola podían canjearse por un ejemplar del Diario del Superviviente. Y aunque no se usase para leer, podría llevarse a casa para servir de mesa o cubrecama.
En cuanto al origen del Diario del Superviviente, nadie le prestó atención. Al fin y al cabo, acaba de publicar el primer número y su visibilidad era mínima. Tan baja que ni los dueños de las fábricas, ni los líderes de los gremios de comerciantes, ni los funcionarios de la Ciudad de Boulder se dieron cuenta…
Esa noche.
El presidente Malvern regresó a su lujosa mansión en la zona exterior de la ciudad con una expresión radiante. Las negociaciones con la Ciudad del Amanecer transcurrieron sin contratiempos; el alcalde presentó una impresionante lista de compras, que incluía una gran cantidad de materiales de construcción, textiles y alimentos.
Crearía al menos 50.000 puestos de trabajo en la Ciudad de Boulder, solucionando los problemas de alimentación y vestimenta de casi 100.00 personas. Para estas fechas del año próximo, ¡el PIB de la Ciudad de Boulder alcanzaría un nuevo récord!
Los intereses pagados por la Nueva Alianza y las materias primas que llegarían desde los suburbios del norte… ¡revitalizarían las fábricas de la zona industrial. Pero lo que más agradó a Malvern fue que muchas fábricas habían empezado a solicitar préstamos a su banco. Si algunas personas estaban dispuestas a pedir dinero prestado para consumir, otras estarían dispuestas a pedirlo para expandir la producción. Su banco podía obtener ganancias de ambos lados. ¡Y prácticamente sin riesgo de impagos!
La Ciudad de Boulder había entrado en un nuevo ciclo; ¡parecía vislumbrar el amanecer de la recuperación económica!
“Parece que hoy estás de buen humor. ¿Pasó algo?” – preguntó su esposa, quitándole el abrigo.
“Por supuesto.” – dijo Malvern con entusiasmo. – “Tras días de negociación, finalmente se llegó a un acuerdo. El representante de la Nueva Alianza firmó el trato a regañadientes, ¡pero nuestra relación con la Nueva Alianza ahora entrará en una nueva etapa!”
Aunque las negociaciones estuvieron llenas de giros y vueltas, gracias a su inteligente actuación en la mesa, controló firmemente el ritmo de las negociaciones, obligando al representante de la Nueva Alianza a hacer concesiones y llegar a un acuerdo.
“Pero… ¿de verdad está bien prestarles dinero a esos paletos?” – preguntó su esposa con cierta preocupación.
A sus ojos, quienes se encontraban del otro lado del gigantesco muro eran mercenarios vulgares, carroñeros harapientos o depredadores. Le costaba confiar en ellos. Incluso una sola mirada le erizaba la piel y la producía una sensación de malestar físico.
Malvern sonrió con confianza.
“¿Qué podría salir mal? Tienen minas de cobre, tierras de cultivo y vastos bosques… Incluso espero que esos paletos pidan más. La deuda los convertirá en nuestros esclavos, lo cual es mucho más eficaz que los grilletes.”
En ese instante se dio cuenta del periódico sobre la mesa. El titular de la primera página del periódico anunciaba que las negociaciones avanzaban sin contratiempos. Malvern arqueó las cejas con curiosidad. Las negociaciones acababan de terminar hoy; los representantes de la Nueva Alianza habían firmado a regañadientes el acuerdo de préstamo hacía apenas 2 horas, y ninguna de las partes había tenido siquiera la oportunidad de anunciarlo oficialmente. ¿Cómo pudo saber un panfleto insignificante que se llegaría a un acuerdo hoy? Pero era bastante preciso. No podría haber sido impreso hace unas horas…
“¿Qué es esto?”
“Diario del superviviente.”
Elisa, sentada en el sofá, acariciaba suavemente al gato que tenía en sus brazos. Al oír la pregunta de su padre, levantó la vista y le respondió con voz suave.
