viernes, 26 de abril de 2019

G4L Capítulo 21

Arco 3 Capítulo 21
El dilema de la señorita
Traducido por Kasahara y Tars
Corregido por DaniR
Editado por Tars

“Vaya. Así que esto es una moneda de plata de 100 Ar. Es la primera vez que veo una.” – dijo Myra. Incomodado por la niña, que quería ver la moneda, Kazura le dio una de las veinticinco que había recibido de la anciana. Las monedas de 100 Ar eran redondas y más grandes que las de cobre de 1 y 10 Ar. Estaban hechas de plata y talladas con pequeños detalles. Cuando Myra recibió la moneda, jugó con ella tocándola y mordiéndola para comprobar su dureza. Kazura observó a la pequeña de reojo, y después volvió a la conversación con la anciana, quien con una expresión seria en su rostro, contemplaba la luz reflejándose a través del cristal rojizo que había recibido hacía un momento. “Ahora bien, señora. Tengo una propuesta.” – dijo Kazura. “Ah... No le contaré a nadie de dónde he sacado esto, tampoco preguntaré cómo lo has conseguido. Si hay una próxima vez y si el precio es el apropiado, compraré los bienes que traigas.” “Veo que comprendes rápido...” – contestó Kazura. La señora mayor, que todavía observaba la nueva adquisición, hablaba con tono de indiferencia, como si comprendiese todo lo que Kazura quería explicar. El hombre se sorprendió un poco por su comentario ya que todavía no había comentado nada, pero el contenido de su propuesta era exactamente lo que la tendera le había dicho. Apreció que la conversación concluyese tan rápido. “Cuando sacaste esa piedra de tu bolsa, te tomaste tu tiempo para escogerla, ¿verdad? ¿Has traído más artículos? Al igual que las ocarinas de antes, llevas cosas bastante caras, aunque tu apariencia sea la de un aldeano común. No creo que todo eso lo hayas conseguido de una forma limpia, ¿no es así?” “No, no he hecho nada de forma ilegal.” – aclaró Kazura. Al escuchar a la anciana hablar como si él fuese un ladrón y hubiera estado robando de algún lugar, Kazura sintió la necesidad de explicarse. “Ah... No estoy interesada en saber cuáles son tus fuentes. Mientras saque un beneficio, no se lo contaré a nadie.” – dijo la señora mayor mientras cambiaba su mirada del cristal a Kazura, sonriendo ampliamente. Kazura se ofendió al sentirse juzgado como si fuese un villano. Pero tampoco podía contarle a la mujer la verdad, por lo que no pudo aclarar el malentendido. En cuanto a la pieza de bisutería y las ocarinas que había traído y que podrían venderse por una suma considerable, llamaría la atención si las vendiese en cualquier otro lugar, así que, si era posible, prefería venderlo todo en el mismo establecimiento. La anciana había intentado timarle con el precio de las ocarinas, y aunque finalmente tuviese una percepción de riesgo, era bueno que le hubiesen intentado engañar ahí y poder reflexionar sobre el pensamiento optimista que había tenido hasta el momento. “¿Hablas en serio?” – Kazura respondió de forma adecuada. La anciana colocó la joya en el estante más cercano y se volvió hacia él. “Entonces, las mercancías que llevas en esa bolsa, ¿también quieres venderlas? No voy a estafarte así que puedes relajarte.” – dijo la señora mayor mientras frotaba su mano y dibujaba en su cara una agradable sonrisa. Kazura dejó escapar un suspiro. “Por desgracia es lo único que he traído hoy. Además, si llevase más cosas encima y te las enseñara, ¿eso no significaría que soy un completo idiota?” “Oh, me alegra que lo entiendas. Es bueno que no seas un completo idiota.” – respondió la vendedora. Al escuchar