Arco 2 Capítulo 12
Tierra y Dios
Traducido por Kasahara
Corregido por DaniR
Editado por Tars
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Editado por Tars
La mañana siguiente, Valetta y su padre acompañaron a Kazura hacia los cultivos de patatas que habían sobrevivido. Esas eran las plantas que los aldeanos se habían esforzado tanto por cultivar y, de alguna manera, habían aguantado durante la sequía. Las hojas verdes se extendían ampliamente y las cepas crecían ondulándose. Tenían muy buen aspecto.
“¡Oh! Si están así de verdes, realmente estarán sanas.” – comentó Kazura.
“Sí, es todo gracias al acueducto. Con tanta agua, no han sucumbido a la sequía.”
Mientras Kazura, Valetta y Varin inspeccionaban los cultivos, los aldeanos que cuidaban del campo se acercaron a saludarles. Los hombres trabajaban arrancando la maleza que crecía entre los huecos de las hojas de las patatas, o transportando agua que extraían del depósito. Junto a los campos estaba el acueducto que iba hasta el embalse, aunque ni una sola gota de agua fluía por él ya que el depósito seguía lleno en estos momentos.
Viendo que los hombres se turnaban para trabajar, parecía que la aldea entera estaba cooperando para cuidar de los cultivos.
“Esta patata, ¿es así de grande cuando está lista para cosechar?” – preguntó Kazura.
“Ummmm, podríamos decir que esta sí lo es. De una planta se pueden cosechar alrededor de cinco piezas.”
Mientras decía esto, Valetta dibujó un pequeño círculo en su mano. La circunferencia tenía un tamaño similar al de un huevo talla M que se vendía en los supermercados de Japón. Era una patata algo pequeña. Un rendimiento de cinco piezas por planta, no sería suficiente de ninguna de las maneras.
“¿Qué tipo de fertilizante utilizáis?” – preguntó Kazura.
“Uumm... ¿Qué es el ferté… fertiliziante?” – se extrañó Valetta.
“¿Eh…?”
¿Qué estaba diciendo Valetta? Viendo la confusa expresión del rostro de la chica, Kazura se quedó petrificado. Pensándolo bien, ese era un mundo totalmente distinto, así que a lo mejor había utilizado un nombre o una terminología erróneos.
“Errr, me refiero a si utilizáis alguna cosa que podáis mezclar con la tierra para nutrir las cosechas. ¿No tenéis algo que esparcir por el campo?”
“¡Ah! El rito de la cosecha abundante. Pedimos a Gre... a Dios que nos otorgue una cosecha generosa. Después de la siembra, cazamos un kafcu en la montaña, trituramos sus huesos y los esparcimos en los cultivos.” – explicó Valetta.
“¿Y añadís algo más?”
“Uumm... Nada más... B-bueno, a lo mejor en vez de huesos, deberíamos ofrecer la carne, ¿no? Es una costumbre de antaño, la de esparcir los huesos, pero a lo mejor en lugar de eso la carne... Es... Sería... Mejor... ¿No...?”
Al parecer, la aldea no entendía el concepto del fertilizante en la agricultura. Aunque esparcieran esa especie de abono como rito, su propósito no era el de aumentar los nutrientes de la tierra, así que los hombres tampoco lo utilizaban en gran cantidad. Además, incluso si Kazura las supiera, no le preocupaban las preferencias de Dios.
“Por ahora, dejemos a un lado si Dios prefiere huesos de animal o carne. Para hacer que los cultivos estén sanos, es indispensable que el suelo también lo esté.”
“¿El suelo?” – se sorprendió Valetta.
Escuchando a las palabras de Kazura, la chica ladeó un poco la cabeza, con una expresión de duda en su rostro.
“Sí, había estiércol en medio del bosque... Algo que se parece a las hojas caídas en descomposición, o restos de alimentos que se han mezclado con el suelo, que luego se mezclan también con la tierra del campo.”
“Y... ¿No se enfadará Dios si mezclamos cosas podridas con la tierra de los cultivos?” – preguntó Valetta perpleja.
Los aldeanos consideraban que solo se podían mezclar cosas en la tierra en señal de ofrenda.
“Irá bien. Es más, creo que Dios estará encantado de ver que la tierra se vuelve más saludable. Dios las usará para darle más nutrientes a los cultivos.”
Atentos a las palabras de Kazura, Valetta y Varin hicieron el esfuerzo de comprenderlo. No pretendía quitarles de la cabeza la idea de que los cultivos crecían gracias a la voluntad de Dios, puesto que era un pensamiento muy antiguo. Y si de repente les dijese: ‘Si el suelo no es saludable, los cultivos tampoco pueden serlo’, no lo entenderían. Por el momento, decidió utilizar el matiz de ‘Dios usa el fertilizante para bendecir el campo’.