“¿Estamos suscritos a este periódico?” – preguntó Malvern, desconcertado.
Elisa negó con la cabeza suavemente.
“No, pero este periódico me parece bastante interesante… ¿Te acuerdas que perdí un gato?”
Malvern no podía recordar cuál era; su hija tenía demasiados gatos. Pero al ver que su padre parecía haberlo olvidado, Elisa continuó con voz suave y amable.
“Me dijiste que le habías ordenado al mayordomo que pusiera carteles avisando de que se había perdido en las tabernas de la ciudad y que seguro que un mercenario lo traía pronto de vuelta.”
“Me suena… ¿Y qué pasó?” – preguntó Malvern, avergonzado. Parecía que nadie había encontrado al gato y había roto la promesa que le había hecho a su hija.
Sin embargo, la sensata Elisa no lo culpó. Simplemente continuó hablando con tranquilidad.
“Ese mercenario no apareció, pero el periódico me contactó a través del anuncio de la taberna. Dijeron que podían publicar un anuncio gratis. Solo tenía que escribirles una carta de agradecimiento una vez que encontrasen a Negrito.”
Después de escuchar esto, Malvern sonrió.
‘¿Acaso intentan aprovecharse de la popularidad de mi hija para impulsar la imagen del periódico?’
Esas personas parecían tener cierta perspicacia para los negocios. En la alta sociedad de la Ciudad de Boulder, el nombre de su hija valía mucho más que unas pocas fichas. Sin embargo, ese pequeño asunto no merecía la pena. Solo le importaba su hija.
“Espero que lo encuentren.” – dijo preocupado.
“Sí.”
Acariciando al gatito en sus brazos, los ojos de Elisa reflejaron un atisbo de preocupación. – “Me preocupa mucho que pase hambre.”
* * *
Al mismo tiempo. No muy lejos del distrito de almacenes, había un edificio independiente con un cartel en la entrada que decía La Voz de la Alianza. Y a juzgar por su aspecto, probablemente había sido colgado hacía poco. A diferencia de la entrada desierta, el interior de la oficina del periódico estaba repleto de actividad.
En especial Hal, quien se desempeñaba como presidente del periódico, había estado trabajando sin parar desde la mañana hasta la noche, deseando dividirse parar poder hacerlo todo. De hecho, eso fue exactamente lo que hizo.
Como el periódico acababa de crearse y tenía poco personal, tuvo que asumir múltiples funciones, siendo el responsable del contenido, el diseño y la comunicación externa. En cuanto a cómo terminó así, todo comenzó una fatídica tarde, hace tres días.
Según las instrucciones del Administrador, la Nueva Alianza necesitaba su propio altavoz. Sin embargo, debido a que la oficina de la Nueva Alianza en la Ciudad de Boulder contaba con poco personal, Shu Yu y Luka le asignaron esta importante misión a Hal después de una breve deliberación.
Hal se sintió halagado por la confianza de la Nueva Alianza. Aunque también quería devolverles el favor por haberle salvado la vida y protegerlo mientras demostraba sus capacidades, pero nunca había dirigido un periódico, ni siquiera sabía que era. Afortunadamente, Shu Yu no lo dejó a cargo de todo. En cambio, buscó en el mercado de talentos a algunos empleados que ya habían trabajado para La Voz de la Ciudad de Boulder. Así, se aseguraron de que solo estuviera ocupado y no se viera desbordado.
El Diario del Superviviente fue su primer producto y se distribuyó principalmente en la zona exterior de la Ciudad de Boulder. La primera impresión constó de 1200 ejemplares, distribuidos por tabernas, tiendas de comestibles o vendedores ambulantes. Esos periódicos se imprimían en la imprenta local de la Ciudad de Boulder y el coste por periódico para cantidades inferiores a 10.000 ejemplares era de aproximadamente media ficha. Sumando el coste de la mano de obra, el alquiler, el agua y la electricidad, sus gastos diarios superaban las 1000 fichas.
