Arco 2 Capítulo 7
La noria y los melocotones en lata
Traducido por Tars
Corregido por DaniR
Editado por AMarauder
Corregido por DaniR
Editado por AMarauder
“¡Ooh, qué río tan limpio! Es la primera vez que veo uno así.”
“¿Y eso? Pensaba que era un río bastante normal...”
Era por la mañana del día siguiente a la lluvia y Kazura y Valetta se habían acercado hasta el río en el que los aldeanos sacaban el agua. El camino hasta la orilla era completamente plano y la tierra se podía ver seca y agrietada, haciendo que pareciera un terreno baldío. Mientras tanto, las orillas del río estaban cubiertas de hierba corta y no tenía arboles ni pastos. El río tenía más de cinco metros de ancho y su agua, que era tan clara que sería impensable para el Japón moderno, era muy hermosa. Aunque solo tenía un metro de profundidad en su parte más profunda.
“Hace unos meses era más ancho y tenía mucha más agua pero, debido a la sequía, el caudal ha disminuido considerablemente.”
“Ya veo… Pero a pesar de que es bueno tener un río a poca distancia del pueblo, todavía es duro llevar el agua de un lugar a otro.”
Como se tardaban treinta minutos en ir andando desde el pueblo al río, un viaje de ida y vuelta, cargado con el agua, tomaba más de una hora. Hubiera sido mejor hacer un canal que llevara el agua desde el río hasta el pueblo, pero la superficie del terreno era demasiado plana, haciendo que fuera imposible. Aunque planearan extraer el agua río arriba, el cauce se desviaba del pueblo y también tendrían que esquivar las colinas y otros obstáculos que había en el camino. Además, no tenían las herramientas adecuadas, por lo que no eran capaces de canalizar el agua.
‘¿Debo traer una bomba de agua…? Pero…’
Necesitaba llevar agua al pueblo de una manera u otra, pero era una tarea casi imposible con las herramientas disponibles en el pueblo. Por un momento pensó en traer un motor de gasolina de Japón, pero sería demasiado complicado. Tal vez lo hubiera intentado si la gente estuviera a punto de morir, pero gracias a la lluvia del día anterior, el depósito del pueblo estaba medio lleno de agua, por lo que estarían bien por un corto periodo de tiempo.
Kazura pensaba que, de ser posible, quería romper el estado actual de las cosas con herramientas disponibles en este mundo. Por esa razón, pensaba hacer lo mejor para el futuro del pueblo y de él mismo.
“Señorita Valetta, ¿alguna vez has oído hablar de una rueda de molino?”
“Molino… Nunca lo había escuchado. ¿Qué es?”
“Um, es una herramienta donde pones una gran rueda de madera vertical sobre el río y va girando con la corriente.”
“Hmm… Nunca he visto o escuchado hablar sobre algo como eso.”
Estaba usando una piedra para dibujar líneas en el suelo y poder explicárselo a Valetta, pero al final, parecía que nunca había oído hablar de algo parecido. Tenía la esperanza de que si alguien conocía la idea, aparecería un ingeniero en este mundo que pudiera hacerlo, pero parecía que eso era imposible en ahora mismo.
‘Si ese es el caso… Solo tenemos que construir una rueda de molino… Debería ser posible. Aunque no es algo que un aficionado pueda fabricar fácilmente.’
Por un momento pensó en dejar que los aldeanos hicieran la rueda, pero inmediatamente abandonó esa línea de pensamiento. Hacerla con tablones de madera seguramente no sería lo suficientemente meticuloso como para fabricar una rueda de molino. El mundo de la ingeniería no era fácil para un aficionado, por lo que le resultaría imposible sin el conocimiento adecuado.
‘Um, si es demasiado difícil, tendremos que conseguirlo de alguna otra forma…’ – pensó mientras ponía una mueca en la cara. Precisamente el motivo por el que la aldea estaba en medio de ese lamentable desastre había sido el no saber qué hacer.
“Está bien.” – dijo tras mirar la cara inquieta de Valetta y darle una sonrisa. – “Traeremos una rueda de mi país. Deberíamos darnos prisa y…”
En ese momento recordó que tenía una lata de melocotones y la sacó de la bolsa que llevaba al hombro. Eran de producción local.
“Ah, ¿melocotones en lata?”
“Sí, ya que los he traído, volvamos después de comer unos melocotones enfriados por el agua del río.”
Kazura fue hasta la orilla del río y puso la lata de melocotones en el agua, rodeándola con rocas para que no se fuera flotando. El agua que fluía de las montañas era fría y en poco tiempo podrían comer algunos melocotones fríos.
“Pero… ¿No repartimos ayer los melocotones en lata a los aldeanos?”
“Es cierto, pero tenía una de sobra. La traje conmigo pensando que podíamos comerlos aquí.”
Ya había entregado una lata en la casa de Valetta, pero pensaba que sería mucho mejor comer algo delicioso junto a una chica bonita, por lo que había llevado otra lata para que pudieran tomar un aperitivo.
‘Lo siento, jefe’ – pensó recordando al padre de Valetta.
