Volumen 2 Capítulo 47
Dos problemas VI
Traducido por Tars
Corregido por Zura
Editado por Tars
Corregido por Zura
Editado por Tars
“Desir, escuché que este no es tu único logro, que también estuviste involucrado en cambiar la comida por bolsas de arena, ¿es verdad?”
“Es eso correcto, mi señor.”
“Persuadisteis al jefe de cocina, Jefran, para que os diera acceso a los almacenes de alimentos, para así poder cambiar toda la comida por arena. Solo tengo una pregunta, ¿cómo?”
Era increíble. El almacén que allanaron los bárbaros tenía suficiente comida almacenada para alimentar a toda la ciudad durante un mes. No importa cuán pequeñas fueran las raciones, era imposible que tres personas lo movieran todo por sí mismas.
“No cambiamos toda la comida. Si su objetivo era el almacén de comida, no podrían llevar a demasiadas personas a su interior. Con una mano de obra limitada, había una cantidad limitada de alimentos que podrían cargar. Nuestro objetivo era cambiar todo lo que pensábamos que podían llevar.” – continuó Desir. – “En el transcurso de los dos últimos días, los tres trabajamos duro para cambiarlo todo. Incluso si conseguían adquirir comida, permitidles quemar nuestros almacenes no era una opción.”
El señor frunció el ceño al oír sus palabras.
“De hecho, con eso en mente, tenía la intención de engañarlos para que pensaran que todo el almacén no tenía nada más que arena. Para mantener la ilusión, solo dejamos comida en las cajas más cercanas a la entrada. A continuación, perforamos pequeños agujeros en la parte inferior de los sacos llenos de arena, para permitir que se filtrara. Para los bárbaros, cuando se dieron cuenta, pensaron que era una coincidencia. En ese momento, pensarían que sus planes habrían fracasado y solo querrían abandonar la ciudad de forma discreta.”
A medida que iba escuchando la historia de Desir, las arrugas se fueron formando en la frente del Señor.
“¿Fue necesario dejar la comida en la parte superior de las cajas mientras se rellenaba el resto de sacos agujereados con arena?”
“Era para asegurar que el engaño fuera un éxito. Un doble farol para que creyeran que habíamos adivinado todos sus planes.”
La intención de Desir era engañar a los bárbaros para que pensaran que cada caja estaba llena de arena.
“Revelar deliberadamente un truco solo para esconder otro en su interior. No gastaron ni un solo instante en revisar las cajas que estaban en el interior del almacén.”
El Señor de Evernatten asintió, aprobando los métodos de Desir.
“Ya veo… fue una buena estrategia. Los bárbaros perderían en ambos frentes: conseguir comida y quemar nuestros almacenes. Una última cosa, ¿Cómo supiste de la invasión de los bárbaros?”
“Nunca entenderías como me di cuenta.”
“¿Qué…?” – contestó el señor.
Los guardias prepararon automáticamente sus picas para ensartar a Desir y lo habrían hecho si su señor no hubiera levantado la mano para indicarles que se retiraran.
“Es porque no hay evidencias. Había recopilado esa información y analizado el comportamiento y la psicología de las tribus de bárbaros.” – explicó Desir.
“Expectativas… esperabas que lo hicieran. Moviste la comida, el alma de nuestra ciudad, ¿por un capricho?”
“Eso es correcto, mi señor. Con los barbaros esperando para invadirnos, tomamos las precauciones necesarias para proteger la ciudad.”
La expresión facial de Desir no hizo nada para traicionar su mentira. El aviso del sistema confirmó cualquier posible sospecha que hubiera tenido sobre ese asunto.
“En el caso de una invasión bárbara, todos los alimentos se consideran activos militares. La interferencia de las órdenes militares se considera traición y se castiga con la pena de muerte. Si los bárbaros no se hubieran infiltrado, ustedes tres habrían sido ahorcados hace mucho tiempo…”
Una pausa embarazosa se asentó sobre la habitación tras escuchar los graves cargos a los que se enfrentaban.
“Si ese hubiera sido el caso, lo hubiéramos aceptado voluntariamente.” – comenzó a decir Desir. – “Mi señor, en el pasado era un vagabundo y fui testigo de innumerables muertes. Entre todos ellos, ninguno tuvo un destino peor que los que murieron por inanición. Sus músculos se marchitarían, haciendo que únicamente sus huesos fueran visibles a través de su piel. Terminaban sin la fuerza necesaria para luchar y solo podían permanecer inmóviles hasta su último aliento. Esa es la verdadera inanición.”
Desir estaba hablando medias verdades. Nunca fue un vagabundo, pero si había presenciado innumerables muertes.
“Nadie entiende mejor que yo el significado de una comida caliente. El amor y el cuidado que se puede ofrecer con un simple pedazo de pan. La alegría que trae un tazón de sopa.”
Nunca podría olvidar su primera comida en la academia Hebrion tras su regreso. Para Desir, el pan duro y la sopa acuosa que se servía en la clase beta, era una comida digna de un rey. Tras años de sobrevivir únicamente con nada más que restos de monstruos, y de beber agua fangosa, era más de lo que podía pedir.
“Si los bárbaros hubieran tenido éxito, la comida hubiera sido saqueada de los almacenes y todo lo que quedaría se perdería entre las llamas. Imaginando la gran cantidad de personas que se hubieran muerto de hambre, no me arrepiento de nada. Para evitar esa realidad, apostaría mi vida muchas veces.”
