Capítulo 7
Cuánto lo habría deseado
Traducido por Thornapple
Corregido por DaniR
Editado por Tars
Corregido por DaniR
Editado por Tars
Por lo que podía ver, había al menos treinta bandidos. Nuestra situación actual, en el mejor de los casos, era desfavorable, ya que los bandidos que empuñaban espadas, lanzas, y otros tipos de armas de corta distancia habían bloqueado nuestro camino, tanto adelante como atrás. A nuestra derecha, en la ladera de la montaña, había arqueros en la cima del acantilado, apuntándonos con sus arcos, mientras que a nuestra izquierda se veía una profunda niebla desde el empinado borde de la montaña.
Jasmine, Durden y Padre parecían estar bien, sin lesiones visibles; pero Helen estaba pálida, ya que había recibido una flecha en su pantorrilla derecha. Un hombre calvo con múltiples cicatrices que le deformaban el rostro y un cuerpo de oso y que llevaba un hacha de batalla gigante, dijo.
“Mirad lo que tenemos aquí. Muy buena captura, chicos. Dejad solo a las mujeres y al chico vivo. Tratad de no dañarlos demasiado. La mercancía dañada solo se venderá por menos.”
El bandido resopló con una sonrisa que reveló su boca casi sin dientes. Mercancía dañada… Sentí cómo la temperatura de mi cuerpo se elevaba, tensándome con una ardiente ira que no sentía hacía mucho tiempo con alguien. Estar protegido por una burbuja en casa casi me había hecho olvidar que en cualquier mundo existía basura como él. Estaba a punto de lanzarme a atacar a este salvaje , olvidando el hecho de que tenía el cuerpo de un niño de cuatro años, cuando Padre gritó:
“¡Solo hay cuatro magos y ninguno parece ser un conjurador! ¡El resto son guerreros normales!”
Si se observa cuidadosamente, las débiles fluctuaciones del maná alrededor del cuerpo de una persona hacen que los magos puedan ser diferenciados de los humanos normales. Acerca del tema de saber si son potenciadores o conjuradores, se hace en base a la estructura física y el tipo de arma que porta, dando una idea bastante sólida. Pude ver cómo Padre había vuelto a sus días como ex-aventurero en unos pocos instantes, dirigiendo a Los Cuernos Gemelos, ya que su expresión de sabiduría era algo que solo la experiencia podía dar. Se puso sus guanteletes y gritó:
“¡Formación defensiva !”
En un momento, Adam llegó tras nosotros y se situó mirando al camino, apuntando con su lanza, mientras que Jasmine y Helen se situaron a nuestra izquierda mirando al frente con sus armas desenfundadas. Padre y Durden se colocaron mirando hacia la ladera de la montaña, para protegernos de los arqueros que estaban arriba. Mientras tanto, Angela mantuvo su posición, preparando otro hechizo mientras mantenía activa la barrera.
“Reúnete y protege a mis aliados. ¡Oh, benevolente tierra! ¡No dejes que los lastimen! ¡Muralla de Tierra!”
El suelo comenzó a retumbar cuando una pared de cuatro metros surgió del suelo, curvándose hacia delante de donde estaba Durden. Aprovechando ese momento, Padre se lanzó hacia donde estaban los arqueros, manteniendo sus guanteletes en guardia para protegerse de las flechas. Momentos después, Ángela terminó su hechizo y desató una ráfaga de cuchillas de viento, dirigidas hacia el camino de enfrente y atrás. Aparentemente, esa era la señal, ya que Adam y Jasmine se ocultaron tras el hechizo de viento, alcanzando directamente a los distraídos enemigos que intentaban proteger sus órganos vitales de las ráfagas de cuchillas. Helen permaneció en su posición, ya que tenía una flecha lista para disparar, potenciada con maná en la punta haciendo que ésta brillara con una tenue luz azul.
No hacía falta ser un genio para darse cuenta que esta era la mejor forma de proteger a personas o bienes valiosos. Contaban con dos capas de protección de los conjuradores y un arquero mágico listo para disparar a cualquiera que consiguiese atravesar la línea defensiva de Adam, Jasmine y Padre; era una formación estándar, pero muy bien pensada.