“Lo que me recuerda, ¿no seríais capaces de resolver el problema del agua si acercáis el pueblo al río?” – preguntó Kazura mientras contemplaba el río, esperando a que los melocotones se enfriaran. Era una pregunta que le había estado molestando.
Sentía que era bastante problemático vivir en un lugar en el que se tenía que ir a buscar agua siempre que había una sequía.
“Tienes razón, no estamos cerca. Pero a pesar de que ahora estamos muy cerca del río, esto solo es así cuando llueve poco; en la época de lluvias se desborda y se vuelve peligroso.”
“Ya veo.” – respondió Kazura dándole la razón, mientras caminaba hasta donde se encontraba Valetta y se sentaba a su lado.
Ahora estaban en una época de sequía, pero al final llegaría la temporada de lluvias y el río se desbordaría. No era una tierra adecuada para vivir.
“Además, ten en cuenta que no podemos vivir en otro lugar que no sea el que el Señor Narson designó para nosotros, solo podemos vivir donde estamos ahora.”
Ya había escuchado ese nombre varias veces, pero ahora que lo volvía a escuchar no pudo evitar preguntar qué tipo de persona era.
“Esa persona llamada Narson, ¿es algún tipo de gobernante local?”
“Sí, es el noble asignado por la familia real para gobernar estas tierras. Es el valiente y honorable patriarca de la Casa Estelle. Los rumores dicen que jugó un papel importante en la última guerra.”
‘¡Ooooh! Hay nobles y realeza. Entonces debe haber grandes castillos y órdenes de caballeros.’ – pensó delirando con las palabras ‘realeza’ y ‘noble’ que solo se escuchaban en Japón en contadas ocasiones…
“¿Hay algo mal?” – preguntó Valetta acercando su cara a la de Kazura.
“Ah, no, no es nada. Entonces, ¿la gente del pueblo tiene que pagar impuestos sobre los productos que obtiene a ese gobernador?” – respondió tímidamente al encontrarse la cara de Valetta muy cerca de la suya.
“Sí, tenemos que pagar cierta cantidad de bienes en una fecha acordada. Pero con esta desagradable sequía, no hay casi bienes con los que pagar los impuestos… Y se acerca la fecha en la que los hombres del Señor Narson vienen a recogerlos.”
“Y si no hay nada para pagar los impuestos, ¿os imponen un castigo?”
“Ese es el problema. Si algún hogar no paga sus impuestos, le incautan sus propiedades.”
“Ya veo.” – respondió Kazura mientras asentía con la cabeza al escuchar la respuesta de Valetta. Ser negligente en tus deberes tenía asociado un castigo.
“Hmm, pero si hay un desastre natural, como en esta ocasión, ¿también os confiscan las propiedades?”
Eso sería un problema. No había inconveniente en imponer un castigo si no se pagaban los impuestos cuando se podía, pero si un Señor hacía lo mismo durante una crisis era un idiota que no pensaba en la gente o un demonio. Si ese tal Señor Narson era del segundo tipo, entonces podría convertirse en un gran problema.
“Depende del territorio. El Señor Narson suele revisar la magnitud del daño y recalcular los impuestos que hay que pagarle. Hace tres años, cuando tuvimos una mala cosecha, nos permitió cortar árboles del bosque y pagar con la madera.”
Si hacia eso podría ser un alivio. El Señor Narson parecía ser alguien que gobernaba pensando en su pueblo, por lo que no pedía el pago cuando estaban sufriendo penalidades. Si podían pagar con madera, podría ayudarles dándoles hachas metálicas para paliar la falta de mano de obra, o motosierras si llegara a ser necesario. Si incluso todo lo demás fallaba, podría ir a Japón y comprar la madera.
“Pero escuché que el Señor Daiasu, que gobierna las tierras vecinas, castiga con dureza a los aldeanos cuando no son capaces de cosechar debido a un desastre devastador. Corre el rumor de que vende a los chicos a los esclavistas y toma a las jóvenes guapas como sus sirvientas hasta que se cansa de ellas. Luego también las vende a los esclavistas.”
“¿¡Eeeeh…!? ¿Y no se rebel…? ¿La familia real no dice nada por su comportamiento?”
Era como un noble malvado de un juego o de un manga. En su mente, estaba seguro de que era un viejo gordo, con un montón de anillos extravagantes en sus manos.
“Ese podría ser el caso, pero el gobernador Daiasu es un excelente comerciante; siempre presenta una suma considerable como tributo a la familia real, por lo que no dicen nada sobre su comportamiento. Además, tiene un ejército privado bastante grande, así que no es posible rebelarse.”
Para resumir, era despiadado como ser humano, pero era un nombre que ganaba una gran cantidad de dinero.
“Bueno, los melocotones ya deben estar fríos. Comamos.” – dijo tras darse cuenta de que, cuando por fin había conseguido comer melocotones con una chica bonita en la orilla de un río, estaban hablando de algo desagradable.
“Ah, sí. Parece que ya están.”
La atmósfera se había vuelto algo incómoda, pero todo debería volver a la normalidad tras comer algunos melocotones.
“Ten, por favor, come primero.” – dijo tras coger la lata del río, tirar de la pestaña y sacar un tenedor de plástico de su mochila.