“Entonces, es importante recolectar el abono en el bosque, pero...”
“Lo entiendo. La gente de la aldea lo recogerá. ¡Escuchadme! Vamos a por algo llamado estiércol.”
Obedientes a las palabras de Varin, los aldeanos que estaban trabajando en el campo llamaron a los demás. Los demás hombres cesaron sus tareas y después de escuchar lo que el alcalde les dijo, fueron a avisar al resto.
“Ahora, voy a ir a avisar a los hombres que quedan. Valetta, ve a por la carretilla.” – ordenó Varin.
“Sí.”
“Ah, yo iré contigo.”
Así, la mayoría de aldeanos se involucraron en la recolección del abono.
* * *
Habían pasado ya veinte minutos. Los aldeanos, reunidos en la entrada del bosque, lanzaban sus miradas hacia Kazura, expectantes. Había cavado con una pala la tierra más cercana. Cuando retiró la capa que había cavado, algo seca, se pudieron apreciar varios moldes de hojas muy comunes.
“A esto se le llama estiércol. Por favor, recoged montones y mezcladlos con la tierra de los cultivos. Si lo hacéis, Dios los utilizará para hacer que la tierra esté más sana.”
Los hombres observaron el abono en la mano de Kazura.
“Así que tiene ese aspecto.”
“Si el señor Kazura lo dice, tiene que ser verdad.”
Los aldeanos expresaban su admiración con palabras como esas.
“Ahora, ¿podríais apilar el estiércol en la carretilla? La llenaremos hasta arriba para abonar uno de los campos.”
Atentos a las instrucciones de Kazura, los aldeanos comenzaron a cavar simultáneamente en el suelo más cercano. La tierra del bosque, que estaba llena de hojas acumuladas por años, estaba blanda. Solo había que cavar en la superficie, así que recoger el estiércol resultó ser una tarea sencilla.
“Perfecto... Valetta, ¿puedo quitarte un poco de tu tiempo?”
“Oh, claro. ¿Hay algún problema?”
Kazura cesó su trabajo y se dirigió a Valetta, quien también excavaba en la tierra, a su lado.
“Volveré a mi país para conseguir otra carretilla y el fertilizante para los campos. Es por eso que quiero preguntarte si tu padre y tú seguiríais supervisando el trabajo mientras estoy fuera.”
“Ah, claro. Lo entiendo. Se lo diré a Padre.” – contestó Valetta.
“Gracias.”
Después de decir eso, Kazura abandonó el bosque y regresó a Japón.
* * *
“¡Eh, eh! Kolz, esto está muy mal. Nos dijeron que no podíamos seguirle, ¿no?”
“Eso es, pero a esta distancia, no se dará cuenta.”
Kazura caminaba hacia el bosque de camino a Japón; cincuenta metros tras él, dos niños le espiaban, escondidos tras los árboles. Tendrían entre cinco y seis años. A Kolz le brillaban los ojos de curiosidad, y su acompañante, una niña tímida, tiraba su manga intentando disuadirle.
“P-pero, si Kazura nos pilla...”
“Por eso he dicho que no pasará nada... ¡Ah! ¡Se ha metido en el bosquecillo!”
Kolz observó el pequeño grupo de árboles en los que Kazura había entrado y, después de perderle de vista, el niño entró tras él. Viendo que su hermano comenzaba a correr, la niña dudó un segundo, pero inmediatamente se apresuró para seguirlo.
“¿Qué? ¿Ha desaparecido?”
Aunque Kolz le seguía muy de cerca y había entrado en el bosquecillo, una vez dentro de éste, no veía a al hombre por ninguna parte. Aunque lo llamasen bosquecillo, los árboles no eran tan densos. Era muy extraño que Kazura, quien estaba ahí hacía solo un momento, desapareciese sin dejar rastro.
“Mira, justo como te dije; el señor Kazura es el señor Greisior. Si eso no fuera verdad, ahora mismo podríamos verle.”
La niña que seguía a Kolz se sintió aliviada y le dijo eso a su hermano, que seguía buscando al señor Kazura. El niño la miró incrédulo, pero era cierto que el hombre había desaparecido definitivamente.
“¿Tú crees? Pero solo puedo verlo como a un hombre ordinario, hermanita. ¿No te parece?”
“Aiss... ¿Sigues pensando así? Mira, volvamos a la aldea con los demás.”
