Capítulo 14 y ½
Otro punto de vista
Traducido por Thornapple
Corregido por DaniR
Editado por Tars
Corregido por DaniR
Editado por Tars
Punto de vista de Reynolds Leywin:
No lo podía creer. Mi hijo. Mi hijo se había ido.
“¡NOOOO! NO, NO, NO, NO, NO, NO.”
Durden me contuvo antes de que saltara por el acantilado para salvar a mi hijo. Sabía que era demasiado tarde. Sabía lo que le podría haber sucedido, pero, aun así, no podía quedarme quieto sin hacer nada.
“¡Suéltame! ¡Mi hijo! Aún puede estar vivo. ¡Déjame salvar a mi hijo! ¡¡Por favor!!”
Durden no me soltó y Adam vino también para ayudarle a contenerme.
“Por favor, Rey. Tenéis que permanecer juntos. No es fácil decirte esto, pero es imposible que haya sobrevivido a esa caída.”
Adam, que siempre actuaba alegre y relajado, tenía una expresión seria en su rostro y ni siquiera podía mirarme a los ojos.
“Adam tiene razón. Cálmate Rey, tu esposa te necesita.” – murmuró Durden.
Tenían razón. Tenían toda la razón. Sin embargo, ¿por qué mi cuerpo no me escuchaba? ¿Por qué no podía ir a consolar a mi esposa?
“¡¡¡AAAHHHHHHH!!!” – me quebré antes de que todo se volviera completamente negro.
Al despertar, noté que Helen sostenía una toalla mojada sobre mi cabeza.
“Por fin has despertado.” – dijo con una sonrisa compasiva que carecía de confianza.
La ignoré y me senté, cubriéndome el rostro con mis manos.
“Esto no es un sueño, ¿cierto? Por favor, dime que despertaré y veré a mi chico jugando con Jasmine y Adam.”
“…”
“Lo siento…” – fueron las únicas palabras que pudo decir antes de que empezara también a llorar. La entrada de la tienda se abrió y entro Durden.
“Reynolds. No puedo ni imaginar cuánto te duele esto, pero ahora mismo es tu esposa quien te necesita. Se culpa a ella misma, Rey. Cree que la odias por perder a tu hijo.” – dijo. Sus ojos rojos evidenciaban que también estaba pasando un momento difícil.
“…”
Incapaz de encontrar una palabra para responderle, le di la espalda a Durden. De pronto, sentí un fuerte tirón cuando me volteaba. Justo cuando mis ojos vieron la gran mano de Durden, mi visión se volvió borrosa y sentí un intenso dolor en mi mejilla, donde me había golpeado.
“¡Reynolds! ¡Hemos tenido que evitar que Alice se suicidara! ¡Este no es el momento de estar lamentándote!” – gruñó.
Era la primera vez que veía al normalmente tranquilo Durden furioso. Logré asentir rígidamente y, mientras me dirigía hacia la tienda de mi esposa, mi cerebro aún palpitaba. Vi a mi esposa acurrucada bajo una manta con Angela a su lado, dándole palmaditas gentilmente. Miré a Angela furtivamente. Entendiendo lo que quería, simplemente asintió y salió de la tienda.
“Alice…”
“…”
“Cariño. ¿Podría ver el hermoso rostro de mi esposa?”
“Mi hijo…” – escuché débilmente su murmullo.
“¿Qué dices, cariño?” – respondí, dándole palmaditas en la espalda.
“¡He matado a nuestro hijo!” – exclamó sentándose repentinamente y girándose a mirarme. – “He matado a nuestro hijo, Reynolds. ¡Ha sido mi culpa! S-Si no hubiera estado ahí, habría podido esquivarlo. Estaría vivo. Se sacrificó para salvarme…*sniff*… Fue mi culpa.”
Acerqué a mi esposa hacia mi cuerpo y la abracé fuertemente, besándole suavemente la parte superior de su cabeza una y otra vez. Mantenía mis ojos fuertemente cerrados, evitando llorar mientras ella sollozaba continuamente en mi pecho. Estuvimos sentados así durante un rato hasta que sus lágrimas se volvieron solo lamentos.
*Hic*
“¿No me odias?” – apenas podía escuchar su susurro.