la respuesta de Kazura, la anciana respondió mientras sonreía, sin embargo, continuó con su discurso. “Estás muy indefenso en todo. No sé si ha sido cuestión de suerte o no, pero es bueno que la primera tienda a la que has entrado haya sido la mía. Si enseñas esa joya tan cara vistiendo como si fueras un aldeano común y corriente en otro lugar, sospecharían de ti y llamarían a los guardias. Y eso no es nada divertido. Si la hubieras sacado en alguna tienda administrada por miembros de la familia del funcionario del gobierno, entonces habría acabado todo muy rápido. En esta ciudad hay muchos funcionarios que no están de acuerdo con este tipo de cosas.” “Gracias por la advertencia…” – dijo Kazura. Aunque era algo molesto ser sermoneado por la misma persona que había querido engañarle, era un buen aviso. Kazura se sintió abatido y dejó caer sus hombros. La anciana, que miró al hombre, suspiró por un rato antes de gritar hacia el interior de la tienda. “Señorita, si no utilizas mi llave no podrás abrir ese armario. Y aunque la comparases con las monedas de ese estante, el dinero que le he dado a tu compañero es real, por lo que no debes preocuparte de nada.” Al oír las palabras de la anciana, Kazura se sobresaltó y miró al interior del local. Sin que nadie se diese cuenta, Myra se había metido hacia el fondo tratando de tirar del asa de un armario donde la señora sacaba el dinero. La niña, sorprendida por la llamada de atención, sacudió sus hombros inmediatamente, pero como si todavía dudase sobre la autenticidad de la moneda de plata de 100 Ar, miró a la anciana con desconfianza. La expresión juguetona que había estado mostrando al llegar, cambió a una mirada de hostilidad hacia la señora. Incluso Kazura se sorprendió con la actitud de la niña. La anciana sacudió su cabeza insatisfecha y sacó una llave de uno de los bolsillos de su pecho. Se dirigió a la cerradura del estante que Myra había tratado de abrir. “Comprueba todo lo que quieras hasta que estés satisfecha. Juro por el señor Gaielsior que no es dinero falso.” Tan pronto como la anciana dijo eso, Myra comenzó a comparar a fondo la moneda de plata de 100 Ar en su mano con las monedas del estante. La señora prestó atención a la niña. “Dios mío, esta niña está muy bien enseñada. ¡Necesitas ser más como ella!” – dijo la anciana mientras le arreaba una buena bofetada a Kazura. “Lo grabaré en mi corazón...” – dijo el chico mientras agachaba la cabeza.
* * *
“Odio a esa anciana. ¡No puedo creer que se haya atrevido a engañar al señor Kazura!” Tras salir de la tienda de la señora mayor, Myra escupió sus sentimientos con una mueca de descontento dibujado en su rostro. Mientras la niña comprobaba las monedas hasta estar satisfecha con ellas, Kazura compró los clavos en ese mismo lugar. Tal vez porque se sentía observada por la mirada de desagrado de Myra, la anciana, incómoda, les vendió doscientos clavos por 40 Ar mientras decía: “Espero que podamos hacer buenos negocios de ahora en adelante.” También fue al interior de la tienda y trajo consigo una pequeña bolsa de tela con dulces horneados. Aunque la había ido a buscar con la intención de bajar los humos a la pequeña, no sirvió de nada. De todos modos, aún disgustada, Myra no rechazó la bollería. “Sí, no es nada bueno engañar a la gente. También fue culpa mía por no haber hecho nada al respecto.” – respondió Kazura. “No ha sido tu culpa. ¡La que tiene la culpa es esa señora que te ha tomado el pelo!” – replicó la niña, que realmente no podía perdonar a la anciana mientras