La niña, que se llamaba Myra, agarró a su hermano de la mano, quien todavía seguía con la mirada perdida hacia el bosquecillo, murmurando. Ella tiró de él hacia el bosque donde los aldeanos seguían recolectando estiércol.
* * *
Mientras tanto, Kazura, que no se había dado cuenta de que el niño le había estado espiando, volvió como de costumbre desde el bosquecillo y pasó por el pasillo recubierto de piedra. Entonces, pidiendo permiso al inmutable esqueleto desmoronado en el pasaje, cruzó hacia Japón.
‘Entonces, ¿debería regresar a la tienda de herramientas? Va a ser una transacción más grande que la anterior.’
Como de costumbre, Kazura subió a su coche y condujo hasta la tienda donde había comprado las herramientas agrícolas. Contempló el paisaje japonés durante el camino; era muy distinto al del otro mundo del que había vuelto hacía solo unos minutos. Los campos que cultivaban vegetales podían verse esparciéndose hacia todas direcciones sin ningún problema.
Disfrutó de esas relajantes vistas alrededor de diez minutos hasta que llegó a la tienda. Entonces, se dirigió hacia la sección de jardinería y se detuvo justo en frente de una enorme pila de bolsas de fertilizante.
‘Hmm... Hay muchos tipos de fertilizante diferentes. ¿Cuál debería comprar?’
Delante de las bolsas ordenadas por su finalidad, Kazura dobló su brazo y comenzó a preocuparse por qué tipo de fertilizante sería la mejor opción. Entonces, echó un vistazo a las descripciones que habían escritas en cada paquete.
‘Si hubiera uno donde pusiera –Para los cultivos de otro mundo– sería genial... Me pregunto si este fertilizante es para las patatas.’
Mientras Kazura murmuraba y se rezagaba, un empleado que le había visto, se acercó hacia él.
“¿Busca alguna cosa, señor?”
“Sí, necesito un fertilizante para patatas. ¿Cuál me recomiendas?”
“Ah, éste de aquí es el adecuado, caballero. Aunque huela mal.”
El empleado llevó a Kazura hacia unas bolsas en las que la palabra ‘estiércol’ estaba escrita en ellas. Era cierto que tenía un olor peculiar, pero la caja de información del fertilizante ponía que podía utilizarse para las patatas.
“Señor, ¿desea utilizar el fertilizante en tubérculos?”
“Bueno... Algo así.”
Esa pequeña patata que solían comer en la aldea tenía un sabor distinto a la patata japonesa. Pero un tubérculo es un tubérculo, así que pensó que no habría gran diferencia entre las dos.
‘Entonces, aunque sea estiércol, sería buena idea esparcirlo…’
“Mmm… Me gustaría comprar el fertilizante que me has enseñado.”
Kazura escuchó atentamente la explicación del empleado, quien le habló sobre el cultivo de patatas. Así, más o menos, pudo comprender qué tipo de fertilizante debía comprar.
“Ah, sí, muchísimas gracias. ¿Quiere llevarse una bolsa?”
“No, me gustaría comprar todo el que tenga aquí.”
“¿Eh…?”
“Me pregunto cuántos kilos pesará todo...” – murmuró Kazura tras contemplaba el abono y se iba alejando. El empleado que había escuchado eso de ‘lo compro todo’ seguía congelado en su sitio.
“E… Espere un momento. ¡Señor!”
El empleado corrió tras Kazura, quien esperó un momento hasta que un empleado con la palabra ‘Encargado’ escrita en su pecho se acercó hacia él.
“Señor cliente, creo haber oído que quiere comprar todo el fertilizante de la tienda, pero...”
“Sí, todo, por favor. También necesito una carretilla. Me pregunto cómo voy a llevarlo.”
“Uumm, aunque su intención sea comprarlo todo, señor, el material pesa alrededor de cuatrocientos kilos. Si es para patatas, treinta kilos serían suficientes para un campo de trescientos metros cuadrados.”
Al escuchar ‘cuatrocientos kilos’ de la boca del encargado, Kazura gruñó. El gerente pensó que, justo como él pensaba, el cliente había cometido un error en la cantidad que pedía, pero esa expectativa era completamente errónea.
“Disculpe, me gustaría alquilar el camión de la tienda. Si fuese posible, también me gustaría que me ayudaran a cargar y descargar el pedido.”
El encargado se estremeció por un momento después de escuchar lo que Kazura decía. Si realmente quería comprarlo, nadie podía ayudarle. Los empleados que estaban cerca de ellos se sorprendieron antes de comenzar a calcular la cantidad total de fertilizante, mientras uno de ellos le acercaba a la sección de carretillas.