Capítulo 5
Que comience el viaje
Traducido por Thornapple
Corregido por DaniR
Editado por Tars
Corregido por DaniR
Editado por Tars
El sonido metálico del tenedor que Madre había dejado caer en su plato interrumpió el silencio.
“¿Qué? ¡Reynolds! ¡Arthur todavía no ha cumplido ni cuatro años! ¡No! Además, dijiste que si nuestro hijo era un potenciador, ¡podrías enseñarle!” – Madre hablaba con una evidente desesperación.
“Es que nunca habría podido creer que nuestro hijo fuera tan prodigioso en la manipulación del maná. ¿Acaso has escuchado de alguien que despierte a los tres años?” – Padre le respondió manteniendo la calma.
“¡Pero eso significa que tendrá que irse de casa! ¡Solo tiene cuatros años, Reynolds! ¡No podemos permitir que nuestro bebé abandone su hogar tan pronto!
“Es que no lo entiendes. Cuando lo veo meditar, no puedo evitar sentir que todo esto es natural para él. Alice, cariño, solo estoy frenando a mi hijo enseñándole algo que puede hacer incluso dormido.”
Y así empezó la discusión de mis padres. Una y otra vez, repetían sus opiniones; Madre decía que todavía era demasiado joven, y Padre continuaba diciendo que no podían frenarme para que pudiera alcanzar mi máximo potencial: bla, bla, bla.
Mientras tanto jugaba con mi comida a las guerras: los guisantes atacaban en nombre del Imperio Materno, mientras que La Nación Paterna de las zanahorias intentaba desesperadamente defender sus tierras. Finamente, ambos se calmaron y Padre me miró.
“Art, esto te concierne, así que también tienes que opinar. ¿Qué te parecería ir a una gran ciudad y tener un mentor ?
Fantástico… Agradecía el esfuerzo de intentar hacer esto de forma justa, aunque no creo que se diera cuenta que le estaba pidiendo a un niño de solo cuatro años que tomara una decisión que cambiaría el resto de su vida. Tratando de terminar esta pequeña discusión, les dije:
“Al menos podría intentar conocer a algunos tutores y que vean si es que necesito su ayuda, ¿no os parece?”
Silencio.
¿Acaso había dicho algo mal? ¿Se suponía que a mi edad no debería hablar de esta forma? ¿O se habrían molestado porque no había escogido ningún bando? Ya que no tenía mucha confianza de poder mantener mi cara de póker, miré hacia abajo y esperé su respuesta. Afortunadamente, no tenían en mente ninguno de mis temores. Madre finalmente habló.
“Al menos, su núcleo y canales de maná serán puestos a prueba. Desde ahí podemos decidir qué hacer.” – murmuró en voz baja.
Como Padre estaba de acuerdo, al día siguiente comenzamos con los preparativos. Con lo que había dicho anoche, asumí que iríamos a alguna ciudad o pueblo cercano, con al menos un día de viaje máximo, para que algún mago calificado me pusiera a prueba. Vaya, qué equivocado estaba. Estábamos haciendo preparativos para un viaje de tres semanas. Se trataba de un viaje en un carruaje tirado por un par de caballos, a través de la Gran Montaña para llegar a una ciudad llamada Xyrus.
En mi mente apareció un libro que había leído. Recordaba haber leído acerca de un pedazo de tierra flotante que había sido construida por una organización de conjuradores de élite, con el único propósito de albergar a la más prestigiosa Academia de Magos. Más tarde se construyó una ciudad alrededor de la academia; tanto la ciudad como la academia fueron nombradas como el líder de aquella organización, Xyrus.
¿Cómo era posible mantener un pedazo de tierra, de cientos de kilómetros de largo, flotando? ¿Magnetismo? Entonces la tierra bajo la ciudad también se vería afectada. ¿Acaso la ciudad también tenía su propio campo gravitatorio?
¡Como sea!
El viaje sería largo. En momentos como ese deseaba que existieran formas de transporte modernas. Para poder llegar a la ciudad debíamos entrar por un portal de teletransportación designado en la Gran Montaña, si no lo hacíamos, fácilmente nos llevaría meses cruzar todas las ciudades para llegar hasta el portal bajo la ciudad, la cual flotaba cerca de la frontera del Reino Sapin y el Reino Darv.
