viernes, 12 de julio de 2019

G4L Capítulo 31

Arco 5 Capítulo 31
Rueda del destino
Traducido por Tars
Corregido por DaniR
Editado por Tars

“Ya veo. ¿El ejército pasó por la aldea porque estaba realizando un entrenamiento de marcha y de paso aprovecharon para hacer una inspección?” – preguntó Kazura. “Sí. Como de costumbre, Padre acompañó al señor Isaac para inspeccionar el pueblo y luego regresó a Isteria con el ejército. Todos en el pueblo tuvieron mucho cuidado con su comportamiento y no crearon problemas.” – contestó Valetta. Bajo el cielo despejado, Kazura caminaba junto a Valetta hacia donde se encontraba la rueda hidráulica a orillas del río; mientras tanto, recibía un informe sobre lo que había sucedido el día anterior. Por lo que le estaba contando Valetta, parecía que el problema había sido tratado con facilidad. Aunque había habido algunas propuestas peligrosas por parte de los aldeanos, Valetta fue lo suficientemente ágil como para calmarlos y evitar que hicieran una tontería. Parecía que Isaac había estado preguntando muchas cosas sobre la rueda hidráulica y el crecimiento de los cultivos. Estaba claro que había recibido órdenes en Isteria para enterarse del modo en que funcionaba y, antes o después, le pedirían que descubriera cómo copiarlo o las técnicas de cultivo. “Eso es bueno… Pero, la señorita Valetta podría ser convocada para dar una explicación sobre cómo construir la noria… Siento mucho haberte convertido en mi sustituta.” “¡Ah! ¡No necesitas disculparte! Si es solo esto, no tengo ningún problema porque Kazura ha hecho mucho para ayudarnos. Además, aunque me llamen, volveré pronto, ya que lo resolveré rápidamente.” Fueron conversando hasta que llegaron al punto del canal donde estaba instalada la noria. Como Valetta había colocado el día anterior la tabla de madera para cerrar la compuerta que conectaba el canal con el río, la rueda hidráulica había dejado de moverse. “Parece que este componente del eje se ha desgastado durante su funcionamiento…” – dijo Valetta, tras acercarse hasta la rueda para comprobar el eje. “Veamos… Ah, está muy desgastado. Es bueno que se haya notado antes de romperse.” – contestó Kazura cuando llegó frente a la rueda hidráulica. A continuación, abrió su libreta y comenzó a escribir una nota en el centro del boceto de la noria con un bolígrafo rojo. Si no tomaban alguna medida, entonces la rueda hidráulica se volvería inútil en muy poco tiempo. ‘Era de esperar, ¿debería reforzarse el eje o los rodamientos con metal u otro elemento más resistente…? Puedo traer cobre de Japón, pero… ¿No sería mejor usar materiales comprados en Isteria?’ Si la madera pudiera reforzarse con bronce o cobre, debería poder proteger el eje contra la abrasión producida por la fricción que sufría el material al girar, por lo que no debería haber ningún problema en ese aspecto. Aunque sería mucho más sencillo traer los materiales de Japón para solucionar el problema, había que prepararse para el caso en que Isaac o algún otro funcionario del gobierno preguntasen de dónde habían salido esos materiales. Era mejor conseguirlos en Isteria. “Si lo queremos fabricar en la aldea, sería necesario construir un horno más grande. La pequeña forja del pueblo solo puede usarse para reparar herramientas, por lo que…” – dijo Valetta. Mientras Kazura estaba examinando el eje y escribía varias notas en su cuaderno, se dio cuenta de que Valetta, que estaba hablando a su espalda, se detuvo abruptamente en medio de una frase. Preguntándose qué estaba pasando, levantó la cabeza para mirar hacia atrás. “¿Cómo está la condición de la rueda hidráulica?” – dijo una voz. “……”