“¡Helen, un guerrero se acerca!” – gritó Adam mientras esquivaba un golpe de maza a la vez que golpeaba al desafortunado bandido precisamente en la yugular.
Sus ojos se abrieron dejando caer el arma, y desesperadamente intentó sellar la herida mortal con sus manos temblorosas mientras la sangre brotaba a través de los espacios entre sus dedos. Intentando protegerme de ver estas escenas tan sangrientas, Madre me sostenía firmemente contra su pecho. Por suerte para mí, no se dio cuenta de que podía ver todo claramente, ya que no estaba mirándome. Al mismo tiempo, un desaliñado hombre de mediana edad, que empuñaba un machete, se lanzó hacia Ángela con la intención de interrumpir su hechizo. A pesar de que el hechizo de cuchillas de viento no parecía ser muy poderoso, era una distracción muy molesta que, aun teniendo en cuenta nuestra desventaja numérica, nos mantenía en igualdad de condiciones. Intenté liberarme para bloquear el ataque del hombre antes de que pudiera golpear a Ángela, pero antes de que pudiera alejarme de Madre, ya estaba muerto. El feroz sonido de la flecha solo sonó una vez que había hecho su trabajo. El proyectil que había lanzado Helen tenía la fuerza suficiente para atravesar la armadura del pecho del bandido que portaba un machete y lo levantó una media docena de metros, clavándolo en el suelo. Usé un breve momento para tomar una nota metal: ‘Un hombre sabio no debe molestar a Helen’.
Helen entrecerró sus ojos a medida que colocaba otra flecha y tensaba su arco. Concentrándome, pude ver débilmente cómo el maná se reunía en su ojo derecho mientras que cerraba su ojo izquierdo. Pronto, otra flecha creó un fuerte silbido y atravesó a otro enemigo, ignorando toda la resistencia del viento. Este hombre se parecía ligeramente a un pequeño Durden, excepto que era mucho más musculoso y tenía un rostro más angular. Sus cejas se fruncieron por la concentración, ya que de alguna forma su espada gigantesca, que era de su misma altura, había desviado la flecha a tiempo, generando el mismo sonido que una bala cuando golpea el metal. El enemigo fue empujado hacia atrás, pero no había sido herido, ya que había enterrado su espada en el suelo, para equilibrarse. Sin embargo, antes de que siquiera tuviera la oportunidad de sonreír de satisfacción, una segunda flecha atravesó su frente. Fue una horrible visión ver cómo la luz se escapaba de sus ojos.
Jasmine estaba inmersa en un intenso duelo contra un potenciador, cuya arma era un látigo con una larga cadena. Parecía que Jasmine tenía desventaja debido a la diferencia de alcance que contaba con sus dagas. Hacía todo lo posible para evadir los erráticos movimientos del látigo. A estas alturas, era evidente que el enemigo se había dado cuenta de cuán complicada estaba la lucha, ya que se lamió sus labios y se burló diciendo.
“Me aseguraré de tratarte muy bien antes de que te vendamos como esclava, pequeña señorita. No te preocupes. Cuando termine de entrenarte, estarás rogando quedarte conmigo.”
Sus palabras fueron seguidas de otra lamida a sus labios. La sola idea de pensarlo me hizo estremecer, pero en este punto, todo lo que podía hacer era apretar mis puños con frustración. Contra un luchador habría tenido alguna oportunidad. ¿Pero contra potenciadores adultos? No tenía la confianza de creer que podría ganar. Me dolía que me protegieran mientras estaban arriesgando sus vidas. Traté de buscar formas para ayudarlos, pero no se me ocurría nada. Solo podía apretar mis dientes y aguantar.
Al inspeccionar como iba la batalla, vi que la muralla de tierra se mantenía fuerte y ninguna de las flechas había podido atravesarla. Me centré en Durden, miré como su mano izquierda estaba dirigida directamente hacia la muralla de tierra, intentando mantener un flujo constante de maná para evitar que se derrumbara. Había creado una estrecha rendija en el centro de la muralla para poder observar a Padre y a los arqueros que se estaban dispersando, intentando escapar.
