viernes, 8 de febrero de 2019

G4L Capítulo 8

Arco 2 Capítulo 8
La mejor recompensa
Traducido por Kasahara
Corregido por DaniR
Editado por Tars

“Señor Kazura, ¿está bien el grosor de este tablero?” – dijo uno de los aldeanos. “Déjame ver. Creo que es el correcto. Pero chicos, ¿por qué seguís llamándome ‘señor’? – preguntó Kazura. Había pasado un día desde que Kazura ordenase construir el molino de agua para el pueblo. Entre el sonido de las sierras talando árboles y las charlas de los aldeanos, se podía oír a Kazura dirigiendo el grupo de aldeanos en la construcción de un acueducto de tablones de madera que canalizaría el líquido bombeado por el molino de agua. Tanto los aldeanos como Kazura trabajaban cerca de la linde del bosque que había en las afueras de la villa, serrando unos árboles que ya habían derribado otros. “Entiendo. Vamos a asegurarnos de que los siguientes sesenta tablones tengan el mismo grosor que este.” – dijo el aldeano. Los jóvenes de la aldea confirmaban con Kazura qué tamaño del tablero para el acueducto era el correcto. Una vez que éste les daba el visto bueno, se sumergían en su trabajo con serias expresiones en sus rostros. ‘¿Realmente podrán hacerlos iguales?’ – aunque Kazura sentía preocupación, seguía dando respuestas a los aldeanos que le preguntaban. “Señor Kazura, ¿esta viga de apoyo tiene la anchura y la longitud correctas?” – preguntó otro aldeano. “Hm… La anchura está bien, pero es un poco larga. Por favor, hazla de este tamaño. Y por cierto, dejad de añadir ‘Señor’ a mi nombre.” – dijo Kazura. “Entendido. Así que sería de esta longitud. Se lo diré a los demás.” El hombre se llevó a rastras la viga de soporte que había sido marcada con un rotulador permanente después de que Kazura lo midiese con una cinta métrica. Luego, el mismo aldeano volvió un instante después, arrastrando la pieza de madera tras él. “¿Eh? ¿Qué es esto? ¿Acoso? Esto es acoso, ¿verdad?” – exclamó Kazura. “Señor Kazura, quería avisarte de que la comida ya está lista, ¿hay algún problema?” Kazura se quejaba mientras revisaba los planos de la rueda de molino que había dibujado en una libreta A4 cuando Valetta y varias chicas del pueblo llegaron con el carrito con gachas recién cocinadas y repartidas en varias ollas. “Todo el mundo del pueblo se dirige a mí con el honorífico ‘Señor’. ¿Podrías decirles que paren?” – le preguntó Kazura. “¡Ahh…! Todos quieren mostrar su gratitud con el Señor Kazura, ya que te tienen en gran estima. Por favor, recibe su gratitud humildemente.” – respondió Valetta. “Ehh…” No estaba acostumbrado a que la gente se le dirigiera con ese honorífico, por lo que Kazura mostraba una expresión de incomodidad. Valetta continuó hablando. “Bueno, dejando eso de lado, es la hora de comer. ¿Puedes tomarte un descanso?” Bien, que le llamasen con honoríficos tampoco era tan terrible. Así que decidió obviar el asunto de que le molestase que se dirigieran a él como ‘Señor’. “Ya veo. ¿Es ya la hora? Muy bien, vamos a tomarnos un descanso… ¡Todo el mundo! La comida ha llegado, así que, por favor, venid y comed. Continuaremos trabajando después de la comida.” Kazura llamaba a los aldeanos, y ellos alzaron sus voces en respuesta. Era un buen momento para parar, varios de los aldeanos estaban vigilando el puesto de trabajo, así que no habría ningún problema. “Por favor, lavad vuestras manos utilizando esto. Os serviré las gachas en un momento.” – dijo Valetta. La chica colocó un cubo de agua frente a Kazura. Después comenzó a repartir las gachas de una de las ollas del carrito en un cuenco. Las otras jóvenes también estaban cargando cubos por los alrededores y repartían los cuencos de gachas y vasos de agua a los aldeanos reunidos desde una bandeja de madera. “Sí, disculpa por la espera. Ahora compártelo con los demás.” – dijo Valetta. “Ah, ¡Valetta! Déjanos este sitio a nosotras. ¡Vete a comer con el