Una de las razones por las que Padre nos había presionado para realizar este viaje era porque sus antiguos compañeros de aventuras se habían detenido hacía poco y se dirigían hacia la ciudad de Xyrus. Ir con ellos significaba que estaríamos acompañados de tres potenciadores y dos conjuradores, junto a Madre, que era una rara Curandera, y Padre, un potenciador de rango B. Si bien en las montañas no había bestias de maná, había bandidos muy peligrosos y animales salvajes.
Mientras mis padres se encargaban de prepararse para todas las necesidades, empaqué mi espada de madera y dos libros para el viaje: ‘La Enciclopedia de Dicathen’ y ‘Principios para la Manipulación del Maná’. A mediodía ya estábamos listos para partir.
Después de atar mi mochila, con mis libros y un par de bocadillos y poner mi espada de madera en la cintura, agarré la mano de Madre y seguí a mis padres para reunirme con sus antiguos compañeros de grupo. Aunque había oído de ellos de vez en cuando por Padre, nunca había ido a la casa mientras estaban reconstruyéndola, así que esta sería la primera vez que los veía. Por la información que había aprendido de Padre acerca del grupo, eran conocidos como ‘Los Cuernos Gemelos ’, y estos eran sus integrantes:
Helen Shard: mujer potenciadora, especializada en arquería mágica.
Adam Krensh: hombre potenciador, cuya arma principal era la lanza.
Jasmine Flamesworth: mujer potenciadora, que se había especializado en velocidad con las dagas dobles.
Angela Rose: mujer conjuradora, especializada en magia de aire .
Durden Walker: hombre conjurador, especializado en magia de tierra.
Llegamos a la posada en la que se hospedaban en Ashber y vimos que estaban fuera, cerca de los establos. Padre, mientras abrazaba a sus ex-compañeros, exclamó:
“Compañeros, ¡quiero que conozcáis a mi hijo, Arthur! ¡Vamos Art, preséntate!”
Me presenté dándoles una media reverencia mientras los miraba.
“Hola. Padre me ha contado muchas cosas buenas de los miembros de Los Cuernos Gemelos. Gracias por acompañarnos hasta Xyrus. Estamos en vuestras manos .”
“¡JA, JA, JA! ¿Qué es esto? ¡Qué modales! ¿Estás seguro que es tu hijo, Rey?”
El que respondió era el portador de la lanza, Adam. Mirándolo de cerca, parecía del tipo enérgico y hablador. Era bien parecido, tenía el pelo de un rojo brillante atado en forma de coleta y al final estaba todo desordenado, casi como una llama, y un par de mechones que se escapaban de su coleta. Me recordaba a un vagabundo. Sus ojos eran brillantes y casi parecían reír todo el tiempo. Lo primero que noté fue la cicatriz en su nariz, que cruzaba ambas mejillas.
Sentí como alguien me levantaba.
“Auuuu… ¿No es una preciosidad? Reynolds, deberías alegrarte de que no se parezca a ti.”
Alejé mi rostro de lo que parecía ser una trampa mortal de relleno de espuma antes de que me asfixiara en sus pechos gigantescos y miré a la mujer que intentaba matarme. ¡Vaya, qué guapa era! Quiero decir, aunque no era tan bonita como Madre, emitía un tipo de aura de ‘princesa real’ con su larga cabellera rubia que se ondulaba al final y esos radiantes ojos verdes que se inclinaban un poco. Justo cuando mis manos ya no aguantaban más y mi rostro estaba a punto de volver a entrar a las colinas abisales gemelas, un par de manos fuertes me agarraron por la mochila que llevaba en la espalda, alejándome de la mujer bien dotada.
“Angela, lo estás lastimando.” – gruñó una voz grave.
Mientras tanto, yo estaba colgado como un gato que era llevado por su madre por el cuello, incapaz de moverme. Mis ojos se quedaron fijos mirando al gigante. Fácilmente pasaba los dos metros de altura y tenía un bastón atado a su espalda. El gigante me bajó al suelo cuidadosamente y arregló mi ropa con un gesto de amabilidad.
¡Qué gentil!
Me imaginé cabalgando en sus hombros como si fuera un poderoso corcel por todo el camino. Lo miré y mis ojos se abrieron mientras reflexionaba. Tenía unos ojos achinados y sus cejas se inclinaban hacia abajo, dándole un aspecto inocente en comparación con su enorme cuerpo que pasaba los dos metros. El corto pelo negro y desaliñado que tenía le daba un aspecto por completo como el de un perro peludo.