miraba a Kazura con los ojos llorosos. Cuando el chico intentó calmar a la alterada niña, vislumbró la figura de Lodurr y Tana viniendo hacia él con el rabillo del ojo. En lugar de leña y piel, llevaban una bolsa de tela. Por lo visto, habían terminado con sus negocios. “Ey, Myra, tu padre y tu madre están allí. Parece que han terminado con sus tareas.” Al oír esas palabras de Kazura, la tristeza en el rostro de Myra se esfumó rápidamente, dibujando una expresión alegre en su cara. “¡Ah, es verdad! !PA-DRE...! ¡MA-DRE!” La niña comenzó a correr mientras llamaba a sus padres en voz alta. Kazura agradeció que apareciesen de forma tan oportuna. Caminaba detrás de la niña, pero de repente alguien apareció por un costado y se golpeó la cabeza contra la nariz de Kazura. El chico cayó de espaldas por el impacto. “Auch...” – s e quejó Kazura. “¡Lo siento mucho! No estaba mirando hacia adelante... ¡Uff...! ¡Qué dolor!” – comentó una misteriosa doncella. “Espera un momento, Ayla, ¿qué has hecho?” – replicó una misteriosa chica rica. Kazura se tocó la nariz mientras buscaba el origen de esa voz. Una joven con traje de sirvienta se frotaba la cabeza y gemía de dolor. Junto a ella estaba una chica preciosa, que vestía un traje blanco de alta calidad, y con una expresión nerviosa corría al a ubicación de Kazura. “¡Por favor, disculpa lo que mi doncella te ha hecho! Estaba mirando a un niño que iba corriendo, se ha despistado y ha chocado contigo... ¿Estás bien?” “¿Eh? Ah, no, estoy bien, no te preocupes por mí.” Sin preocuparse de que el dobladillo de su vestido se ensuciase, la chica se agachó en aquel lugar con una expresión de profunda preocupación en su cara, y colocó su mano en su hombro. Kazura se quedó perplejo. Sin tener que analizarlo mucho, en comparación con las otras personas en el área, su atuendo era de mejor calidad, incluso iba acompañada por una asistente. Debía de ser una muchacha de alto estatus, así que era muy sorprendente ver cómo se preocupaba de una persona humilde como él. Además, como la chica era muy bonita, Kazura se sintió todavía más avergonzado. “Se te ha caído el contenido de tu bolsa. Ayla, ayúdanos a recogerlo.” “S-sí, lo siento muchísimo.” – respondió la criada. Al oír lo que decía la chica, Kazura miró al suelo y se puso pálido. Al caer de espaldas, la bolsa se había abierto y gran parte de su contenido había caído al suelo. Sin embargo, lo que había salido de la bolsa eran objetos que había guardado deliberadamente en la parte superior del contenedor, por si alguien quisiera inspeccionarlo. En principio se trataba de cosas como una olla de bronce o una taza de cobre. Lo otro que había traído de Japón, como la comida enlatada o la linterna, lo había colocado en el fondo de la bolsa, de modo que ninguno ellos había caído al suelo. Kazura recogió su equipaje a toda prisa y puso las cosas que las dos chicas recogieron en su bolsa. “Ay, tengo algo debajo de los zapatos.” – dijo la chica adinerada. Cuando Kazura respiró aliviado después de colocar todas sus cosas en la bolsa, la chica recogió algo cerca de su pie... Era un mechero. “Pe… ¡Perdón! Eso también es mío.” “¿Ah sí? Bueno entonces te lo devuelvo... Pero... ¿Qué es?” – se interesó la chica. Cuando la muchacha iba a entregarle el objeto a Kazura presionó una extraña abolladura (el interruptor de encendido) que ella consideraba extraña. De repente, el encendedor se prendió espléndidamente. Era un botón muy ligero, la salida térmica estaba puesta al máximo para encender la leña, por lo que la llamarada