“¿Cómo podría odiarte, Alice? Te amo y siempre lo haré.”
*Hic**Hic*
“Rey, lo extraño mucho…” – dijo comenzando a sollozar de nuevo.
Apreté mi mandíbula, intentando mantenerme fuerte delante de mi esposa.
“L… Lo sé cariño. También lo extraño.”
El resto del viaje fue lento y arduo. No físicamente. No. Sentía que incluso los animales salvajes sabían de nuestro tormentoso estado mental, así que se mantenían alejados. Nuestro grupo avanzó en silencio. Cualquier intento de Adam de levantar el ánimo era contrarrestado con un silencio devastador. Incluso la alegre Angela mantuvo una expresión solemne por el resto del viaje.
Esa noche, Alice y yo nos quedamos dormidos abrazados. Pude consolarla, y eso también me ayudó a mí. Necesitaba una excusa. Era yo el que había enviado a Arthur a proteger a Alice. Continué buscando gente a la que culpar, pero los que realmente tenían la culpa ya habían muerto. La venganza había sido tomada. Ahora, todo lo que me quedaba era este agujero negro de arrepentimiento y vacío. Lo único que nos mantenía cuerdos a Alice y a mí era nuestro hijo que venía en camino. Por ese niño, mi chico, debía resistir. No cometería el mismo error que había cometido con Arthur. Era solo un niño, pero lo había enviado a proteger a mi esposa contra luchadores, incluso contra un mago. No tenía a nadie a quien culpar excepto a mí mismo.
Llegamos a la ciudad flotante Xyrus por la puerta de teletransporte sin ninguna complicación, como si Dios se estuviera burlando de nosotros al decir que ya habíamos tenido suficiente. Se suponía que el grupo de Los Cuernos Gemelos se separaría aquí de nosotros.
“¿Estáis seguros de que todo irá bien?” – dijo Adam dándonos una rara mirada de preocupación.
Durden agregó:
“No nos importa quedamos con vosotros un par de días más. Sé que originalmente veníais a esta ciudad por Arthur, pero…” – nunca terminó su frase.
“Está bien. Vosotros tenéis cosas que hacer. Alice y yo tenemos las necesidades básicas y el dinero para mantenernos por un par de semanas. Mantened vuestras localizaciones actualizadas en el Salón del Gremio.” – les dije mientras me despedía con la mano, intentando sonreír de manera forzada.
“Lo haremos. Cuidaos, chicos. Nos veremos pronto.” – respondió Durden, abrazándonos a los dos.
Las chicas le dieron un cálido abrazo a Alice después de despedirse. Después que irse, me giré hacia mi esposa, mirándola seriamente.
“Alice, ¿qué piensas de quedarnos aquí de hoy en adelante?”
Mirándome confundida, respondió:
“¿Qué hay de nuestro hogar en Ashber? Acabamos de arreglarlo. Muchas de nuestras cosas aún están ahí.”
Ante esto le negué con la cabeza.
“Creo que será mejor para nosotros un entorno nuevo y fresco. Nuestro hogar en Ashber tiene demasiados recuerdos de Art. No creo que podamos superarlo si nos quedamos allá. Contrataremos unos comerciales para que nos traigan nuestras cosas desde Ashber hasta aquí.”
Miró hacia abajo y cuando se decidió, hizo un pequeño asentimiento.
“¿Qué hay del trabajo? ¿De qué viviremos aquí? En esta ciudad es muy caro vivir, Rey.” – agregó con una expresión de preocupación.
Por fin fui capaz de demostrar una sonrisa verdadera, una sonrisa sincera que parecía tan rara en estos días.
“Conozco a un viejo amigo que vive aquí. Me ha pedido que sea guardia varias veces años atrás y todavía nos mantenemos en contacto de vez en cuando. Es un comerciante de bastante renombre en esta área y tiene una gran mansión. Estoy seguro de que tendrá un lugar para que nos quedemos. Son buenas personas, Alice.”
Al principio parecía algo dudosa, pero después que llegamos a la mansión y ver cómo abrazaba a mi viejo amigo, sus preocupaciones disminuyeron.
