jueves, 28 de febrero de 2019

TBATE Capítulo 8

Capítulo 8
Preguntas
Traducido por Thornapple
Corregido por DaniR
Editado por Tars

Mi borrosa visión me hacía ver un entorno que ya conocía, y me obligué a parpadear un par de veces para saber si lo que veía no era un sueño. Parecía que había vuelto a mi antiguo cuerpo. Al levantarme del sillón en el que estaba sentado, salí de mi habitación. Afuera una joven sirvienta me esperaba, y me saludó respetuosamente a penas me vio. “B-buenos días, Rey Grey.” Ni siquiera me molesté en mirarla, y seguí caminando mientras ella me seguía a un par de metros. Al llegar al patio, todos los aprendices estaban alineados con sus espadas en el frente; dirigí mi atención a los instructores que les estaban gritando para que corrigieran su postura y respiración. Cuando uno me vio, inmediatamente se giró e hizo un fuerte saludo militar, cuando lo hizo, los instructores y los demás aprendices siguieron su ejemplo. Simplemente, les dije que continuaran lo que estaban haciendo. Al llegar a mi destino, abrí las puertas dobles. En frente estaba un anciano con la cabeza cubierta por un abundante pelo blanco que combinaba con su larga barba, unos ojos esmeraldas que brillaban de forma maliciosa con sabiduría y conocimiento. Era el líder del Consejo, Marlorn. Aunque tenía la posición de ‘Rey’, no podía evitar sentirme que solamente era un soldado glorificado. Los que realmente gobernaban el país, administrando la política y economía, eran el Consejo. Entonces, ¿de que servía la posición de Rey? El título de Rey significaba que, realmente, era un hombre que equivalía a un ejército. Debido a que habían disminuido la cantidad de niños nacidos y los recursos eran limitados, los Consejos de cada país se reunieron y, después de incontables meses de debates y discusiones, decidieron que, si las guerras continuaban, eventualmente nosotros mismos nos terminaríamos exterminando. Deshacerse de las guerras tendría dos importantes resultados: disminuir la cantidad de muertos, permitiendo que la población creciera, y evitar la destrucción de terrenos cosechables al no utilizar armas nucleares. La solución que se les ocurrió y promulgaron para reemplazar las guerras fue una forma diferente de combatir. Reemplazaron las guerras con algo que se conoció como ‘Duelos Paragón’. Donde quiera que hubiera una disputa que afectaba el estado de un país, se declaraba un Duelo Paragón, y cada país enviaba un representante que era el más fuerte de su país. Mirándome por encima del hombro, Marlorn exclamó con su peculiar falsa sonrisa, que parecía ser un rasgo innato entre los políticos. “¡Rey Grey! ¿Qué le trae a mi humilde morada?” “Me retiro.” Sin siquiera darle la oportunidad para reaccionar, arranqué mi medalla, un pedazo de metal que todos los aprendices tanto deseaban, y la estrellé contra su gigantesco escritorio de madera de roble. ¿Por qué motivo había estado viviendo todos estos años? Era un huérfano que había sido criado en un campamento para entrenar duelistas. Tenía veintiocho años, pero nunca había ido a una cita, ni había amado. Había pasado toda mi vida solo hasta ahora, por el bien de ser el más fuerte. ¿Y para qué…? ¿Admiración? ¿Dinero? ¿Gloria? Tenía todo eso, pero ni en un millón de años elegiría eso por lo que tenía en Ashber. Extrañaba a Alice. Extrañaba a Reynolds. Extrañaba a Durden. Extrañaba a Jasmine. Extrañaba a Helen. Extrañaba a Ángela. Incluso extrañaba a Adam. Madre… Padre… “¡¡Cofff!! ¡COOOFFFF!” Volví a abrir mis ojos, y vi como mi visión se llenaba de imponentes árboles y enredaderas colgantes mientras yacía de espaldas. Sin embargo, esta vez, el insoportable dolor