Cuando Kazura se dio la vuelta, se quedó sin palabras. Tres soldados habían aparecido de repente ante ellos. Valetta se quedó paralizada ante el hombre que estaba frente a ella, haciendo que temblara ligeramente. Era el comandante Isaac. A pesar de que había lanzado la pregunta en un tono amistoso, la mirada de sus ojos era fría. Mientras tanto, los dos soldados, que esperaban a su espalda, se movieron para rodear a Kazura y a Valetta desde ambos lados. “¿Quién eres tú? No eres un habitante de la aldea de Grisea” – dijo Isaac. Cuando confirmó que sus subordinados habían rodeado al grupo de Kazura, lo miró directamente a los ojos y exigió una explicación. Kazura, que se había convertido en el objetivo de las preguntas, dejó de pensar por un instante cuando vio por primera vez al soldado que estaba frente a él, debido a lo repentino del evento. Pero cuando vio a Valetta temblando incontrolablemente a su lado, recuperó parte de su calma. A juzgar por la situación, parecía que los soldados habían estado esperando que Kazura apareciera aquí. No sabía cómo se habían enterado de su existencia, pero dado que no iba a obtener una respuesta en este momento, tenía que intentar salir de esta situación desesperada de alguna manera. Si no podía engañarlos, no sería solo Kazura, sino que toda la aldea de Grisea caería en una situación desagradable. Y como Valetta había caído en un estado de pánico, Kazura debía lidiar con esta situación por sí mismo. “I… Isaac, esto es…” “¡Guarda silencio!” – ordenó Isaac mirando a Valetta. Estaba tratando de interrumpir la conversación y le prohibió que siguiera hablando. “Responde de inmediato. ¿O tienes alguna razón para no responder?” – preguntó una vez más mientras lo miraba fijamente a los ojos. ‘¿Este es Isaac? Parece bastante joven.’ – pensó Kazura, mientras le devolvía la mirada. Estaba relajado mientras decidía cómo iba a responderle. Si era la persona que le habían descrito Varin y Valetta, entonces todavía tendría una salida. Aunque no se creyera nada, la probabilidad de que lo condenara a muerte por ahorcamiento sería muy baja. Aunque no habría ningún cambio en esta situación crítica. “Soy un mercader errante... Me perdí mientras vagaba por esta zona, así que cuando llegué a la aldea de Grisea, me permitieron vivir en la aldea por un tiempo.” – respondió Kazura. Al oír su respuesta, Isaac no mostró ninguna expresión en particular y cambió su enfoque hacia el cuaderno que Kazura sostenía en sus manos. “Mercader… ¿Eh? Entonces déjame ver el libro que tienes en tus manos.” Kazura le entregó el cuaderno a Isaac, mientras le susurraba con una sonrisa a la asustada Valetta que todo iría bien. Isaac cogió la libreta y, mientras acariciaba la tapa con el dedo, hizo un pequeño gruñido debido a la calidad del papel. A continuación, comenzó a pasar las hojas. “Un plano de la rueda hidráulica… Hay otras cosas escritas aquí, pero… ¿Eres tu quien ha diseñado esta cosa?” – preguntó Isaac. “Sí, eso es correcto.” “Nunca he visto unas hojas como las de este libro, ¿de qué país eres?” Kazura le había dado una sonrisa a Valetta para calmarla, pero le resultaba difícil idear un buen plan en tan poco tiempo. Al llegar por vez primera a la aldea, les había dicho a los aldeanos ‘Soy un comerciante’ como respuesta para completar los posibles huecos de la conversación; sin embargo, si seguía dando malas escusas como esta, la situación terminaría por empeorar. Parecía que había llegado el momento de dar un paso adelante y responder con determinación. “He venido a este mundo a través de la arboleda que está cerca de la aldea de Grisea, creo que entiendes lo que quiero decir, ¿verdad?” “¿Qué has dicho…?” – preguntó Isaac de forma inconsciente. La respuesta había sido tan inesperada que habló sin pensar. Los dos soldados que rodeaban al grupo de Kazura también pusieron una expresión confusa. Su cara mostraba claramente en qué estaban pensando. ‘¿De qué está hablando este tipo?’ Mientras recibía sus miradas, Kazura respiró hondo y luego comenzó a hablar, con los ojos fijos en Isaac. “Digo que vengo del Reino de Dios para salvar a la gente de la aldea de Grisea.” – contestó Kazura. “……” Después de escuchar la respuesta de Kazura, el grupo de Isaac se quedó boquiabierto. Era una respuesta que no se esperaban. Su expresión aturdida podía verse con claridad. Frente a ellos, Kazura emitía el aura de una persona verdaderamente digna. Sin embargo, dentro de su corazón, en realidad estaba sudando por hacer algo a lo que no estaba acostumbrado. Si Kazura pudiera regresar a la aldea y mostrarles algunas de las herramientas que había traído de Japón, entonces tendría confianza en que si decía convincentemente que eran ‘Bienes del Reino de Dios’, entonces podría obtener su reconocimiento. Sin embargo, en este momento, solo tenía un bolígrafo y una libreta en sus manos. Cuando regresase a la aldea, Kazura estaba convencido de que podía convencerlos si les mostraba su teléfono móvil. “¿No has dicho que eras un comerciante que vagaba por esta zona antes de llegar al pueblo? Tu respuesta no es consistente.” – volvió a preguntar Isaac, continuando con su inquisición. Su expresión mostraba que tenía dudas. “Es solo una manera de hablar… Ya ves, incluso un comerciante del Reino de Dios puede perderse antes de llegar a la aldea de Grisea. ¿No hay demasiados árboles en ese bosque?” Cuando se señalaron las inconsistencias de sus declaraciones, Kazura dio una respuesta desesperada. Sin embargo, por la expresión de Isaac, podía adivinar que su respuesta solo sirvió para avivar las llamas de la duda. “No, ¿acabas de decir que vives…?” “¡Es verdad! ¡Esta persona es la divinidad Greisior! Que con su benevolencia ha venido del Reino de Dios para salvar a la aldea.” – gritó Valetta, cortando la intención de Isaac de seguir insistiendo en las contradicciones de Kazura. Si la situación seguía progresando como hasta ahora, las cosas terminarían mal para Kazura… Pero diciendo la palabra comodín, ‘Greisior’, aunque pudiera haber una contradicción, no importaría. “Gre… ¿Qué has dicho?” “¡Es Greisior!” “¿Estás diciendo que este hombre es la divinidad Greisior?” “Sí.” Valetta afirmó con rotundidad sus palabras. “Nunca había oído que Greisior fuera un mercader…” – dijo Isaac, dejando escapar un suspiro con una expresión abatida. “Ah…” “Incluso en el Reino de Dios hay comercio…” – dijo Kazura intentando ocultar su error. “¡Atadlo!” – ordenó Isaac a los soldados, ignorando las palabras de Kazura
* * *
Dentro del bosque, el edecán que recibió el informe del mensajero de Isaac, dio instrucciones a los soldados para que marcharan hacia la aldea. Los soldados tenían una expresión rígida, mostrando que todos estaban nerviosos. “Nuestro objetivo es confinar a todos los aldeanos dentro de sus casas. Se darán nuevas instrucciones después de que regrese el capitán. Hasta ese momento, nadie tiene permitido abandonar su puesto.” – ordenó el subordinado de Isaac. “Teniente .” – dijo un soldado agitando la mano que sostenía su lanza corta. – “Si por casualidad los aldeanos se resisten… ¿Podemos realizar nuestras tareas de una forma más enérgica?” “No, no podéis. Aunque muestren cierta reticencia, no debéis atacarlos de inmediato. Persuadidlos para que permanezcan en sus casas. Si sigue siendo inútil, informad para que se puedan tomar medidas.” Cuando el edecán dijo esas palabras, la mayoría de los soldados mostraron varias expresiones de disgusto. Estaban en el ejército y eran nobles, así que no entendían por qué deberían ser amables con unos campesinos. Otro capitán podría haber permitido un comportamiento violento siempre que fuera necesario para cumplir con su deber, pero el edecán sabía que Isaac no aprobaría esa conducta. Desde que se había establecido la unidad hacía un año, había estado al lado de Isaac como su edecán, por lo que comprendía de forma aproximada cómo pensaba. Basándose en sus actos, pensaba que estaría de acuerdo con esta decisión. “Esto es una orden. Las objeciones son inaceptables.” – dijo el edecán. – “De acuerdo, que todos vayan a realizar sus tareas.” Los subordinados comenzaron a moverse.