Señor Kazura!” Mientras distribuía la comida a los aldeanos de la fila, una chica le dijo eso a Valetta, que seguía en pie detrás del carrito. “¿Eh? Pero…” Valetta echó un vistazo en dirección a Kazura, quedándose perpleja. Habían colocado la comida para Kazura en una bandeja, lista para servir. “Está bien, está bien. Déjame esto a mí.” La chica entregó la bandeja con las gachas a Valetta, antes de volver a su trabajo. “Errr... ¿Puedo sentarme contigo?” – Valetta preguntaba con una pequeña sonrisa, mientras colocaba la bandeja. “Por supuesto, sé bienvenida.” Entonces se sentó a su lado. Kazura, a excepción de con Valetta y el alcalde, rara vez participaba en conversaciones personales con los aldeanos. Pero cuando Valetta se acercaba, su mente se tranquilizaba. Kazura no era tímido, ni le asustaban los extranjeros. Pero como los aldeanos siempre le mostraban respeto, se le hacía difícil interactuar con ellos a un nivel más personal. Ahora que estaban construyendo juntos un acueducto, Kazura podía dar instrucciones y participar en conversaciones de carácter laboral. Gracias a eso, había mejorado su condición mental. “¿Qué es de la gente que trabaja en los bosques? ¿Las herramientas que les traje les están siendo útiles?” “Sí, son fáciles de utilizar y se están volviendo populares. Incluso me sorprendió cuando las utilicé. Nunca habría imaginado que podría ser tan fácil cavar en la tierra.” Kazura había comprado una gran cantidad de herramientas agrícolas en la ferretería y se las había entregado utilizando la carretilla que había en casa de Valetta. Como él mismo estaba ocupado manufacturando parte del acueducto, había dejado en manos del alcalde la distribución de las herramientas. El propósito de su pregunta era que el alcalde había comentado que las repartiría inmediatamente, y los aldeanos ya las estaban utilizando en el bosque. Como dato curioso, Kazura se había sentido muy cansado la noche anterior y, después de cenar en un restaurante, había pasado la noche en un hotel de negocios y dormido como un tronco toda la noche. “Uh-uh… Me alegro de que sean útiles.” Mientras decía esto, Kazura tiró ceremoniosamente de la anilla de una lata con las palabras ‘Caballa Asada’ escritas en el lateral. Un agradable y estimulante olor emanó desde dentro. La comida enlatada es un alimento aceptado universalmente por la gente, pero la razón por la que Kazura había escogido la comida en lata sobre todo lo demás, había sido porque era su plato favorito. La comida dentro de la lata era apta para calentar simplemente colocándola en agua caliente. Si lo hacías bien, la comida podía calentarse de forma uniforme. “¡Guau…! ¡Qué olor más bueno! Tiene un aspecto delicioso.” Valetta también abrió una lata. Con el aroma, se le dibujó una sonrisa de oreja a oreja. “El olor es agradable. ¡Está delicioso!” – podían oírse las voces de los aldeanos en los alrededores. “Este es un tipo de pescado que se llama caballa. Se ha cocinado asándola en salsa. Es bastante sabrosa, ya lo veis.” “¿Esto es pescado? A pesar de que nosotros pescamos en el río y lo comemos de vez en cuando, nunca lo cocinamos así.” El río donde pescaban, ¿sería el mismo río al que fueron ayer? Y si este era un mundo diferente, ¿también pescarían con caña, red y similares? Le parecía curioso y decidió preguntar a cerca de ello. “Bueno… Cuando vais a pescar al río, ¿utilizáis caña de pescar?” “Aunque también utilizamos caña de pescar, es una pérdida de tiempo. Cuando el río deja de inundarse y se vacía, deja charcos. Nosotros cogemos los peces que se han quedado atrapados en ellos y los cocinamos asándolos en un fuego.” “Ah… Ya veo. Esa manera es mucho más eficiente.” Mientras los dos comían apaciblemente, conversando el uno con el otro, cada aldeano volvió al carrito para repetir plato. Mientras hacían eso daban su gratitud a Kazura, que estaba sentado al lado del carrito.
