miércoles, 3 de julio de 2019

Retro Capitulo 54

Volumen 2 Capítulo 54
Evernatten VI
Traducido por Tars
Corregido por Zura
Editado por Tars


El problema de los Vagabundos: progreso 12%.
El número de vagabundos que había en Evernatten era insostenible. El índice de criminalidad que comprendía cosas como el robo o el asesinato se estaban convirtiendo en acontecimientos cotidianos. Los residentes temían salir de sus casas, ya que estaban asustados de esos invitados no deseados. Además, debido a la creciente inestabilidad, los comerciantes se negaron a pasar por Evernatten, paralizando la economía. El ambiente de la reunión era frío. El Señor Wilhelm Evernatten y su ‘grupo de expertos’, la capitana de los caballeros Ajest, el caballero Eyulan y su consejero, Desir Arman, se habían reunido para discutir una vez más el problema de los vagabundos. Eyulan, que estaba a favor de expulsar a los vagabundos, fue la primera en hablar. “Mi señor, son demasiados. Además, han comenzado a confundir nuestra buena voluntad y generosidad con algún tipo de obligación.” Ella escupió la última palabra como si fuera veneno. Como era de esperar, Eyulan estaba furiosa porque los vagabundos no tenían ninguna gratitud hacia Evernatten, como si fuera algo natural que se les permitiera entrar. “El problema más crítico en este momento es el suministro de alimentos. A este ritmo, nuestras tiendas quedaran desabastecidas antes de que termine el invierno. ¡Tenemos que expulsar de inmediato a los vagabundos!” “¡Me opongo!” – dijo Desir, interviniendo casi de inmediato. “Mi señor, ¿recuerda por qué dejó entrar a los vagabundos en Evernatten? Crees en el deber de un señor para con sus súbditos. Expulsar a los vagabundos sería abandonar esa convicción.” “Esa convicción de la que hablar…” – respondió Eyulan. – “No incluye únicamente a los vagabundos, sino también a los verdaderos residentes de Evernatten. Los mimos habitantes que ahora se están muriendo de hambre por culpa de esos vagabundos. ¿Sacrificar a muchos por unos pocos? Es una idiotez.” La emoción y la convicción se derramaron de su voz. “Piensa en ello. Estos vagabundos son extraños, rostros que nunca has visto y están dando por sentado nuestra buena voluntad. ¿Cómo podemos favorecerlos? ¿No deberíamos considerar primer a la propia gente de Wilhelm?” “Podemos salvar a los dos.” – insistió Desir. – “Abandonar a un grupo de forma innecesaria no es en lo que cree nuestro señor.” “¿Oh? ¿Podemos? ¡Nuestros residentes temen salir de sus casas! No tenemos más raciones, ni ninguna posibilidad de obtener más, ¡enfrenta la realidad!” “¡Simplemente estás encontrando razones para expulsarlos! ¿Por qué insistes en actuar como si fuera la única opción? ¿Por qué no estás tratando de encontrar otras opciones?” “¿Otras opciones? ¡Presenta una! ¿Puedes? ¿Puedes encontrar una solución para restablecer el orden en estos vagabundos que saltan como locos y evitar que coman todas nuestras raciones?” “Suficiente.” La voz de Wilhelm terminó la discusión al instante. “Una vez creí que podríamos salvarlos a todos. Pero eso era una creencia tonta de un pasado lejano. Estaba equivocado.” Su voz sonaba pesada y melancólica a medida que iba soltando sus palabras con lentitud. “Le agradezco que me recuerde esas convicciones que una vez sostuve con tanta firmeza. Pero no puedo negarme de forma obstinada a cambiar. Aceptar a todos esos vagabundos estirará los recursos de nuestro territorio más allá de la ruptura.” – dijo, volviéndose hacia Desir. Wilhelm suspiró. “Ideales y realidad. Parece que ha llegado el momento de volver a la realidad.” A continuación, hizo una pausa. La aterradora realidad se asemejaba al aire del invierno, pesando sobre sus pesados huesos. El tiempo para los ideales infantiles había pasado. “Es imposible salvarlos a todos. No, más que eso, me falta la capacidad para cuidarlos a todos. Ya no puedo negarme de forma obstinada a aceptar la realidad.” – dijo mientras se volvía hacia Eyulan. – “Pedir disculpas a los vagabundos y decirles que ya no podemos aceptarlos.” “¡Entendido!” En un primer momento, Eyulan estaba aturdida cuando escuchó las palabras de Wilhelm asegurando la expulsión de los vagabundos. Ajest observó este intercambio en silencio, sin saber cómo proceder. La condición para completar este mundo de las sombras indicaba claramente que debían cambiar la decisión de Wilhelm por la correcta, pero mientras observaba el desarrollo de la conversación, no podía pensar en un solo argumento en contra de la decisión tomada por su señor. Estaba segura de que, de haber estado en su lugar, habría tomado exactamente la misma decisión. Desafortunadamente, en esta ocasión la historia estaba obligada a repetirse, lo que llevaría al fracaso de la misión. Mientras Ajest seguía pensando en silencio, vio como Desir daba un paso adelante y caía de rodillas. Todos se quedaron paralizados, sin saber qué hacer. “Dos días.” – suplicó Desir. Sabía que esto parecería desesperado, pero ya no le importaba. Si tuviera que abandonar su orgullo por los vagabundos que no importaban a nadie, lo haría. “Dame solo dos días. Se me ocurrirá un plan.” Ajest miró hacia atrás y hacia adelante entre el Señor Wilhelm y Desir. Todos esperaban con el aliento contenido. “De acuerdo. Tienes dos días para encontrar una solución.”
*.*.*