que se originó tenía un tamaño bastante considerable. La chica se sorprendió por el fuego que salió, quitó la mano con un sobresalto y dejó caer el artilugio al suelo. Su sirvienta, Ayla, también se sobresaltó por la llamarada. “¡Señorita Liese!” – exclamó la doncella. Varias personas se aglomeraron para mirar con curiosidad al grupo de Kazura, y desde el medio de ellos, dos jóvenes con ropas comunes corrieron hacia Liese, quien se retractó de su sorpresa. Aunque estaban dentro del pueblo, llevaban una espada colgando de la cintura. “Señorita Liese, ¿está bien?” “¿Eh? El fuego… Eh...” – respondió la chica. “Bastardo, ¿qué has hecho? ¡No te muevas!” Kazura trató de levantar el encendedor que Liese había dejado caer al sorprenderse. Pero uno de los hombres le retorció el brazo de inmediato y lo contuvo. Tal vez esos hombres eran los guardias de Liese, que la seguían de incognito. “¡Ay! Yo… yo no he hecho nada. ¡En serio!” – exclamó Kazura. Justo como era de esperar, la chica era una noble de alto estatus. Kazura trató de explicarse mientras maldecía su suerte. Si hubiese recogido el encendedor, la cosa no habría acabado de esa forma. Deseó que no lo tratasen como a un criminal, porque si lo hacían, seguramente inspeccionarían todas sus pertenencias para después encerrarle e interrogarle a cerca de todos esos objetos. ‘Adiós a mi vida relajada en la aldea de otro mundo.’ Kazura comenzó a anegarse en su pesimismo, cuando Lodurr y los demás se acercaron apresuradamente por detrás de Liese. “Um... ¿Mi compañero ha cometido algún error?” – Lodurr llamó la atención al hombre que le retorcía la mano a Kazura. El guardia lo fulminó con una mirada. “¿Qué? Así que tienes escoria como amigos, ¿eh? Este tipo ha intentado hacerle daño al a hija del señor Narson. Vamos a investigaros a todos, así que también vais a venir a la sala de guardia.” “¡Espera un momento! ¡Este chico no me ha hecho nada!” – aclaró Liese. “¡Es verdad! Ha sido culpa mía en realidad. Me he chocado con él, pero no ha hecho nada malo.” – explicó la doncella. Aunque Lodurr se sorprendió por un momento cuando escuchó las palabras ‘Hija de Narson’, inclinó la cabeza inmediatamente y formuló una disculpa, a pesar de que estaba en una posición difícil ya que le estaban agarrando la mano. Aun así, ambas disculpas fueron desestimadas. El guardia sacó una cuerda de su cintura y trató de contener a Lodurr y al grupo que aún intentaba persuadirlos sin éxito. Al ver esto, Liese y Ayla se abrieron paso entrando en pánico. Hasta ahora, Liese sabía que el soldado de su padre la estaba siguiendo, pero esa era la primera vez en la que se dejaba ver personalmente. “Sin embargo...” – dijo el guardia. “¡Libera a ese hombre! ¡No me hagas decírtelo dos veces!” – exigió Liese.
“De acuerdo…” La orden que emitió Liese hacia esos guardias sonó de manera imponente. El hombre soltó a regañadientes a Kazura. Lodurr, al ver que Kazura había sido liberado, se inclinó en una profunda reverencia. Kazura y los demás imitaron a Lodurr y se inclinaron profundamente hacia Liese. “Señorita Liese, muchas gracias. Con esto nos despedimos. Por favor, acepte nuestras disculpas.” – dijo Lodurr. “¡Ah! Por favor, esperad. La cosa que había en el suelo, lo del fuego...” – preguntó Liese. La chica quería saber más acerca del encendedor, por lo que buscó en sus pies, pero el misterioso objeto ya no estaba ahí. Lodurr llamó una vez más la atención de la confundida noble para disculparse, y después empujó la espalda de Kazura para caminar hacia la salida de la plaza.