“Madre Tierra, préstame atención y responde a mi llamada. Atraviesa a mis enemigos. No dejes a ninguno de ellos vivos. ¡Picos Rompedores!”
Después de un pequeño retraso, una docena de picos salieron disparados del suelo hacia los bandidos arqueros. Si bien unos pocos lograron esquivarlos, muchos fueron atravesados, y sus gritos solo duraron un par de segundos antes de morir. Con ese hechizo, parecía que Durden había quedado claramente agotado; apretó su mandíbula a medida que gotas de sudor corrían por su pálido rostro… En ese momento vi cómo Madre sacaba su varita. Sus temblorosos dedos titubearon antes de sacudir la cabeza y volver a meterla de nuevo dentro de su túnica. En lugar de la varita, me abrazó aún con más fuerza.
Aparte de Helen, que ya había vendado su herida en la pantorrilla, en nuestro bando no había ningún herido. Por suerte, la flecha no se había clavado tan profunda gracias a que su cuerpo estaba reforzado con maná; y desde el momento en que se había vendado, el sangrado se había detenido, pero durante todo este tiempo su rostro había estado pálido por la paranoia y preocupación. No pude evitar notar cómo la mano de Madre seguía intentando tomar su varita de la túnica, pero en el último momento había decidido dejarla donde estaba. Sus ojos nunca se quedaban fijos, siempre miraba de izquierda a derecha, intentando buscar algo que nos pudiera dañar. A pesar de que parecía un poco confundida al principio, lo descarté ya que, al fin y al cabo, no había sido una aventurera durante mucho tiempo; a diferencia de Padre no estaba lo suficientemente acostumbrada a este tipo de situaciones.
La batalla estaba llegando a su apogeo. El grupo de bandidos no había sospechado que en nuestro grupo habría magos capaces. Debido a ese error de cálculo, todos los luchadores de cuerpo a cuerpo habían muerto, y los únicos que seguían vivos eran cuatro magos y un par de arqueros que estaban dispersos y que habían logrado huir. Jasmine aún tenía problemas para tratar con el perverso usuario de la cadena, pero la arrogancia de su rostro había sido disipada de su cara, debido a los cortes y mellas en su cuerpo, de las cuales escurría sangre.
Adam estaba ocupado lidiando con un potenciador de doble espada. Su estilo de lucha me recordaba a una serpiente, con sus flexibles maniobras y ataques repentinos. Podría ser considerado uno de los pocos potenciadores elementales con un atributo de agua. Potenciando la asta de su lanza para hacerla más flexible, sus ataques eran como un espejismo de rápidas estocadas y fluidos golpes. La batalla parecía estar a su favor; el usuario de dobles espadas tenía heridas con un abundante sangrado y desesperadamente intentaba detener la embestida de ataques.
Un ruidoso estruendo desvió mi atención de la batalla de Adam. Padre había sido lanzado hacia los restos de lo que quedaba del hechizo de Muralla de Tierra y luchaba por intentar recuperar el sentido mientras que desde las comisuras de sus labios goteaba sangre.
“¡¡Padre!!”
“¡Cariño!”
Corrí fuera de la Barrera de Viento, arrodillándome frente a Padre, y Madre me siguió de inmediato. Pude ver como el pánico estaba escrito en todo su rostro mientras que nerviosamente decidía qué podía hacer. No sabía por qué no había empezado a curarlo —quizás era porque estaba demasiado asustada— pero cuando estaba a punto de sugerírselo, Padre me interrumpió.
“¡Coff! Alice, escúchame. No te preocupes por mí. Si ahora usas un hechizo, se darán cuenta de lo que eres y se esforzarán mucho más en capturarte. ¡Estarán dispuestos a sacrificar mucho más si lo saben!” – subrayó, su voz era un leve susurro.
Después de una breve y temblorosa vacilación, Madre tomó su varita y empezó a cantar un cántico. Asumí que el tartamudeo en el cántico se debía al ver a su esposo herido, pero por alguna razón, parecía casi como… Si estuviera asustada de tener que usar su magia. Padre me miró después de darse por vencido de persuadir a su esposa.
