Arco 1 Capítulo 1
Prólogo
Traducido por Tars
Corregido por Thornapple y DaniR
Editado por Tars
Corregido por Thornapple y DaniR
Editado por Tars
Había sido una vez una ciudad animada.
Sin embargo, sus ruinas estaban ahora esparcidas ante él, destrozadas hasta el punto de que no era posible reconstruirlas. Prehenople, que una vez había sido conocida como ‘La ciudad más hermosa’ durante tres generaciones, ahora no era más que una sombría concha de sí misma. Desir respiró hondo y desvió la mirada hacia la gigantesca figura que tenía delante.
Rango Meteoro
El Dragón de la destrucción – Boromir Napolitan.
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El masivo hechizo Inferno localizado sobre Desir ardía como un sol. El dragón, Boromir Napolitan, fulminó con la mirada a los 100 humanos reunidos ante él.
“¿Unos meros humanos se atreven a estar ante mí?” – bramó el dragón hacia el cielo. Era capaz de abrumar a otros a través de su poder absoluto. Pero, incluso entonces, ni uno solo de los presentes perdió su resolución.
“Este es el fin, Napolitan.” – dijo Desir con una voz determinada. Este lugar era el final del infierno, el final de su sufrimiento dentro del laberinto de las sombras.
El mundo de las Sombras le había presentado a la humanidad este laberinto final. Dentro de él, Desir Arman había sido testigo de innumerables muertes, había perdido amigos y seres queridos, todo con la esperanza de llegar a este momento.
Amigos con los que había pasado sus días de escuela, una compañera de clase de la que estaba enamorado y, hermanos menores que habían hecho todo lo posible por seguirlo.
Si bien Desir no estaba familiarizado con todas las personas que se encontraban en el Laberinto de las Sombras, al menos las conocía.
El campo de batalla había reclamado todas y cada una de sus vidas. Noche tras noche, el ejército de las sombras se derramó sin cesar. Día tras día, decenas de personas murieron.
En medio de una matanza interminable, los que tuvieron la suerte de sobrevivir recitarían los nombres de los muertos y continuarían su lucha por la supervivencia. Después de 10 años de repetir este ciclo de carnicería, solo quedaban 100 supervivientes.
Un solo grito hizo eco en el grupo, renovando el espíritu de lucha de los pocos que todavía se mantenían vivos.
“¡Te mataremos aquí y ahora!” – rugió una voz solitaria.
“Finalmente, ¡vamos a poner fin a este infierno!”
El [Aliento de fuego] de Boromir Napolitan, que una vez había aniquilado a toda una civilización, marcó el comienzo de su tribulación final.
Era una batalla de proporciones épicas. Verdaderamente un evento que rivalizó con las leyendas de la antigüedad. Cientos de hechizos dracónicos cayeron sobre ellos mientras los supervivientes luchaban desesperados.
Perhenople fue una vez la joya de este desierto y ahora, sus restos fueron devastados por el incesante aliento del dragón, devolviendo a la ciudad a las arenas de donde vino.
La tierra se dividió en dos cuando los Cielos fueron destrozados. Los hechizos defensivos de los que se habían jactado de ser impenetrables, fueron destrozados como si fueran de cristal y sus preciosos artefactos únicos fueron destruidos como si no fueran más que juguetes en las manos de un niño. Incluso aquellos que habían superado innumerables situaciones de vida o muerte sucumbieron ante la abrumadora fuerza del dragón.
A medida que su batalla se prolongaba, los supervivientes se encontraban en una desventaja aún mayor. A pesar de esta triste realidad, nadie vaciló, nadie se rindió. Permanecieron firmes por pura determinación. Todos sabían que esto era todo, no había ningún lugar al que huir si fallaban aquí. Si no pudieran matar al dragón que tenían ante ellos, el mundo llegaría a su fin.
Por lo tanto, dieron todo lo que tenían para derrotar a este poderoso enemigo. Impulsados por su sentido del deber, lucharían hasta el último hombre. Quizás fuera ese espíritu inquebrantable el que podría provocar un milagro.
“El análisis del primer hechizo, [Cero Absoluto] está completo. Intentaré bloquearlo usando el Sistema Ilone.” – gritó Desir en el fragor de la batalla a sus aliados, para luego cambiar el peso de su cuerpo a la pierna izquierda y correr a un lugar seguro. – “Podré sellarlo en 8 minutos.”
“¡La armadura de huesos está completamente destruida! ¡Enfocaos en atacar su espalda!” – gritó uno que se encontraba en primera línea lleno de esperanza.
“¡Malditos gusanos!” – gritó el dragón, comenzando a usar su hechizo más fuerte. Era lo suficientemente poderoso como para ser considerado su carta de triunfo final.
Con el lanzamiento del hechizo, una enorme explosión estalló en los alrededores. El estallido de magia se estrelló contra el suelo, mientras oleadas de energía se agitaban como un tsunami. Sin embargo, la fuerza del ataque era significativamente más débil que antes.
Finalmente, el dragón, que una vez había sido una fuerza inexpugnable, se estaba debilitando lentamente. Era el momento… Desir sabía que era ahora o nunca.