* * *
“Señor Kazura.” – dijo Myra. Cuando se separaron a cierta distancia del grupo de Liese, Myra le dio algo a Kazura. En su palma estaba el encendedor. Mientras discutían con el grupo de Liese, Myra lo había recogido sigilosamente del suelo. Kazura comprobó con una mirada de reojo lo que le estaba enseñando y luego, tras cogerlo de su mano, lo volvió a poner dentro de su bolsa. “Gracias, realmente me has ayudado.” – dijo Kazura mientras acariciaba amablemente la cabeza de Myra. “¡Ja!” – contestó encantada mientras le daban palmaditas en la cabeza para, a continuación, tomar la mano de Kazura con una sonrisa de satisfacción. “Eso ha sido realmente peligroso; si no hubiera sido por la amabilidad de la señorita Liese, ¿qué habría sido de nosotros?” – dijo Lodurr. “La señorita Liese… Hace un rato, el hombre que me retorcía el brazo dijo que era la hija del Señor Narson.” – comentó Kazura a Lodurr. “Aunque la señorita Liese aún es joven, había oído rumores acerca de que ella es realmente amable y benevolente con los plebeyos como nosotros. Pero después de verlo directamente puedo ver que es cierto. Como se esperaba de la hija del señor Narson.” – respondió asintiendo con la cabeza. Se sentía aliviado. “He escuchado que muchos hombres influyentes de su entorno intentan cortejarla, dado que la hija de la Casa de Estelle no solo es popular, sino que también es muy hermosa. Pero nunca se queja, aunque tantas personas vayan a molestarla. Además, aunque todavía es joven, parece que su habilidad con la espada y la lanza son encomiables.” – añadió Tana. Lodurr y Tana fueron diciendo elogios sobre Liese mientras caminaban. A su lado, Kazura asintió como si estuviera diciendo, ‘Ya veo.’ “Ju, ju, ju, ju, aunque hay un dicho que dice que ‘El Cielo no da dos regalos’, existe una persona tan increíble como ella.” – dijo Kazura. “¿El cielo no da dos regalos?” – preguntaron Lodurr y Tana a la vez. Tras escuchar el proverbio de Kazura ambos estaban confundidos. “Se dice que el cielo no le da a un solo hombre demasiados talentos o méritos. Es un proverbio de mi país.” – respondió Kazura. Mientras iba hablando con el grupo de Lodurr, se encontraron a Valetta parada en la entrada de la plaza. “Así que estáis todos juntos. ¿Has comprado los clavos con éxito?” – preguntó Valetta al encontrarse con el grupo de Kazura mientras los saludaba moviendo la mano y caminaba para encontrarse antes con ellos. “Sí, he comprado doscientos clavos. Con esto podremos construir la rueda hidráulica.” – respondió Kazura. Al escuchar las palabras de Kazura, Valetta sonrió aliviada. “El señor Kazura vendió la gema que trajo por 2.500 Ar.” – dijo Myra. “¿Eh?” – dijo Valetta. “¡Ah! ¡No lo digas en voz alta!” – respondió Kazura en pánico mientras ponía su mano sobre la boca de Myra para impedir que siguiera hablando. Al final, ante las miradas de asombro del grupo de Valetta, comenzó a dar una explicación sobre los eventos que habían ocurrido dentro de la tienda.
* * *
Ese mismo día, por la noche. En una hermosa habitación iluminada por la luz de las velas, Liese y sus padres estaban cenando. Era una habitación de aproximadamente 12 tatamis y había sido asignada por Narson como el comedor para su familia. Una alfombra de piel estaba extendida sobre el suelo, y en la pared había una chimenea apagada. La única ventana de la habitación estaba abierta y desde allí se podía ver un patio iluminado por una lámpara con velas. Aunque estaban en verano, la brisa fresca que entraba por la ventana era cómoda y la música que tocaban los insectos estaba creando un ambiente agradable e indescriptible. La mesa donde las tres personas estaban tomando su comida no era demasiado grande, aunque todavía había espacio suficiente para poner la vajilla para otras dos personas. El menú para esa noche estaba formado por un pescado de río asado que había sido rociado con sal, verduras y una sopa de habas. También había pan y unas frutas se habían cortado como postre. Además, se servía un salteado de carne con verduras en un plato grande que estaba situado en el centro de la mesa. “Liese, de la multitud de hombres que te cortejan cada mes, ¿has encontrado algún hombre de tu agrado?” – preguntó Narson. Al escuchar a su padre