En cuanto a los ingresos, era mejor no pensar en ello. Los periódicos eran proporcionados prácticamente gratis a sus suscriptores. El precio de venta al público de cada periódico era de 1 ficha. Si se vendía, y tras deducir las ganancias del vendedor, apenas podía recuperarse el coste de impresión. Y para promocionarlos, ¡incluso regalaron 56 cajas de Nuke Cola! Sin embargo, sus esfuerzos al final valdrían la pena.
En la sala de conferencias del segundo piso de la redacción del periódico, se estaba celebrando una reunión. Hal había reunido a los 6 editores del periódico para recopilar las sugerencias de los lectores y discutir el contenido del próximo número. En ese preciso instante, la puerta se abrió de golpe y un miembro del personal entró corriendo.
“¡Buenas noticias! ¡Vendimos la mitad de los 1200 ejemplares!”
Al escuchar eso, muchos en la mesa de conferencias se relajaron, sus rostros se iluminaron de alegría. Vender la mitad de los periódicos, teniendo en cuenta que se podía leer gratuitamente, era todo un logro para un periódico nuevo y completamente desconocido. Al menos indicaba que su contenido era aceptable.
“Pero la mala noticia es que no ganamos ni una sola ficha. Solo conseguimos 120 fichas y más de 3000 botellas vacías.” – dijo el empleado tras una pausa.
Después de escuchar la segunda mitad de la frase, los editores en la mesa intercambiaron miradas.
“¿Quizás podamos ganar algo de dinero vendiendo esas botellas…?” – sugirió un editor al director del periódico.
Encontrar trabajo no era fácil en esos días, sobre todo para algo como un periódico, que no era una necesidad básica. Estaba realmente preocupado que el trabajo que tanto le costó encontrar pudiera desaparecer. Al ver la preocupación en tantos ojos, Hal se levantó de la mesa y los animó con entusiasmo.
“No se preocupen por las pérdidas. ¡Nuestro objetivo no es conseguir beneficios! ¡Nuestra única tarea es forjarnos una buena reputación rápidamente! Acabo de revisar cuidadosamente las sugerencias que recibimos. El nombre El Diario del Superviviente es demasiado genérico, ¡y el contenido no está lo suficientemente segmentado! A la gente que trabaja en una oficina no le preocupa que línea de montaje tiene escasez de personal y a los trabajadores de la Ciudad de Boulder seguro que no les interesa lo que lleve puesto hoy la bailarina principal de La Reina de la Noche. Creo que, además del Diario del Superviviente, debemos crear publicaciones complementarias como el Diario del Trabajador, Diario del Ciudadano, Diario del Playboy… y tener contenido diferente dirigido a distintos grupos de lectores. Dado que la Voz de la Ciudad de Boulder se ocupa de la alta sociedad, vayamos a zonas en las que nadie se ha aventurado… ¡y abramos nuevos campos de batalla!”
Mientras pronunciaba esas palabras, Hal sintió que cada célula de su cuerpo hervía y sus ojos brillaban de emoción y ambición. Si este plan pudiera realizarse, el periódico que fundó ocuparía cada minuto del tiempo libre de los habitantes de la Ciudad de Boulder, y las palabras que escribía serían leídas repetidamente por cientos de miles de personas. ¡Se convertiría en el rey sin corona de esta ciudad! Después de estar tanto tiempo fuera de casa, era la primera vez que se encontraba con algo tan emocionante.
Al escucharlo describir un plan tan asombro, todos revelaron miradas de sorpresa.
“¿Tenemos tanto presupuesto?” – preguntó un editor, incapaz de mantenerse callado.
“¡Siempre hay una solución! ¿Acaso nuestro jefe no dijo que la Alianza no escatimaría en inversiones en cultura?” – respondió Hal con seguridad. – “Además, acabamos de recibir un préstamo de 200.000.000 de fichas. Todo ese dinero se tiene que gastar en algo.”