“El análisis del decimotercer hechizo está completo.” – dijo Desir. – “¡La [Tormenta solar] está completamente sellada!”
“¡Va a lanzar un ataque de aliento! ¡Magos!” – ordenó Zod. – “¡Haced vuestro mejor esfuerzo para dispersarlo! Los que están en primera línea, ¡retiraos hasta un punto ciego o poneos a cubierto!”
Así, los ataques del dragón fueron bloqueados de forma efectiva. Al mismo tiempo, Desir analizó los patrones mágicos de los hechizos dracónicos decenas de miles de veces.
Uno por uno, todos los poderosos hechizos del dragón fueron sellados mientras los magos ideaban una formula defensiva para detener cualquier ataque restante. De forma lenta pero segura, las habilidades defensivas del dragón disminuyeron.
“Co… ¿Cómo podría perder contra unos simples humanos?” – gritó horrorizado el dragón, perdiendo la calma.
“¡El análisis del patrón mágico final está completo!” – gritó Desir de forma apresurada. – “¡Todos los hechizos dracónicos ahora están sellados!”
“Atacantes de primera línea, ¡matad al dragón!” – gritó Raphaello triunfante, dando la orden que todos habían estado anhelando durante mucho tiempo.
“¡Noooooooooo!” – exclamó Napolitan. – “¡Esto no puede estar pasando!”
Había despreciado a los humanos. Comparados con él, eran polvo para ser arrastrados por un mero movimiento de su ala. Sin embargo, contra todo pronóstico, sus hechizos lo habían llevado a este estado de indefensión.
Finalmente, después de tantas pérdidas y sacrificios, después de que la sangre de todo un mundo se hubiera derramado, la humanidad estaba reclamando su victoria. Solo necesitaban unos instantes más.
Y ese instante llegó: de forma miserable, el dragón de la destrucción cayó del cielo. Derrotado. Con eso, todo había terminado.
O eso creían ellos…
*.*.*
Cuando se dieron cuenta de que habían ganado, el alivio inundó a los supervivientes. Aunque habían salido victoriosos, solo seis habían quedado vivos tras la batalla. Con expresiones llenas de alegría, se quedaron boquiabiertos viendo el cadáver del dragón tendido ante ellos. Apenas podían creerlo.
Los recuerdos de la última década pasaron por sus mentes. Habían vivido, día a día, y en todo momento, con un pie en la tumba. Habían superado miles de situaciones de vida o muerte y vieron morir a sus amigos uno tras otro. Sin embargo, a pesar de todo, habían logrado mantenerse con vida.
De hecho, todos estaban aturdidos y estremecidos ante lo que acaban de vivir.
“¿Finalmente podemos dejar este lugar olvidado de la mano de dios?” – preguntó uno de ellos aturdido.
A su alrededor, el paisaje estaba repleto de escombros. Todos colapsaron, como marionetas a las que habían cortado sus hilos, dejándose caer entre los restos. El agotamiento les asaltó de golpe.
“Todos, buen trabajo.” – los elogió el caballero de la luz, Raphaello. – “En realidad lo hicimos. Hemos salvado al mundo.”
“Pero… ¿Por qué no hay una ventaja emergente…? El mensaje era claro… ¿No era así…? El objetivo de este Mundo de las Sombras… Matar al dragón...” – dijo con voz entrecortada Donaif, un guerrero salvaje de las tierras del norte. Estaba cubierto desde los pies a la cabeza con joyas de oro. Hablaba de forma entrecortada ya que no estaba familiarizado con el idioma oficial.
“Hmm, tampoco estoy seguro.” – contestó Raphaello. – “Por lo general, sucede cuanto terminamos una misión y antes de volver a nuestro propio mundo. Pero este lugar no parece seguir las reglas normales del Mundo de las Sombras, por lo que es complicado decir qué puede pasar.”
“Creo que es mejor que esperemos un poco.” – añadió tras considerarlo por un momento.
“Solo seis, de los 150 millones de personas, han quedado vivos. Esa es una tasa de supervivencia de alrededor del 0,000004 por ciento. Qué probabilidades más terribles.” – dijo con tristeza el Gran Sabio Zod, vestido con una túnica azul, mientras veía los restos de sus compañeros sosteniendo su bastón.
“Deja de hacer cálculos inútiles. No pueden traer de vuelta a los muertos.” – dijo la Pura Santa Blanca, Priscilla, con la ira surgiendo de su pecho.
“Después de cualquier incidente, especialmente con uno como este…” – respondió Zod, tratando de justificar su declaración anterior, con un tono de voz condescendiente. – “Siempre es importante organizar las cosas. En particular, si más del 99% de todos los magos del continente están muertos.”
“En cualquier caso, no cambia el hecho de que salvamos al mundo.” – dijo Desir Arman, interrumpiéndolos a los dos. Los había estado observando y pensó que era mejor acabar con esto.
En ese momento, la realidad fue entrando en sus cabezas. Los supervivientes sintieron que los músculos de sus cuerpos se iban aflojando y sus corazones se relajaban. Con eso, comenzaron a discutir cómo había ido la batalla entre ellos.