“¿Eh? Pero, no puedo comer antes que el Señor Kazura…”
“Está bien, come.” – le respondió a una nerviosa Valetta con la lata de melocotones en la mano, instando a que se los comiera.
“Gracias.” – respondió Valetta con una voz vacilante, aceptando el tenedor.
Con cuidado, se acercó a la lata, pinchó una de las mitades y le dio un mordisco.
“¡…!”
“¿Qué tal? ¿A que está bueno?” – preguntó Kazura.
“¡Es muy dulce! ¡Es la primera vez que como algo tan dulce y sabroso!” – respondió Valetta, sorprendida por el sabor del melocotón, mientras asentía ferozmente con la cabeza.
“Es un alivio, no te preocupes por mi parte, puedes comerlo todo.” – dijo tras ver la expresión emocionada de Valetta. Quería que pudiera comer todos los melocotones.
Las frutas existían en este mundo, pero lo más seguro era que no fueran seleccionadas por su mejor sabor o presencia.
“Eh, pero no puedo…”
“Bueno, es una recompensa para la Señorita Valetta por estar trabajando tan duro. Adelante, come.” – la cortó mientras se echaba a reír al ver que miraba alternativamente entre su cara y el melocotón que se encontraba en su mano.
“Um… Entonces… Gracias por la comida.” – dijo poniéndose roja y tragando felizmente todos los melocotones.
* * *
Cuando terminó de comer, regresaron a la aldea.
“Voy a hacer los preparativos para el molino.” – dijo mientras partía inmediatamente para Japón.
Tenía que buscar algún contratista por internet que supiera fabricarlo y, cuando encontró uno que le gustaba, fue directamente hasta la empresa para hacer su pedido.
“Hmm, un molino de agua… Con el tamaño que indica y el número de accesorios personalizados para que funcione, necesitaremos veinte días para realizar la entrega y costará tres millones de yenes.” – dijo un amable director de pelo blanquecino, tras presentar el catálogo de productos y explicar todas sus características.
Los molinos de agua presentados en el catálogo eran de muy buen gusto y coincidían perfectamente con un paisaje de campo.
“Por culpa de ciertas circunstancias, necesito uno lo antes posible. No me importa el coste, ¿puede hacerlo en una semana? Lo montaré por mi cuenta, así que quiero que sea entregado desarmado y por partes.”
“¿Una semana? Eso es un poco… No tenemos tantos trabajadores, así que no importa cuánta prisa tenga, quince días es nuestro límite.”
“¿No se puede hacer nada? Pagaré cinco millones por adelantado y otros cinco a la entrega, así que… ¿Puede arreglarlo? También me haré cargo de los costes del transporte.”
Tras presentarle la asombrosa cantidad de diez millones de yenes, más del triple de la tasa habitual, el director puso una mueca de asombro.
“Pue… ¿Puede esperar un minuto? ¡Volveré pronto!” – dijo excusándose con Kazura y sacando su teléfono móvil mientras salía de la oficina.
‘Tal vez una semana es algo imposible.’ – pensó Kazura mientras tomaba un sorbo de té.
Al final, después de estar esperando durante diez minutos leyendo el catálogo, el director regresó con una sonrisa en la cara.
“Señor Shino, parece posible entregar la mercancía dentro de una semana. Con esa cantidad de dinero podremos proporcionarle lo que pide sin una pérdida de calidad.”
“¿En serio?”
“Sí, le pedí ayuda a una empresa de ingeniería de un conocido, así que entre los dos podremos gestionarlo de alguna manera.”
Al escuchar su respuesta, Kazura sacó inmediatamente un cheque del bolsillo interior de su chaqueta y anotó la cantidad de dinero que había mencionado. Se sentía emocionado de poder anotar una gran cantidad de dinero y entregarla con indiferencia. Era el sueño de muchos plebeyos.
“Muchas gracias, dentro de una semana enviaré los productos a la dirección que nos ha proporcionado.”
“Por favor. En cuanto a los gastos de transporte, factúremelos junto con la entrega.”
“Así que hay personas con tanto poder incluso en esta recesión.” – murmuró el director mientras veía cómo Kazura se marchaba.
* * *
“¡Um! Treinta hachas, veinte sierras, sesenta hoces, sesenta azadones, sesenta horcas, sesenta palas, sesenta picos… ¿Estás liderando un proyecto de recuperación?”
“Ah, algo por el estilo. Pagaré con tarjeta.”
Después de dejar la empresa de ingeniería, Kazura compró una gran cantidad de herramientas agrícolas en una ferretería. Todas las herramientas que usaban los aldeanos eran de madera, ineficientes y agotadoras, por lo que había decidido darles un regalo. Como esa gran cantidad de herramientas no se podían transportar de una sola vez, le pidió ayuda al empleado de la tienda para que se las llevara hasta su coche. Pero, después de ver que no cabían, alquiló un camión e hizo dos viajes desde la ferretería hasta su casa. Después del impresionante despliegue de medios, los empleados de la tienda lo apodaron ‘Jefe del proyecto de recuperación’, pero ya no estaba allí para escucharlo.