hacerle una pregunta mientras llevaba el pescado con el tenedor a su boca, Liese dejó escapar un suspiro dentro de su corazón. “No… Las personas que han venido a conocerme son todas maravillosas, sin embargo, todavía no he considerado a ninguno para un matrimonio…” – respondió mientras hacía el esfuerzo de poner una pequeña sonrisa de preocupación. “Bueno, seguro que un buen hombre que te agrada aparecerá pronto. Si encuentras alguno no me importa si es un noble o un plebeyo. Sin embargo, le cargaré con todas las tareas de la Casa Estelle.” – dijo Narson sonriendo mientras asentía con la cabeza. ‘¿No estás haciendo eso con Isaac?’ – refunfuñó Liese dentro de su corazón. Pero hacia afuera sonrió como si dijera: “Muchas gracias”. A Liese no le importaba si era un plebeyo o si tenía que casarse con un noble. Si fuera la hija de otro noble, no tendría otra opción más que tener un matrimonio forzado con una persona que sus padres eligieran arbitrariamente y Liese estaba agradecida de no encontrarse en esa situación, pero si era posible le gustaría casarse con una persona rica. Eso no significaba que Liese viviera una vida de pobreza hasta ese momento, pero si se la comparaba con los otros nobles o la familia real, su vida carecía de colorido. De todos modos, era un sentimiento complejo. La ropa que usaba en privado o la habitación para recibir invitados era hermosa. Sin embargo, vivía una vida donde necesitaba controlar todos los gastos innecesarios tanto como podía. Desde la guerra de hacía diez años con Balveil, la casa Estelle se había visto inmersa en una situación financiera que empeoraba cada día y, por ese motivo, era necesario tener una vida frugal. Vivir una vida refinada era un sueño dentro de un sueño. Cuando su padre la llevó a la capital real, hacía cuatro años, para asistir a una conferencia de señores feudales, pudo ver por primera vez el estilo de vida elegante de la familia real y del resto de nobles. Había recibido una gran conmoción tras su viaje a la capital. Aunque en aquel entonces solo tenía diez años, la belleza de Liese ya había sido apreciada por muchos nobles, que hicieron el esfuerzo de saludarla y conocerla. Además, la convicción de la gente de que Liese se convertiría en una hermosa mujer dejó una gran impresión en su mente. Había recibido una gran cantidad de maravillosos regalos, como joyas o ropa hermosa. Luego, por alguna razón, Narson dejó de llevar a Liese a la capital real, pero esa sensación permaneció dentro de su corazón. Al final, se convirtió en una fuente de insatisfacción cuando se dio cuenta de que no podía vivir el mismo estilo de vida elegante que el del resto de nobles. “Sin embargo, debes seleccionar a tu pareja con cuidado. Aunque un alto estatus social o de influencia es importante, creo que sería maravilloso si pudieras encontrar una persona confiable y amable. Después, solo necesitas entrenar a tu esposo para completar las partes que le faltan.” – dijo Zirconia. “Sí.” – respondió Liese con una sonrisa al escuchar el consejo de su madre, pero dentro de su mente tenía una emoción compleja. Su nombre era Zirconia. Todavía tenía 26 años y justo antes de que comenzara la guerra con Balveil, hacía diez años, su padre celebró un segundo matrimonio con ella. Su padre era un soldado, ella una plebeya. El cabello plateado de Zirconia se extendía hasta posarse sobre sus hombros, su cuerpo no tenía exceso de grasa y su lánguida mirada era impresionante. Aunque no era tan guapa como Liese, era una mujer que emitía una sensación amigable. La madre biológica de Liese había fallecido por una enfermedad cuando apenas tenía 3 años y, hasta que cumplió 5, no tuvo madre. Por esa razón, cuando llegó Zirconia por primera vez, la tímida Liese no abrió su corazón a su nueva madrastra y obligó a Zirconia a tomar un enfoque proactivo para llevarse bien con ella. Al final, las dos se hicieron amigas. Sin embargo, un año después de que fuera a la capital real por primera vez, Liese se sintió molesta por una decisión que tomó Zirconia. Liese había escuchado de su doncella Ayla que Zirconia había seleccionado personalmente a las personas que querían reunirse con ella. Aunque había muchos nobles o comerciantes adinerados que querían