que sentía me decía que esto no era un sueño. ¿Dónde estoy? ¿Cómo he sobrevivido? Intenté levantarme, pero mi cuerpo no respondía. Lo único que podía mover era mi cabeza, e incluso eso implicaba una serie de dolores punzantes en mi cuello. Miré a mi derecha, y vi mi mochila. Lentamente me giré para ver a la izquierda, apretando mis dientes por el dolor. Mis ojos se abrieron de par en par ante lo que veía e inmediatamente tuve que resistir las ganas de vomitar. A mi izquierda estaba lo que quedaba del mago que había arrastrado conmigo. Un charco de sangre rodeaba su cuerpo, y de seguro tenía más huesos rotos que intactos. Podía ver los blancos huesos de sus costillas sobresaliendo de su hundida cavidad pectoral con una pila de entrañas al lado. Sus extremidades sobresalían en ángulos antinaturales, y el cráneo del conjurador estaba destrozado en la parte posterior, del cual brotaba materia gris junto con la sangre. Su rostro se había congelado con una expresión de sorpresa e incredulidad, excepto por sus ojos que estaban completamente rojos. Se veía cómo de las cuencas de sus ojos aún caía un rastro de sangre seca. No pude girar mi cabeza lo suficientemente rápido. Con mi ya debilitado cuerpo siendo atacado por el olor repugnante y la espantosa vista, vomité lo que quedaba en mi estómago hasta que se detuvieron las náuseas. Ni siquiera en mi vida anterior, nunca había visto un cadáver tan destrozado. No pude evitar sentirme asqueado por el hedor nauseabundo y los insectos dándose un festín con su cuerpo. Partes de mi cara y cuello quedaron cubiertas con mi vómito, pero finalmente me las arreglé para girar mi cabeza y evitar ver los grotescos restos del conjurador. ¿Cómo es que aún seguía vivo? No podía evitar preguntarme qué había pasado mientras estaba inconsciente. Claramente, el conjurador había estado vivo hasta el aterrizaje… Entonces, ¿qué me había pasado a mí? Debería haberle pasado lo mismo a mi cuerpo, o tal vez incluso peor, pero no solo estaba bien, ni siquiera parecía tener un solo hueso roto. Pensaba acerca de las posibles respuestas, pero me interrumpió un fuerte gruñido de mi estómago. Una vez más, luchando contra las protestas de mi cuerpo, intenté levantarme; las únicas partes que respondieron fueron mi brazo derecho y de mi cuello hacia arriba. Reuní maná en mi brazo derecho y usé mis dedos para abrirme paso, arrastrando mi cuerpo para llegar a mi mochila. No estaba a más de un metro, pero a mí me pareció que pasaba casi una hora hasta que la alcancé. La acerqué hacía mí y rebusqué dentro con la única mano que podía usar hasta que encontré lo que buscaba: ¡las bayas secas y nueces que Madre había guardado! Logré meterme un puñado en mi boca; era la merienda que había traído solamente por la insistencia de Madre. Mi garganta, sorprendida por la repentina avalancha de comida, respondió casi ahogándome por la tos, llevándole otra ronda de agonía a mi cuerpo. Busqué mi cantimplora dentro de la mochila, y lentamente vertí un poco en mi boca antes de volver a meterme otro puñado de merienda. Lágrimas caían de mi rostro hacia mis oídos. Usando mi mochila como manta improvisada, continué masticando las raciones secas hasta que me desmayé. Me desperté debido al intenso frío que había. Mirando alrededor, por la posición en que los rayos del sol se asomaban por las montañas, estaba amaneciendo. Esta vez fui capaz de levantarme, pero solamente con la ayuda del maná. Inspeccione cuidadosamente mi cuerpo, asegurándome de que no tuviera ningún problema antes de relajarme. Primero lo primero. Me dirigí hacia el cadáver del conjurador mientras intentaba evitar mirar las atroces heridas que habían causado su muerte. Al ver el cuchillo que buscaba, rápidamente lo saqué de su muslo. No estaba seguro de cuánto tiempo tendría que estar aquí, así que tener un arma era fundamental. ‘¡Oh! Te has despertado.’ En un instante me puse en postura de combate, aguantando el dolor por moverme súbitamente. Con el cuchillo en mi mano, me giré para ver el cadáver. Juro por Dios, si el cadáver era el que me estaba hablando… Una risa melódica me hizo mirar alrededor para buscar el origen de la voz. ‘No te preocupes. No tienes que preocuparte de que ese cadáver reviva.’ La voz que parecía salir de la nada era solemne, y emanaba un tipo de sensación ligera, como si fuera de la realeza. Tenía un sonido poderoso y resonante, a la vez que relajante y suave, que hacía que quisieras confiar en ella. Aún en guardia, logré murmurar una respuesta poco elegante. “¿Quién eres? ¿Tú me has salvado?” ‘Así es, respondiendo a tu segunda pregunta. En cuanto a tu primera pregunta, lo descubrirás tan pronto llegues a mi morada.’ La voz parecía muy segura de que intentaría ir a su casa. Como si leyera mis pensamientos, dijo: ‘Soy la única que puede llevarte devuelta a tu casa de este lugar, así que te aconsejo que te apresures.’ Esto me devolvió a mis sentidos. ¡Tenía razón! ¡Debía volver a casa! ¡Madre! ¡Padre! ¡Los Cuernos Gemelos! ¡Mi hermanito! ¿Estarán bien? ¿Habrán llegado a salvo a Xyrus? Si la voz realmente podía llevarme de vuelta a casa, no tenía otra opción que encontrarla. “Ejem, querido, uhh… ¿Señor Voz? ¿Podría decirme cómo dirigirme a su ubicación y así poder honrarme con su presencia?” La voz dejó escapar otra una suave risa antes de responder. ‘¿No crees que es grosero llamar a una señora ‘Señor’? Y sí, te enseñaré el camino.’ Ahh… Así que es una señora. Inmediatamente, mi vista cambió a la visión de un pájaro. Se fue alejando, hacia una ubicación en dirección este que parecía casi a un día de distancia, y antes de que mi vista volviera a la normalidad, se iluminó. ‘Te recomiendo que partas de inmediato. Será mucho más seguro si viajas durante el día en vez de la noche.’ – me regañó amablemente la voz. “¡Sí, Señora!” Rápidamente cogí mi mochila y empecé a trotar hacía mi destino. Sentía menos dolor a cada paso, y al mediodía solo me quedaban un par de dolores por aquí y por allá. Lo que fuera que había hecho esta señora era magia muy poderosa. Nunca había oído o leído de hechizos que pudieran ser lanzados a tanta distancia. ¿O tal vez se había marchado después de lanzarme el hechizo, justo después de que aterrizara? Entonces, ¿cómo había sabido que estábamos cayendo, y por qué solo me había salvado a mí? Cuanto más intentaba resolver este misterio, más preguntas aparecían. Escuché el débil sonido de un borboteo y me dirigí hacia esa dirección, donde encontré un estrecho arroyo. “¡Sí!” – exclamé. Estaba completamente sucio. Mi cara y cuello aún tenían el olor de mis ácidos gástricos, mientras que mi ropa estaba rota y llena de mugre. Casi corriendo, me lancé como una bomba al arroyo, refregando enérgicamente mi rostro y cuerpo. Me quité la ropa y después de lavarla un poco la puse en una roca cercana para que se secara. Después de terminar este refrescante baño, caminé hacia mi ropa aún húmeda cuando… ‘Ku, ku, ku… ¡Qué despreocupado!’ Instintivamente, mis manos cubrieron mi preciada área mientras encorvaba mi espalda, intentando hacerme lo más pequeño posible. ‘No te preocupes, no hay mucho que ver.’ Me estremecí al sentir casi como si la Voz me guiñara un ojo. ¡Qué grosera! Mi orgullo… Gruñendo, casi quería argumentarle que mi cuerpo aún no se había desarrollado, pero decidí ignorar la Voz y ponerme mis ropas. ‘¡Ohhh…! No hagas pucheros. Lo siento.’ – dijo La voz aguantado la risa. Cálmate, Arthur. Un rey debe de mantener la calma… Después de ponerme mis ropas, la voz pervertida se quedó en silencio. Cómo o por qué, eso no me importaba mucho. Rebusqué en mi mochila y saqué las últimas raciones secas que me quedaban. El agua no era un problema ya que acababa de rellenar mi cantimplora, pero necesitaría comida pronto. Quizás, con suerte, la Voz me daría algo. Observando a mi alrededor, comencé a preguntarme dónde estaba. Ya que me había caído por el este de la montaña, debería estar cerca del dominio de los elfos. No creía estar en el Bosque Elshire ya que no había ninguna niebla a mi alrededor. ¿Estaba en los Claros de las Bestias? No. No había ninguna bestia de maná… Había visto un par de conejos y pájaros, pero no había visto nada más. Algo, quizás lo más extraño que había notado de este lugar, era la abundancia del maná. Se debía a la abundancia del maná de este lugar que había sido capaz de recuperarme tan rápido. Aunque eso no explicaba cómo había sobrevivido en primer lugar; esperaba que quién estuviera tras la voz me lo dijera. Debía apresurarme. Aparte del hecho de que no había ningún camino, el viaje fue muy tranquilo y sin complicaciones, con mínimos obstáculos y terrenos que debía rodear. A medida que me acercaba a donde estaba la Voz, la densidad del maná se hacía cada vez más abundante y densa. Ignorando la tentación de detenerme y absorber el maná del alrededor, seguí caminando. Entrenar ahora no era lo más importante. Necesitaba volver a casa. Probablemente todos habían asumido que estaba muerto, y no pude evitar preocuparme por Madre y Padre. No tanto físicamente, sino por su salud mental. Me preocupaba que Madre y Padre no pudieran perdonarse a sí mismos por mi muerte. El único pensamiento que me reconfortaba era que Madre estaba embarazada. Sí. Se mantendrían fuertes, al menos por el bien de mi hermano o hermana por nacer. Llegué al área donde me había dirigido la Voz, pero no pude ver nada más que un montículo de piedras rodeado por un grupo de árboles. ‘Me alegra saber que has llegado a salvo.’ – dijo la Voz con confianza, como si ya supiera que lo lograría. “Encantado de conocerte, uhh… ¿Señora? ¿Señora Piedras?” ‘No soy una roca, ni un montículo de ellas. Hay una grieta en la parte posterior de las rocas. Ahí es donde estoy.’ – dijo La Voz. Miré alrededor y encontré una pequeña grieta, aproximadamente del tamaño de un adulto, entre dos grandes rocas que se apoyaban entre sí. La ligera brisa que salía de la grieta me indicaba que había encontrado lo que buscaba. Si no fuera porque la Voz me había dirigido hacia la localización exacta, nunca habría notado que había una pequeña fisura. ‘Niño. Sigue por la grieta, pero refuérzate con maná antes de que entres.’ ¡Al fin, pronto me encontraría con Madre y Padre! Sin un segundo de vacilación, me deslicé por la grieta con facilidad mientras reunía maná para reforzar mi cuerpo. Esperaba pisar algún tipo de plataforma, pero en cambio caí de inmediato en picado por un agujero negro. La Voz no me había advertido de que iba a caer verticalmente. ‘Supongo que ésta era razón por la que me había dicho que me reforzara con maná.’ – fue el pensamiento que se me ocurrió mientras caía, gritando todo lo que podían mis pulmones de cuatro años. Me levanté lentamente, quejándome y frotándome el trasero. “Por fin nos encontramos, niño.” Me sentí palidecer mientras mis ojos y boca se abrían de par en par. Sintiéndome mareado, mis piernas me fallaron, y caí sobre mi dolorido trasero, observando a la persona que me había ayudado todo este tiempo.