Desir miró a Pram. El chico de pelo azul asintió con una mirada resuelta. Habiendo escuchado toda la historia, el Señor hizo una pausa, sumido en sus pensamientos.
“Por el bien de la gente…”
A través de la ventana, la nieve había comenzado a disminuir. Desir miró a su señor, esperando sus instrucciones. La intensa mirada del señor probó las reacciones de Desir y de Pram. Al final, suspiró y sonrió levemente.
“Has realizado un logro admirable. Se deben respetar las reglas, pero he perdido el deseo de castigarte.”
De repente, un fuerte sonido presionó contra la puerta.
“¡Fuera de mi camino!”
Se escuchó un gran zumbido dirigiéndose hacia la puerta y al abrirla se pudo ver a un hombre viejo de aspecto familiar, entrando en la habitación.
“¡Wilhelm! ¡No puedes hacer esto! ¡No han hecho nada malo!” – proclamó su viejo amigo, comenzando a rogarle.
Su típico bigote pulcro estaba despeinado y, su respiración demostraba sus prisas por llegar a la sala.
“¡No puedes sentenciarlo a muerte! Mover la comida fue su idea para prepararse contra la invasión bárbara. Si no fuera por ese niño, ¡estaríamos sufriendo una crisis alimentaria!”
El jefe de cocina no paraba de resoplar.
“Mira, al principio, no creí al chico, pero se ha hecho realidad.” – continuó con la mirada fija en su señor. – “Si quieres castigarlo, ¡también tendrás que castigarme a mí! Yo también moví la comida, ¡También cometí el crimen!”
“Estate tranquilo, Jefran.” – dijo Wilhelm.
“¿Parezco tranquilo? ¡Por favor! ¡Es demasiado bueno para morir! Por el honor de nuestra amistad de los últimos 20 años, ¡déjalo vivir!”
“Le daré dos razones para calmarse. Primero, me está hablando en público. Segundo, sus mayores temores no se harán realidad.”
Solo en ese momento, Jefran se paró a ver la situación. Desir le sonrió con torpeza, mientras Pram se encontraban en un estado de pánico, aunque parecía que su estado se debía a la repentina aparición de Jefran. Era una situación lo suficientemente amistosa como para estar hablando de la pena capital.
“Tú también…”
Pram asintió.
“Ja, ja, ja.”
Jefran soltó una carcajada y comenzó a rascarse la nuca.
“Ya veo. Entonces me excusaré.” – añadió mientras retrocedía hasta la puerta y la cerraba a sus espaldas.
A través de la puerta aún se podían escuchar el débil sonido de alguien hablando con los tres soldados que hacían guardia.
“¡Mis más profundas disculpas!”
El señor suspiró de forma ruidosa cómo si no supiera como proceder.
“Jefran es un viejo amigo mío. ¿Les importa si pretendemos que nunca vimos esto?” – continuó tras una pequeña pausa. – “Pram Schneider, por la presente, te nombro caballero de Evernatten.”
“Yo, Pram Shneider, por la presente, juro mi lealtad al dominio de Evernatten.” – contestó inmediatamente Pram, arrodillándose frente a Wilhem, jurando su fidelidad.
“Y Desir Arman…” – dijo volviéndose hacia Desir. – “Posees intelecto y coraje. Esas son cualidades útiles en un hombre. Me disculpo por interrumpir su trabajo y desatender su opinión.”
“En absoluto, mi señor.” – contestó Desir, arrodillándose frente a Wilhelm.
“Habías hablado de ayudarme con mi trabajo. A partir de ahora, por favor, hazlo y asesórame en asuntos formales. Posees las calificaciones para hacerlo.”
Has completado con éxito la misión: Asalto.
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La impresión del Conde Wilheim sobre ti ha aumentado a: Confianza.
Has sido ascendido a Asistente personal.
Podrás aprender información detallada sobre el patrimonio de la familia.
En caso de emergencia, puedes movilizar las fuerzas del dominio en nombre del señor.
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Las recompensas por la misión fueron generosas. Desir y Pram compartieron una sonrisa mientras desplazaban el indicador.
“Mi señor, el capitán de los caballeros ha llegado.”
“Que entre.”
Cuando se abrió la puerta, un cabello familiar de color plateado apareció ante Desir. Era una belleza altiva.
“Dejadme presentaros a todos al capitán de mi guardia. También ha contribuido a la última batalla. Es la líder de los caball…”
“¡Ajest!”
“¡Señorita Ajest!”
Wilhelm estaba sorprendido de que ya se conocieran. Al verlos, Ajest les dio una mirada de reconocimiento.
Misión principal: La supervivencia de Evernatten
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Resuelve los dos problemas que aquejan el domino de Evernatten.
1. Los bárbaros.
2. Los vagabundos.
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Misión secundaria: Los bárbaros
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Progreso de la misión: 42,4%
El líder de la tribu Hawk, Garra Sangrienta ha sido capturado.
Sin un campeón que los guíe, los bárbaros no podrán invadir Evernatten durante mucho tiempo.
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Misión secundaria: Los vagabundos
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Progreso de la misión: 30,9%
El número de crímenes se ha reducidos y la seguridad se mantiene estable.
Los habitantes del territorio se sienten seguros al caminar por las calles.
Los vagabundos no pueden cometer ningún crimen debido a una estricta supervisión.
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