* * *
Mientras los soldados de Isaac ejecutaban la operación para obtener el control de la aldea de Grisea, Kazura iba caminando hacia la aldea, con los brazos atados a la espalda por una cuerda y con fuertes nudos, que parecían complicados de desatar. Desde la perspectiva de cualquier espectador, no se vería distinto a un criminal. Valetta caminaba libre a su lado, pero había dos soldados observándola de cerca mientras la seguían. “Esto… ¿Se puede usar para escribir sin tener que sumergirlo en tinta…?” – dijo Isaac mientras usaba el bolígrafo que le había confiscado a Kazura. Había tratado de escribir en un pergamino que llevaba consigo. A diferencia de la pluma que usaba normalmente, podía escribir letras sin tener que sumergirla en tinta cada dos por tres. Era la primera vez que usaba algo tan conveniente. “Esa cosa se llama bolígrafo. Si regresamos a la aldea, te puedo mostrar otras herramientas que he traído del Reino de Dios.” – dijo Kazura. Aunque se encontraba algo desanimado, trató de recordar los bienes personales que tenía en la casa del pueblo. Cuando había regresado a la aldea por la mañana, había guardado, no solo la bolsa de viaje, sino también el baúl que su padre le había entregado en su habitación. Aunque no había confirmado qué había dentro, creía que podría haber uno o dos cosas que atrajeran el interés de Isaac. Además, Kazura estimaba que el contenido de la bolsa de viaje sería suficiente para demostrar que venía del Reino de Dios. Así que su estado mental era relativamente tranquilo. Aunque la conversación entre ellos acerca de la rueda hidráulica solo había servido para sembrar la desconfianza en Isaac, si Kazura podía mostrar las herramientas que había traído de Japón, todo terminaría funcionando de alguna manera. “Hay una cosa que quiero preguntar…” – dijo Isaac, cuyos ojos estaban fijos en el bolígrafo, parando de caminar y volviéndose hacia Kazura. – “¿Cuántos días han pasado desde que llegaste a la aldea de Grisea?” “Veamos… Si no recuerdo mal, tal vez algo más de treinta días.” – contestó Kazura tras recordar la fecha en que había renunciado a su trabajo y la de hoy. Para ser exactos, habían pasado treinta y cuatro días desde que llegara a este mundo. “Treinta días… Pero visité este pueblo hace veinte…” – murmuró Isaac, mientras mostraba una expresión que indicaba que estaba pensando en algo. A continuación, siguió caminado junto a los otros dos soldados. Todos andaban en silencio. Kazura miró cómo Valetta caminaba a su lado. Al igual que Isaac, también estaba pensando en algo mientras avanzaba en silencio. Tal vez estaba pensando en lo que debería hacer cuando llegasen a la aldea. ‘Antes de llegar al pueblo, tengo que quitarme esta cuerda… La situación actual no es diferente a la de la leyenda…’ Si los aldeanos lo veían con las manos atadas a la espalda, de la misma manera que se contaba en la leyenda, existía la posibilidad de que comenzaran un levantamiento para proteger a Kazura. Cuando se dirigían a examinar la condición de la noria en el río, Kazura se había enterado de la conmoción producida el día anterior entre los aldeanos, Varin y Valetta, por lo que pensaba que la posibilidad de que los aldeanos levanten sus armas contra los soldados era extremadamente alta. Solo quedaban unos veinte minutos para que el grupo de Kazura llegase a la aldea de Grisea. La Rueda del Destino comenzó a moverse a una escala más grande.