Para Desir, el problema más urgente era resolver el problema de los alimentos. Las raciones proporcionadas a la guarnición de Wilhelm ya se habían reducido en una gran cantidad para poder adaptarse a la afluencia de personas. Naturalmente, los soldados se habían quejado del trato que estaban recibiendo, pero el Señor Wilhelm los había calmado con rapidez comiendo lo mismo que ellos y así aceptaron la reducción de alimentos. Los días habían dado lugar a semanas, pero ahora la situación se estaba volviendo totalmente insostenible. Y ahora, Desir tenía dos días para encontrar una solución o sino los vagabundos serían expulsados y la misión terminaría fracasando. A su favor, se podía decir que había estado trabajando para encontrar una solución al problema de los vagabundos, pero hasta este momento todo lo que había podido pensar lo había llevado a la misma conclusión: No había solución. Independientemente de cómo abordar el problema, nada de lo que se podía ocurrir sería mejor que tomar la decisión más simple: Expulsar a todos los vagabundos. Al principio había considerador tratar de ayudar a los vagabundos a ayudarse a sí mismos. Al abrir el aprendizaje y otras oportunidades para personas capacitadas aumentarían la cantidad de mercancías que podía exportar Evernatten, pero, desafortunadamente, llegó a la conclusión de que ese plan tomaría demasiado tiempo para que diera resultados. Entrenar a cada persona hasta el punto de que fueran capaces de traer dinero para Evernatten les llevaría al menos un mes y era un tiempo que no tenían. Desir suspiró. ‘No es de extrañar que las recompensas por completar un Mundo de las Sombras de cuarto nivel fueran tan buenas.’ Las recompensas de este Mundo de las Sombras era el ‘Brazo de Toa’, que aumentaba la reserva de maná de un individuo. Debido a su débil reserva de maná, Desir solo podía usar magia del primer círculo y, sin ese artefacto, dudaba de que fuera capaz de llegar al tercer círculo. Si la misión no fuera tan complicada… Sacudió la cabeza, desvaneciendo esos pensamientos. ‘No puedo fallar ahora.’ Si fallaba, tendría que reorganizar totalmente sus planes. Miró hacia la calle vacía que tenía delante. La falta de comerciantes había provocado una fuerte inflación en Evernatten, lo que significaba que la mayoría de las tiendas estaban cerradas debido a la falta de clientes. Agravando el vacío, había muy pocos residentes caminando por las calles, debido al temor que tenían al enjambre de vagabundos. La energía vibrante que una vez impregnó la ciudadela ya no existía. En ese momento, Desir era muy consciente de lo frio que era el viento. Mientras caminaba entre la nieve espesa, sumido en sus pensamientos, pasó de la zona residencial a la barriada de los vagabundos. Los signos de actividad, volvieron a sus sentidos, pero era una actividad más oscura y sombría, muy lejos de la alegría o la felicidad. “¡No abandones la línea!” Las voces de los soldados sonaban mientras gritaban sus órdenes a través del frio aire invernal. Desir pudo ver una línea de vagabundos de varios kilómetros de largo. Todos estaban en silencio siguiendo las órdenes de los soldados con unos ojos sin vida. “¡Eh! ¡No habrá comida si abandonas la línea!” Cuando vieron la llegada de Desir, los soldados se detuvieron y lo saludaron. “No me hagáis caso, podéis seguir trabajando.” – dijo Desir, agitando una mano hacia abajo. “A sus órdenes.” El soldado volvió a continuar con su tarea de repartir raciones. Desir miró a la larga fila de vagabundos. Se acurrucaban en grupos buscando calor, mientras se frotaban las manos para intentar calentar sus dedos congelados mientras esperaban inquietos. Cada vez que venía a observar la entrega de alimentos, podía comprobar como la línea se iba volviendo cada vez más larga, mientras que el suministro de comida era cada vez más exiguo. “¡Señor Desir!” Una voz gritó a sus espaldas. Al girarse, pudo ver a Lilica de pie junto a Ajest, mientras agitaba la mano con entusiasmo. Había sido desalojada del castillo y ahora se encontraba viviendo entre los vagabundos. Sostenía un trozo de pan de centeno en su mano. Era su ración. “¿No te aburres esperando?” – preguntó Desir, mientras se acercaba hasta las dos. “No.” – respondió Lilica, sacudiendo la cabeza con fuerza. “La señorita Ajest se quedó conmigo, ¡así que no me aburro en absoluto!” Ajest se encontraba a su lado con una armadura de placas completa. Aunque en principio estaba aquí para vigilar la línea de racionamiento, la verdad es que estaba cuidando de Lilica. “Lamento que las cosas hayan resultado así, Lilica.” – dijo Desir en voz baja. “No, ¿Por qué lo sientes? Fuiste muy bueno conmigo. Creo que es gracias a ti que puedo conseguir esto. Por supuesto, es una pena que el Señor Pram no pueda estar aquí.” – dijo Lilica. – “Pero me gustaría que me dijeran por qué me echaron. El señor Jefran se quedó muy callado y no dijo nada… ¿Hice algo mal? ¿Me echaron porque me equivoqué?” Desir negó con la cabeza. “Como te dije antes, no fue por nada de lo que hiciste.” “¿Entonces qué fue?” Desir se quedó callado. No sabía cómo explicarle la verdad. Sería demasiado cruel exponerla a la terrible realidad. “Seguro que podrás regresar algún día.” – dijo Desir para consolarla. “Hasta entonces vigila a Carlos por mí.” “¿Carlos?” “Es el nombre del muñeco de nieve que hice.” “Por supuesto… Déjamelo a mí.” Satisfecha, Lilica desapareció entre la multitud de vagabundos.