“¡Rey! ¡Mi amigo! ¡El héroe que salvó mi vida! ¿Qué te trae a esta pequeña ciudad?” – exclamó un delgado hombre que vestía un traje y gafas. Cuando me soltó comenzó a palmear mis brazos.
Vincent Helstea medía alrededor de 1,70 de altura y tenía una estructura de cuerpo delgada. Era un hombre de cerebro, no de fuerza. Vincent era un humano normal, pero uno muy exitoso. La casa de los Helstea había estado en los negocios comerciales por generaciones. Si bien su familia había ido en declive durante un par de generaciones, Vincent logró que los activos de su familia incrementaran a un nuevo nivel cuando construyó la primera ‘Casa de Subastas Helstea’ en Xyrus y luego construyó numerosas casas de subastas en otras ciudades vecinas.
Nos conocimos cuando hacía un viaje a una ciudad bien alejada para construir una casa de subastas y tuvo unos problemas con bandidos. Estaba con él en ese momento, cumpliendo con una misión de escolta que el Gremio me había asignado. Después de salvarlo, congeniamos muy bien.
La sirvienta que abrió la puerta se alejó después de ver que Vincent me abrazaba. Poco después, su esposa e hija salieron, curiosas por toda la conmoción.
“¡Tabitha! ¡Conoce a mi querido amigo Reynolds y su esposa, Alice! Alice, Reynolds, esta es mi esposa Tabitha, y esta encantadora señorita es mi hija, Lilia.” – exclamó Vicent levantando a su hija.
Parecía que tenía la misma edad que Art; tenía unos preciosos ojos de color avellana que me recordaban a un gatito y un largo cabello trenzado de color castaño. Mi corazón me dolía cuando pensaba en lo hermosa que sería cuando creciera en el futuro. Un futuro que aún podía… Obligándome a olvidar esos pensamientos oscuros, me presenté.
“¡Tabitha! Es grandioso conocerte al fin. Vince me ha contado muchas cosas buenas sobre ti durante nuestro viaje hacia la ciudad Elshire. ¡Qué hija más bonita tenéis!”
Después de que mi esposa se presentara y de intercambiar cumplidos con Tabitha, Vicent nos instó a que pasáramos a la sala de estar para que estuviéramos cómodos.
“Entonces, ¿qué te trae por aquí, Rey? La última vez que me enviaste una carta dijiste que te habías asentado en Ashber.” – dijo pasándonos una copa de vino a Alice y a mí.
Respiré hondo y les conté lo que nos había pasado con los dientes apretados.
“No tenía idea. Lamento tu perdida.” – se las arregló para murmurar Vincent. Su esposa se tapó la boca con las manos. – “No sabría qué hacer si perdiera a Lilia. ¿Hay algo que pueda hacer por ti?”
Ante eso, rasqué torpemente mi mejilla y le pregunté:
“Me has pedido varias veces que le enseñe magia a los guardias de la casa de subastas. ¿Esa oferta aún está en pie? Si es así, me harías un gran favor. Realmente necesito lo suficiente para arrendar una pequeña choza por aquí y vivir una vida simple. Es solo que no quiero que mi esposa regrese a nuestra antigua casa en Ashber donde Arthur nació y se crio.”
Una gran sonrisa apareció en el rostro de Vincent.
“¡No digas tonterías! Ningún amigo mío dormirá en una pequeña choza. De hecho, ¡justo estaba buscando alguien! Acabamos de renovar nuestra Casa de Subastas Helstea para que tenga el espacio para tres veces más personas. Con esto, recibiremos un nuevo grupo de potenciadores novatos que necesitan ser pulidos. Rey, serías perfecto para moldearlos un poco. ¿Podrías hacerme este gran favor y trabajar para mí?” – dijo poniendo una cara de desesperación.
No pude evitar reírme en respuesta; acababa de cambiar mi desesperada oferta inicial, para que le hiciera un favor. Asentí, le estreché la mano y discutimos las condiciones. A pesar de que estaba inquieto por empezar a trabajar, Vicent no me lo permitió, aduciendo que necesitábamos tiempo para acomodarnos para poder trabajar en el mejor estado. Vincent también insistió firmemente que deberíamos vivir con ellos en la mansión. Nos contó que Tabitha y Lilia siempre se quejaban de que era demasiado grande y vacía. Al principio, reacios, Alice y yo fuimos a la mansión quedándonos en el ala izquierda de la misma. Vincent fue más que flexible, diciéndonos que podríamos tener un par de habitaciones en caso de que tuviéramos más bebes en el futuro. Tabitha tuvo que llevarse a su esposo por la oreja mientras nos sonreía, despidiéndose con la mano.