Limpiándome el polvo de mi ropa, me giré para ver a la mujer que parecía ser la más joven. Tenía un pelo negro y liso, en la mitad tenía atada una cinta roja, y emitía un aspecto cortante con sus labios y ojos entreabiertos, que la hacían parecer algo brusca.
“¡Ummm!” – asintió ligeramente y se dio la vuelta.
¡Ah…! Una mujer de pocas palabras. Encantadora. Mis ojos se fijaron en ella mientras se alejaba hacia el establo. Pude ver que portaba dos dagas cortas atadas a su espalda baja, justo sobre sus caderas.
El último miembro de Los Cuernos Gemelos era Helen Shard. Me dio unas palmaditas en la cabeza y me sonrió de forma encantadora. La palabra que más puede describirla sería ‘afilada’. Con sus afilados ojos, nariz respingada, finos labios rojos, y un pecho plano, casi como el de un chico, con el pelo hasta los hombros y atado firmemente. No podía evitar quedar encantado con el carisma que exudaba. Parecía emitir: ‘Podemos hacer cualquier cosa si lo creemos’ por cada poro de su cuerpo y esto la hacía brillar. Vestía una ligera armadura de cuero que cubría su plan… Quiero decir, pecho, y tenía un arco y flechas atados a su espalda; no pude evitar compararla con un elfo, pero rápidamente me olvidé de ese pensamiento al ver que sus orejas eran redondeadas.
Con la ayuda de un poco de maná para reforzar mis piernas, salté al fondo del carruaje. Últimamente, había aprendido a usar el maná para reforzar mi cuerpo. Por miedo de que a mis padres les diera un ataque al corazón no había probado cuán capaz era, pero cada vez se me hacía más natural dirigir el maná de mi núcleo hacia mis canales de maná.
Después de que terminamos de cargar todas las necesidades para el viaje en dos carruajes, los atamos a lo que creía eran caballos. Resultó que en este mundo habían domesticado a unas bestias de maná llamadas skitters para poder transportarse. Se trataba de lagartijas gigantes, con púas en sus lomos y poderosas garras. Eran monstruos de rango B, mucho más eficaces y más caros que los caballos.
¡Que comience el viaje!
* * *
Al caer la noche, la montaña que una vez parecía lejana ahora se había vuelto el doble de grande. Me pregunto cómo de grande será la Cordillera de la Gran Montaña cuando lleguemos a su inicio. No hace falta decir lo emocionado que estaba por salir del pequeño puesto de avanzada llamado Ashber, el cual era mi pueblo natal.
Eventualmente, nos detuvimos para armar un campamento cerca de un pequeño cúmulo de piedras. Era un buen lugar, ya que las rocas bloqueaban todo el viento y había muchos restos de ramas caídas que podían ser usadas para la fogata.
Lo que más detesto de este cuerpo es la cantidad de tiempo que necesita dormir. Había dormido casi todo el camino y después de un par de horas me sentía nuevamente con mucho sueño.
Tras levantar un par de tiendas alrededor del fuego, mis padres empezaron a hablar de los viejos tiempos con Los Cuernos Gemelos cuando Helen se sentó a mi lado y me dijo despreocupadamente:
“He oído de tus padres que eres una especie de genio mago… ¿Es verdad que ya has despertado?”
Sin saber cómo responderle, simplemente le dije la verdad. Me preguntó cómo me había sentido cuando había despertado y de qué color era actualmente mi núcleo de maná. En ese momento, un par de oídos curiosos reaccionaron mientras Adam preguntaba:
“Oye, Reynolds, ¿te importa si pruebo un poco al pequeño Art?”
Si hubiera podido intervenir, podría haber dicho: ‘Tal vez pelear con alguien que no tiene mi edad no es una buena idea, ya que los mayores logros de un niño de tres años son subir y bajar escaleras alternando los pies, caminar en círculos, y si tiene buena coordinación, equilibrarse durante unos segundos sobre un pie’. Pero aquí nadie pensaba en ese tipo de cosas. Mis padres parecían algo dudosos al principio.
“Está bien, pero ten cuidado. Todavía no he tenido la oportunidad de enseñarle a pelear apropiadamente. Solo hemos hecho ejercicios suaves de fuerza y maná.” – dijo su padre, confiando en su viejo camarada.
Adam se levantó de su improvisado asiento de madera y miró alrededor hasta que encontró un palo pequeño con el quedo conforme.
“Pequeño, ven. Ja, ja. ¡Veamos de qué estas hecho!”