Arco 1 Capítulo 5
Los estragos de la guerra
Traducido por Tars
Corregido por DaniR
Editado por AMarauder
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Editado por AMarauder
Después de haber terminado de repartir la leche en polvo a todos los bebés del pueblo, dándoles una lata de leche en polvo y un biberón a cada casa explicando cómo usarlo, y haber terminado la monumental tarea de darles a todos los aldeanos enfermos la bebida energética, los dos volvieron a casa para la siguiente tarea: la emergencia alimentaria. Por supuesto, los dos estábamos agotados después de hacer tantas cosas sin descansar, por ello nos tomamos una bebida energética e hicimos una breve pausa.
“Ah, esta medicina sabe muy bien. Es un poco diferente a lo que esperaba.” – dijo Valetta bebiendo poco a poco, tras recibir la bebida energética y sosteniéndola en ambas manos con gran cuidado.
“¿Tú crees? También me gusta el sabor, cada ma… No, a menudo, lo bebo.”
En realidad, tomaba uno cada mañana antes de comenzar las actividades, pero sería extraño que alguien tomara medicamentos todos los días, por lo que Kazura cambió la frase que iba a decir.
“Por cierto, la situación alimentaria en el pueblo se ve bastante mal, ¿puedo preguntar qué ha pasado?” – preguntó Kazura dado que era algo que le había estado molestando desde que había regresado a la aldea.
“No ha llovido recientemente y el agua en el estanque casi ha desaparecido por culpa de la sequía…” – respondió Valetta con una expresión deprimida.
“Ah, entonces las cosechas están dañadas por la falta de agua…” – añadió Kazura asintiendo. Ahora entendía qué había pasado.
“La causa directa es el clima seco, pero en el pasado íbamos al río que hay lejos de aquí, pero debido a la guerra que terminó hace cuatro años, casi todos los jóvenes del pueblo murieron… Así que cuando empezó una sequía como esta nos faltó mano de obra y no pudimos mantener los cultivos.” – continuó Valetta con dolor.
“¿Ha habido una guerra recientemente?”
“¿Eh?” – respondió Valetta mirando a Kazura como si no comprendiera lo que acababa de decir. Pero de inmediato pareció como si entendiera algo y comenzó a explicarle todo lo que sabía sobre la guerra.
“Sí, empezó hace seis años y terminó hace cuatro. Fue una lucha entre Balveil y Arcadia, nuestro país. No sabemos qué causó la guerra, pero escuchamos a uno de los esbirros del Señor Narson que los de Balveil iban a atacar pronto. Por ello, los jóvenes de nuestra aldea fueron convertidos en soldados, pero a medida que la guerra se alargaba, pronto dejaron atrás todas las consideraciones, incluso llegaron a reclutar mujeres, dejando atrás únicamente a los ancianos y a los niños más pequeños.”
Tras escuchar las palabras de Valetta, Kazura asintió en silencio. A juzgar por su historia, la guerra entre Balveil y Arcadia había sido especialmente dura para la gente de Arcadia, hasta el punto de tener que recurrir a los jóvenes y mujeres llegado el momento. La razón por la que no había visto a la madre de Valetta desde que había llegado a la aldea era porque probablemente había perdido la vida durante la guerra.
“Debido a que Balveil también estaba en guerra con otros países, hace cuatro años todos formaron una alianza y, gracias a ella, causaron que hasta un país tan grande como Balveil se cansara de luchar. Al final, propuso una paz blanca durante ocho años y todos estuvieron de acuerdo.”
“No importa el país, después de una guerra larga siempre hay consecuencias…”
En otras palabras, la gran cantidad de víctimas de esa guerra había causado una escasez de mano de obra y ahora estaba causando aún más sufrimiento a los arcadios. Debido a que los jóvenes, que eran el centro de la fuerza laboral, habían sido diezmados de un solo golpe, la producción de los alimentos había disminuido, lo que a su vez causó más pérdidas de vidas y mano de obra, atrapándolos en un círculo vicioso. El resto de pueblos y ciudades seguramente estarían en una situación similar.