Otra bendición impensada fue lo bien que congeniaron Alice y Tabitha. Estaba preocupado por tener que dejarla sola cuando empezara a trabajar, pero Tabitha tenía mucho tiempo libre y solo cuidaba a Lilia, por lo que estar junto a Alice animaba su día; gracias a esto, mi esposa tenía una gran compañía, y también una fuente de distracción.
Una vez que comencé a trabajar, estaba ocupado entrenando a los nuevos novatos. Estos magos no eran los más talentosos, pero estaban dispuestos a trabajar duro. Después de meterles en sus cabezas lo básico, sentí que serían un grupo bastante firme de guardias en el transcurso de unos meses. Por supuesto, todos los magos de élite, tanto conjuradores como potenciadores, asistían a la Academia Xyrus, por lo que los que no querían ser aventureros terminaban siendo contratados por nobles ricos, como Vicent, para que fueran guardias, lo que era mucho más seguro.
* * *
Han pasado un par de meses desde que Alice y yo llegamos a Xyrus. Durante este tiempo, nos hemos ido acostumbrando poco a poco a la vida en la ciudad. El vientre de Alice parece volverse más grande cada día, y aunque aún tiene pesadillas recurrentes de la perdida de Arthur, tener a Tabitha y Lilia realmente le ayuda a superarlo.
Al volver a casa, fui bienvenido por el delicioso olor de un estofado de carne. Vincent y Tabitha habían salido a una cita mientras que Alice les prometía vigilar a Lilia con las sirvientas, así que los dos teníamos una cena tardía esa noche, ya que Lilia se acababa de acostar.
“Alice, este estofado de carne se ve increíble. ¿Cuál es la ocasión especial?” – dije mientras le sonreía.
Sonrió tiernamente.
“Ha pasado un tiempo desde la última vez que te cociné. Este solía ser vuestro plato favorito, tuyo y de Art.”
Su rostro se tornó desconsolado, pero antes de que pudiera consolarla…
‘Hola Mamá, hola Papá. Soy yo, vuestro hijo, Arthur…’
Mi mente se congeló. Esa era la voz de Art. No. Solo estaba escuchando cosas. Miré a Alice mientras la voz continuaba hablando en mi cabeza. Su rostro se veía consternado cuando comenzó a mirar alrededor. ¿También estaba escuchando voces?
‘De nuevo… estoy vivo y estoy bien, Mamá y Papá. Logré sobrevivir de la caída del acantilado…’
¿Qué estaba pasando? ¿Mi hijo está vivo? ¿Reino Elenoir? ¿Enfermedad?
‘Me tomará un par de meses… o incluso años para que pueda regresar, pero os ASEGURO que volveré a casa. Os quiero mucho ¡sniff!, y os extraño. Cuidaos, y Papá asegúrate de mantener a Mamá y a mi hermanito a salvo. Mamá ¡sniff!, asegúrate de que Papá no se meta en problemas. Vuestro hijo, Art.’
Miré a mi esposa de nuevo.
“¿Acabas de escuchar esa voz también, Rey?” – dijo abruptamente. Su voz estaba al borde de la desesperación. – “Por favor, dime que no he sido la única que ha escuchado su voz.”
“S… Sí. He escuchado la voz de Art.” – le contesté, incapaz de encontrar sentido ante todo esto.
“¡Está vivo! ¡Cariño! ¡Nuestro bebé está vivo! ¡Oh, Dios mío…!”
Había caído sobre sus rodillas mientras que en su voz se escuchaba su llanto. Estaba llorando mientras sonreía, haciéndome notar que eran lágrimas de alegría. Demonios, incluso yo estaba llorando ahora. ¡Mi hijo estaba vivo!
“¡¡¡Nuestro hijo está vivo!!!” – exclamé riéndome con locura.