En medio de la discusión, la espadachina mágica del amanecer, Ajest, se sentó lejos para descansar. Ella no dijo ni una palabra, sino que simplemente se quedó callada escuchando sus historias.
“Habría sido muy difícil si no hubieras estado aquí, Raphaello.” – dijo Priscilla.
“No, no. Como paladín debo cumplir mi deber de protegerlos a todos. El Señor Desir jugó un papel más importante que yo.” – contestó Raphaello agitando las manos con modestia.
Desir, que había estado mirando al suelo todo el tiempo, levantó su mirada. Cuando sus ojos se encontraron con los Raphaello, sonrió.
“Cierto.” – dijo Donaif. – “Esto hubiera sido imposible de terminar… Sin ti, Desir.”
Naturalmente, Donaif estuvo de acuerdo, había recibido ayuda de Desir dos veces durante su tiempo en el Mundo de las Sombras.
“Para ser honesto, pensé que ya habrías muerto hace mucho tiempo.” – dijo Zod melancólico mientras miraba a Desir. – “Incluso si hubieras recibido ayuda de diversos artefactos, me cuesta creer que un mago del tercer círculo pueda analizar la magia dracónica y sellarla. Incluso yo. Como mago del séptimo círculo, no puedo tener éxito en el análisis inverso de la magia dracónica. ¿Solo por ser un mago del tercer círculo con mucho talento?”
Todos miraron a Desir mientras el silencio se expandía a su alrededor.
“¿Hay alguna razón especial?” – añadió mientras entrecerraba los ojos.
“Como plebeyo, nunca recibí una educación adecuada. La academia trazó una línea entre nobles y plebeyos. Debido a eso, se volvió imposible para nosotros hacernos más fuertes. Sin semejante intolerancia, podríamos haber salvado a innumerables personas, podríamos haber ganado hace mucho tiempo. Con mucho menos sacrificio...” – dijo Desir, hablando por fin.
“Eso es muy malo…” – dijo Zod. – “Si solo hubiéramos tenido a más personas como tú en la Torre de la Magia, entonces tu talento no se habría desperdiciado durante tanto tiempo.”
“Dejemos de hablar sobre el aburrido pasado.” – dijo Raphaello mientras cubría con una mano su rostro de la luz del sol y observaba a los supervivientes. – “Somos héroes que salvaron el mundo. Cuando regresemos, sin duda recibiremos una gran bienvenida en casa. Pero después de eso, ¿qué vais a hacer?”
“Voy a pasar por… Las casas de mis compañeros caídos… Y devolver… Sus pertenencias… Para recordar sus honorables muertes… Siempre…” – respondió Donaif, que estaba sentado frente a Raphaello. El bárbaro tenía cientos de piezas de joyería y cada una tenía grabada una letra diferente, en recuerdo a sus hermanos del norte caídos.
“Regresaré al Reino Occidental para consolar las familias de los soldados fallecidos. Debo asumir la responsabilidad de su sustento. Para todos los que perdieron sus vidas aquí, construiré una torre conmemorativa o un santuario en su honor. Estoy segura de que los hará felices.” – continuó Priscilla, mientras Desir estaba perdido en sus pensamientos.
“Solo continuaré con mi investigación, pero cambiaré mi campo de estudio al Mundo de las Sombras.” – dijo Zod. – “Si volviera a aparecer otro laberinto de las Sombras de este tamaño definitivamente sería el fin del mundo. No tenemos las tropas, los recursos o el tiempo para prepararnos de nuevo, así que haré todo lo posible para evitar que vuelva a aparecer.”
“¿Qué vas a hacer Señorita Ajest?” – preguntó Raphaello cuando Zod terminó de hablar. Ajest, todavía no había dicho ni una palabra.
Pero el silencio siguió a la pregunta de Raphaello. Con una expresión en blanco, Ajest se limitó a mirarlo por un tiempo y se dio la vuelta.
“¿Qué hay de ti Desir? ¡Estoy seguro que serás bienvenido donde quiera que vayas! Puedes ir al Reino Occidental o incluso a la Torre de Magia del Señor Zod, ¿o tal vez estás planeando volver a la academia Hebrion?” – continuó Raphaello con una sonrisa torpe, mientras ponía sus ojos en Desir.
“Yo…” – respondió Desir tras tomar un momento para reflexionar sobre la pregunta.
Sin previo aviso, una poderosa oleada de maná rugió, poniendo en tensión a los despreocupados supervivientes.
“¿Nos perdimos algo?” – exclamó Zod.
“E… Es… ¡Espera un minuto!” – gritó Priscilla sorprendida. – “¿No despejamos el Laberinto de las Sombras? ¡Pensé que el objetivo era matar al dragón!”
“¿No… Matamos… Por completo… Al dragón?” – dijo Donaif.
“¡Eso no es posible!” – gritó Zod. Sus gritos de incredulidad se fundieron en una tormenta de confusión. – “¡Definitivamente confirmé su muerte!” – añadió en voz baja, hablando una vez más, mientras todos entraban en pánico.