“Art, escucha con atención. Después que el hechizo de curación se active, intentarán capturar a tu madre a toda costa. Después que me haya curado lo suficiente, iré a pelear con el líder e intentaré ganar más tiempo. Creo que puedo vencerlo, pero no puedo hacerlo si es que tengo que preocuparme de vosotros. Baja por el camino con tu madre y no te detengas. Adam te abrirá una vía de escape.”
“¡No, Padre! Me quedaré contigo. ¡Puedo luchar! ¡Me has visto! ¡Puedo ayudar!”
Había olvidado toda la madurez que tenía. Parecía que, en este momento, estaba actuando realmente como un niño de cuatro años que habían dejado fuera, pero no me importaba. No pensaba dejar atrás a la familia, que había llegado a querer, ni a mis amigos con los que en esta última semana y media había creado un vínculo.
“¡ESCÚCHAME, ARTHUR LEYWIN!” – rugió Padre dolorosamente. Esta era la primera que escuchaba así su voz; era el tipo de voz que solo usaría para una medida desesperada. – “¡Sé que puedes pelear! Es por eso que te confío a tu madre. Protégela, y también al bebé que lleva dentro. Te alcanzaré después que todo esto acabe.”
Sus palabras sacudieron mi mente como un trueno. ‘Protégela, y también al bebé que lleva dentro…’. De repente, todo cobró sentido. El por qué había actuado tan paranoica. El porqué de tenerme abrazado y asegurarse de que nada se nos acercaba. El por qué tanto Durden como Ángela estaban protegiéndonos con hechizos defensivos, en lugar de que fuera solamente uno.
Madre estaba embarazada.
“Planeaba decírtelo una vez llegáramos a Xyrus, pero…”
Sin terminar su oración, Padre me miro tímidamente, todavía pálido por el golpe que había recibido del jefe calvo que portaba un hacha.
“Está bien, protegeré a Madre.”
“Buen chico. Ese es mi hijo.”
En el momento en que terminó el cántico de Madre, tanto Padre como ella brillaron con una resplandeciente luz blanca dorada.
“¡Sonova! ¡Hay uno que es curandero! ¡No dejéis que se escape!” – rugió el líder.
Rápidamente, tomé el brazo de Madre con ambas manos y tiré reforzándome con maná para que se moviera. Llegamos al lugar donde Adam y el usuario de dos espadas estaban peleando, a unos metros de la carretera.
“¡Art, date prisa, yo lo contengo!” – gritó Adam mientras mantenía a raya a su oponente.
El usuario de dos espadas estaba claramente frustrado al no ser capaz de alcanzarnos a mí ni a Madre. Nos apresuramos al bajar por la pendiente, cuando oí un débil silbido a mi izquierda. Por instinto, salté y levanté mi espada a la vez que reforzaba todo mi cuerpo y la espada para resistir el golpe de la flecha. Cuando la espada chocó contra la flecha se escuchó cómo la espada se resquebrajaba. Por suerte, la flecha no estaba reforzada con maná, así que, aunque la fuerza me empujó, fui capaz recuperar el equilibrio usando la fuerza del disparo, rotando mi cuerpo y redirigiendo la flecha hacia otro lugar. Aterricé con mis pies de forma un poco menos impresionante de lo que quería, y tiré lo que quedaba de mi espada de madera.
“¡Qué diab…! ¡Arggg!”
Eso fue todo lo que escuché del arquero antes de que fuera atravesado por una flecha que había disparado Helen…
“¡VETE!” – exclamó tensando otra flecha para dispararle al líder de los bandidos y apoyar a Padre.
Esto era raro. Ahora mismo estaban Jasmine, Adam, Padre y Helen, y cada uno peleaba contra un mago. ¿Acaso no se suponía que eran cuatro?
“¡Damien! ¡Olvida el plan, no dejes ninguno vivo!” – gritó el líder.
¿A quién le estaba ordenando?