* * *
“Y ahora, ¿podríamos decir que hemos terminado por hoy? Continuaremos mañana.” – dijo Kazura. El sol ya estaba bajando tras los picos de las lejanas montañas. Descendiendo, iba tiñendo el claro cielo de un lujoso y profundo naranja rojizo. La luz del día se apagaría en dos horas, así que el trabajo ya estaba hecho por hoy. Tras escuchar a Kazura avisando el final de la jornada, los aldeanos respondieron uno a uno. Las herramientas que los pueblerinos habían usado para trabajar (las sierras, los cortadores de bronce y los martillos de madera) pertenecían al pueblo, así Kazura y Valetta iban a recogerlas para almacenarlas. “Deja que nosotros recojamos y guardemos las herramientas. El Señor Kazura y la Señorita Valetta deberían ser los que se vayan a casa primero.” Y así fue. A pesar de mostrarse un poco reacios, Kazura y Valetta habían trabajado sin descanso, así que les pedían que se marchasen los primeros como gesto de gratitud. “Vamos a aceptar tu oferta.” “Ah, sí. Volvamos entonces.” Kazura y Valetta dieron las gracias a los aldeanos, quienes decidieron limpiar las herramientas antes de devolverlas a la casa del alcalde. Justo cuando empezaron a caminar, Kazura vio de reojo cómo los aldeanos juntaban sus manos en señal de rezo. Sin embargo, lo ignoró, pensando que le estaba dando demasiadas vueltas al asunto.
* * *
En el camino de vuelta, Kazura escuchaba a Valetta hablando sobre los platos de pescado que se hacían en su aldea, y acerca de los cultivos que habían producido hasta ahora. Kazura observaba la apariencia de Valetta mientras hablaba felizmente acerca de su pueblo. Su cuerpo, que había sido solo piel y huesos, se estaba rellenando de una saludable capa de carne. Su condición nutricional había mejorado notablemente en los últimos cuatro días. ‘De todas formas, ¿es normal que en este mundo alguien se recupere tan deprisa?’ Kazura no sabía exactamente cuánto podía tardar en recuperarse la gente de un estado de inanición. A lo mejor, como habían estado pasando hambre durante mucho tiempo, las células de su cuerpo habían absorbido vorazmente todos los nutrientes que recibían. Aunque todavía no comprendía cómo docenas de personas moribundas habían podido recuperarse con una bebida energética. Al ignorar la respuesta, prefería dejar el tema a un lado. “Eh, esto... Señor Kazura, ¿ocurre algo?” Valetta había dejado de andar y, con un rubor incipiente en sus mejillas, miraba a Kazura con los ojos vueltos hacia arriba. Al parecer había estado mirando fijamente a Valetta durante demasiado rato. “N-no... Es solo que creo que tu complexión parece más saludable que antes.” Valetta lo miró desconcertada durante un momento, después de oír las palabras de Kazura. Entonces respondió: “Sí. Es todo gracias a ti, Señor Kazura.” La chica, ruborizada frente a él, le mostraba una sonrisa provocada por la felicidad en su corazón. Y de esa preciosa sonrisa, ahora era Kazura quien se ruborizaba. De poderla ver sonreír así, de alguna manera, un sentimiento de felicidad comenzó a abrirse paso lentamente a través de su pecho.