“Este año es el cuarto desde la tregua, por lo que en otros cuatro expirará. Si se declara otra guerra, es posible que también me llamen para convertirme en soldado.”
Kazura se quedó sin palabras al escuchar lo que decía. Una joven como Valetta no parecía ser adecuada para el combate y lo más seguro era que fuera reclutada y arrastrada a un campo de batalla en cuatro años.
“Bien, vamos.” – Valetta comenzó a levantarse tras mirar al silencioso Kazura. – “Tenemos que preparar la comida. Gracias a la medicina del Señor Kazura, mi fatiga ha desaparecido.”
“Sí, tienes razón, vamos.” – respondió Kazura a la sonriente Valetta levantándose a su vez.
“Hay un cobertizo junto a la casa, dentro hay un caldero que usamos para hacer la comida durante los festivales. Si lo empleamos ahora podríamos hacer comida para todos los aldeanos. Pero al ser tan grande, necesitamos mucha leña y no podremos usarlo a no ser que le pidamos al resto de aldeanos que la compartan.”
“Ya veo… Prepararé el caldero. Señorita Valetta, ¿puedes ir a pedirle a los aldeanos que compartan algo de su leña porque vamos a preparar la comida? Además, sería genial si puedes conseguir que traigan algo de agua.”
“De acuerdo. Creo que padre se despertará pronto, así que puedes preguntarle si tienes alguna duda.” – dijo Valetta mientras le mostraba dónde estaba el cobertizo. – “Bueno, me voy. Lo siento, pero por favor, haz los preparativos.”
Con eso, salió de la residencia echando una pequeña carrera.
“Una guerra… ¿Me pregunto qué estaba haciendo en ese momento?” – murmuró Kazura mientras observaba su espalda. – “¡Uaaaa! Esto es enorme. Con esto puedo hacer una comida para cien personas y todavía sobrará algo.”
Kazura agarró el gran caldero de bronce que tenía aproximadamente un metro de diámetro y lo arrastró desde el cobertizo con la ayuda del jefe de la aldea que se había despertado poco después. Tenía una profundidad de unos cincuenta centímetros, y con él podría hacer gachas de arroz para cien personas fácilmente.
“Generalmente hacemos mucha sopa durante los festivales para compartir entre todos. Es bastante popular, porque solemos añadir mucha carne de kahu que cazamos en las montañas, y una gran cantidad de verduras.”
“Oh, una sopa de carne. Si hay mucha cantidad debe estar realmente buena.” – dijo Kazura asintiendo con la cabeza, mientras una idea pasaba por su mente. – ‘Debe ser una especie de ciervo. Espera ¿usan la palabra sopa?’
“Por cierto, este ‘arroz’ con el que vamos a hacer la papilla. ¿Qué tipo de alimento es?”
“Hmm, es una especie de grano que no tiene mucho sabor, pero está lleno de nutrientes. Normalmente no se hace una papilla, sino que se hierve, pero como hay mucha gente enferma, pensé que sería una mejor opción.” – le explicó Kazura al jefe de la aldea mientras preparaban una base de piedra para el caldero con los materiales que había en el cobertizo. Al terminar, pusieron treinta kilos de arroz dentro. Pensaba que era demasiado, pero era mejor que sobrase a quedarse corto.
A continuación, tras completar los preparativos, Kazura le preguntó al jefe del pueblo por la situación de la aldea y, mientras charlaban tranquilamente, los aldeanos comenzaron a acercarse uno por uno con leña y cubos de agua. Entre los aldeanos también estaban las personas a las que les había dado la bebida energética antes del amanecer.
“Señor Kazura, gracias por la medicina. Gracias a ti puedo caminar.” – dijo un aldeano tomando la mano de Kazura. Su tez había mejorado. Parecía que la bebida energética podía lograr mejoras considerables en este mundo.
“Eso es bueno. Ahora estoy haciendo un caldero de gachas, así que come hasta que tu corazón esté satisfecho.”