reunirse con Liese tras escuchar los rumores de su belleza, solo podían lograrlo si obtenían el permiso de Zirconia. Hubo incluso un momento en el que Zirconia no dio permiso a un gran noble de la capital y, en otra ocasión, rechazó al gran noble vecino Dias Gregorn. Por supuesto, Zirconia no los rechazaba personalmente, sino que le iba diciendo mentiras a Narson para que él los rechazara. Es por eso que Liese quería gritarle: ‘No es asunto tuyo’. Desde el principio, la Casa Estelle había pertenecido a la gran nobleza y, gracias a sus muchos logros en la guerra contra Balveil, se había vuelto influyente y poderosa. Por eso, los nobles que habían sido rechazados y no podían reunirse con Liese no se veían capaces de hacer nada debido a su poder e influencia, y al final se rindieron de mala gana. Aunque Liese no sabía qué criterios usaban para seleccionar a las personas que querían reunirse con ella, no aceptó las decisiones de Zirconia que tomaba sin consultarla. Sin embargo, Liese no podía oponerse. Narson cooperaba con Zirconia, por lo que no tuvo más remedio que soportarlo. A pesar de que sus padres normalmente trabajaban de forma exhaustiva sin tomarse un descanso, se aseguraban de tener tiempo para su hija. No era capaz de oponerse a ellos. Por lo tanto, por el momento, necesitaba comportarse de forma obediente ante sus padres. Ya habría un día donde podría ir a la capital real y obtener cosas mejores por sí misma. Por ahora, solo tenía que concentrarse en mejorar su reputación. No solo con las personas que Zirconia dejaba que se reunieran con ella, sino también con los ciudadanos de la ciudad. Por ello, se esforzaba en dar una buena impresión a todo el mundo. “Por cierto, hoy, por orden mía, Isaac irá a inspeccionar la construcción de la fortaleza de la frontera. Sin embargo…” – dijo Narson. Como si Liese ya tuviera un presentimiento sobre eso, Narson comenzó a hablar sobre Isaac, su recomendación personal.
* * *
“¡Aaah! ¡Jo! ¿Qué voy a haceeeeeeeeeer?” – gritó Liese. Tras la cena con sus padres, Liese regresó a su habitación y se derrumbó sobre su cama suave con dosel, presionando su cara contra la almohada. Últimamente, cada vez que cenaba con su padre, sacaba el tema de Isaac a la luz pero, siendo sincera, a Liese no le importaba. Sabía cuáles eran los sentimientos de sus padres y su intención de recomendarle a Isaac, pero quería ser libre para elegir a su compañero matrimonial, por lo que no quería que la presionaran con una persona en concreto. “¡No me importa Isaac! ¡Solo déjame tranquila!” – gritó Liese. Continuó gritando palabras que harían que Isaac se ahorcara mientras se retorcía en la cama y le gritó a la almohada para no hacer ruido. En ese momento, un golpe resonó sobre la puerta. Liese levantó inmediatamente su cuerpo, se acicaló con el peine que había en la mesa al lado de la cama y se arregló la ropa que llevaba de cualquier modo. “Sí, ¿quién es?” – respondió al golpe con una voz tranquila. “¡Soy Ayla! Por favor, perdóname.” – dijo Ayla entrando en la habitación nerviosa sin esperar a tener permiso para entrar. – “Señorita, qu… ¿Qué vamos a hacer?” “¿Qu…? Por favor, ¡cálmate! Antes de nada, ¿qué ha pasado?” Liese vertió el agua de la jarra que había en la mesa circular de la habitación en una taza y se la entregó a la aterrorizada Ayla. “Lo… ¡Lo siento mucho!” – dijo disculpándose cuando recibió la taza para, a continuación, beberla de un trago. – “Cuando me quité el delantal en mi habitación, lo noté; en el bolsillo delantero estaba esta cosa…” Ayla sacó de su bolsillo un colgante en forma de corazón con una joya de un tono azul cremoso. La gema incrustada en el colgante irradiaba un hermoso brillo bajo la luz de la vela. “¡Aaaaah!” Mirando el colgante, en ese mismo instante, el proceso de pensamientos de Liese se vino abajo. Hasta ese momento había visto muchas joyas y ornamentos, pero nunca antes había visto algo tan hermoso como esto. “Qu… ¿Qué debemos hacer? Tal vez… Creo que fue en el momento en el que choqué con… ¿Señorita Liese?” Aunque Ayla estaba llamando repetidamente a Liese, ésta había quedado petrificada con sus ojos fascinados con el colgante. Solo después de que Ayla la golpease en el hombro, recuperó la consciencia.