“Responde a mi llamada… ¡y limpia todo hasta el olvido! ¡Cañón de Agua!” – terminó de cantar una voz débil.
Desde la ladera de la montaña, uno de los “arqueros” que había huido juntó sus manos y nos apuntó a Madre y a mí. Nos habían engañado. Se había camuflado durante el caos. Ni siquiera era un arquero o un potenciador. ¡Era un conjurador!
¡Mierda!
No tuve mucho tiempo para reaccionar antes de que la enorme esfera de agua presurizada, de al menos tres metros de diámetro, nos disparara aumentando de tamaño a medida que se acercaba. Mi mente se apresuró, intentando encontrar alguna opción. A mi derecha estaba Madre y a mi izquierda, no muy lejos, estaban Adam y su oponente; y detrás de mí, por supuesto, estaba el borde de la montaña. Aunque lograse evadir el ataque, Madre no sería capaz y sería lanzada por el precipicio.
¿Qué debería hacer?
“¡Maldición!”
¡Había dejado escapar un rugido que no era propio de un niño de cuatro años! Usando todo el maná que le quedaba a este maldito cuerpo, empujé a Madre, sacándonos fuera del camino. Rápidamente me di cuenta que mi cuerpo de 18 kilos no tenía el impulso suficiente para empujarnos fuera del alcance del cañón de agua.
¡No tenía opción! Al menos, si caía, ¡me llevaría a ese bastardo conmigo!
Canalicé maná en mis brazos y empuje a Madre fuera de su alcance. En aquel momento, todo parecía moverse en cámara lenta mientras que los ojos de Madre se abrían por el pánico y la incredulidad. Podía ser que le saliera un moretón bien grande debido al empujón, pero en ese momento el menor de mis problemas eran las lesiones. Si quería que no la golpearan con otro hechizo, debía librarme del conjurador. Desenfundé el cuchillo que tenía en la cintura, que Jasmine me había dado, y lo imbuí con maná. Lo que estaba tratando de hacer nunca lo había hecho con maná, solo lo había hecho con ki en mi antiguo mundo. Después de reforzarlo con maná, lo lancé como un búmeran, apuntándolo al conjurador, que estaba concentrado en el Cañón de Agua. A penas rodeó el borde de la gigantesca bola del Cañón de Agua, escuché el golpe del cuchillo clavándose en la piel. El conjurador dejó escapar un aullido de dolor seguido de una cadena de maldiciones, que indicaban que el conjurador aún no había muerto. Como había perdido la concentración, el Cañón de Agua había perdido su forma, pero, desafortunadamente, aún tenía la fuerza suficiente para empujarme hacia el precipicio.
Era el momento del plan B.
El plan B solo tenía que darse en el caso de que no pudiera matarlo al lanzarle el cuchillo. Me las había ingeniado para que el plan B tuviera éxito, gracias a que había creado una delgada cadena de maná desde mi mano hacia el cuchillo que estaba actualmente clavado en alguna parte del cuerpo del conjurador. Tiré de la cuerda de maná justo cuando el hechizo me golpeó como una pared de ladrillos, expulsando cada pizca de aire que tenía en mis pulmones y muy probablemente rompiéndome las costillas. Como un pez atrapado en el sedal, pude oír los gritos del conjurador por encima del enorme chorro de agua a medida que era arrastrado sin poder hacer nada conmigo debido a la fuerza de su propio hechizo.
Cuando mi visión comenzó a nublarse, pude ver cómo la batalla había terminado. Padre y Helen acababan de matar al líder. Ángela, apoyada por Jasmine, había logrado acabar con el usuario del látigo. Mientras tanto, vi cómo Durden intentaba desesperadamente conjurar un hechizo para salvarme, pero ya sabía que era demasiado tarde; el hechizo me había lanzado demasiado lejos. Aun así, me reconfortó el hecho de que todos estuvieran bien. Tal vez lo único que lamentaría era el hecho de que no podría conocer a mi hermanito. Con eso, sentí cómo la fría garra del sueño me robaba.
Maldición… ¡Cuánto habría deseado ser un hermano mayor!