Con la ayuda de los aldeanos preparó la leña y vertió el agua en el caldero. Todos los lugareños se inclinaron ante Kazura al unísono mientras que una de las madres, a las que había dado leche en polvo para su bebé, le tomó de las manos con lágrimas en los ojos. Mientras todos estaban dándole las gracias, Valetta regresó y todos continuaron cocinando en medio del bullicio.
“¡Esto está bueno! ¡Nunca he comido unas gachas tan deliciosas!”
“Es cierto, tiene mucha sal y esta cosa llamada ciruela seca es realmente buena, aunque está algo ácida.”
Debido al tamaño del caldero, las gachas tardaron dos horas y, una vez hecho, Kazura envió a Valetta a comer mientras servía la comida a los aldeanos.
“¡Delicioso!” – dijeron todos los aldeanos al unísono, con sorpresa y alegría, cuando la papilla tocaba sus bocas.
‘Ahora que lo pienso, la sopa de insectos de Arcadia de ayer casi no tenía sabor. Parece que no usan ningún tipo de saborizante.’
En este mundo, donde la sal común se comercializaba como un producto de lujo, probablemente era un ingrediente que apenas se utilizaba. Sentía que podía entender los sentimientos de Valetta y del jefe de la aldea, que solo comían los bichos de Arcadia, mientras decían ‘¡delicioso!, ¡delicioso!’.
“¿Por qué tienes esa ropa tan rara?”
“¿Eh?”
Mientras distribuía gachas a los felices aldeanos, que pedían un plato una y otra vez, y Kazura estaba absorto en sus pensamientos, un niño de cinco o seis años se acercó y tiró de su ropa. Al escuchar sus palabras, comenzó a comparar su propia ropa con la de los aldeanos. Llevaba una camisa de manga corta blanca a rayas finas, unos pantalones vaqueros y un par de zapatillas de deporte en sus pies. Por otro lado, los aldeanos llevaban la parte superior e inferior de la ropa lisa, con costuras toscas y, algo parecido a sandalias echas de hierbas para sus pies. Era obvio que la ropa de Kazura estaba fuera de lugar.
“Hmm, esto es…”
“¡¡¡Kolz!!!”
Mientras Kazura estaba pensando cómo responder, una mujer que parecía ser la madre del niño vino y lo tomó en sus brazos con prisa mientras se inclinaba profundamente.
“¡Lo siento de verdad!” – dijo mientras salía corriendo antes de que fuera capaz de responder.
‘¿Qué demonios ha sido eso?’ – pensó mientras observa la espalda de la mujer huyendo y se daba cuenta de que los ojos de todos los aldeanos estaban enfocados en él.
El ajetreo y el bullicio de hacía unos momentos se había convertido en silencio y, los aldeanos estaban por alguna razón con expresiones ansiosas.
“Ka… Señor Kazura. ¡Umm…!”
“Uh, ¿qué os pasa a todos? ¿Hay algo en mi cara?” – respondió a la voz en pánico de Valetta, sintiendo que el tenso silencio que lo rodeaba se desmoronaba.
“¡Ah! ¡No! ¡No ha sido nada! ¡Um! ¡Me estaba preguntando si podía pedir una segunda ración!”
“Eh, sí, está bien.”
Cuando estaba sirviéndole otra ración de gachas a Valetta, pudo oír a los aldeanos decir cosas como ‘Uff’ o ‘No se ha dado cuenta’ desde lejos, pero no sabía si debía preguntar ‘¿el qué?'. Pero como Valetta y los aldeanos estaban obviamente aliviados, decidió dejarlo pasar.
“Bueno, nos quedan siete bolsas de arroz, así que todos terminen de comer y os enseñaré cómo hacer gachas y compartiré las ciruelas secas y la sal con todos. Pronto recibiré más arroz y sal de mi país, así que no tenéis que preocuparos más por la comida.”
‘Probablemente una lata de ciruelas por casa estará bien.’ – pensó Kazura.
“Muchas gracias Señor Greisior…” – susurró Valetta en un tono de voz tan bajo que era imposible que lo escuchara.