Arco 8 Capítulo 56
Recomendación hambrienta
Traducido por Tars
Corregido por DaniR
Editado por Tars
Corregido por DaniR
Editado por Tars
Mientras el sol comenzaba a teñir la tierra con el color del atardecer y las sombras pasaban a ser de un color más oscuro, Zirconia y Otis observaban un montón de piedras de diferentes tamaños que habían sido apiladas. Debajo se encontraban los cadáveres de los bandidos.
“¿Es aquí?”
“Sí… Señora.”
Ignorando la mirada de disgusto de Otis, Zirconia cogió una azada del carro, la dejó a un lado y comenzó a retirar las piedras del suelo. Cuando terminó, volvió a coger la azada, la levantó sobre su cabeza, y comenzó a cavar sin mostrar signos de preocupación. A pesar de que quería evitar que Zirconia profanara la tumba, Otis no podía hacer nada y, a regañadientes, comenzó a cavar a su lado. Después de cavar durante un rato, la punta de la azada de Otis golpeó algo.
“Parece que he golpeado un cuerpo…”
“Bien, vamos a sacarlo.” – dijo Zirconia dejando la azada.
A continuación, se puso el par de guantes que llevaba a la cintura, se arrodilló en el suelo y comenzó a limpiar la tierra. Poco después, aparecieron dos pies humanos. Con calma, Zirconia agarró los pies con ambas manos y tiró para sacarlo de la tumba, empleando fuerza bruta. Inmediatamente, el área se llenó con un terrible olor a podrido.
“No tiene cabeza… ¿Cuántos cuerpos hay en esta tumba?”
“Ha… Hay diez.” – gimió Otis mientras se tapaba la nariz y la boca para mitigar el olor a podrido. Estaba haciendo todo lo posible para contener las náuseas.
Por otro lado, Zirconia no tuvo ningún cambio aparente en su expresión y comenzó a limpiar la suciedad que se había pegado al muñón del cuello.
“……”
Zirconia se quedó pensativa durante varios segundos después de examinar el corte, pero inmediatamente se puso de pie y volvió a remover en la tumba. Luego, como había hecho antes, retiró la tierra con las manos y volvió a tirar de otro cadáver para arrastrarlo fuera de la tumba. Repitió la aparición varias veces con Otis, hasta que tuvo diez cuerpos alineados al lado de la tumba.
“Si no eres capaz de soportarlo, regresa. Me encargaré del resto.”
“No… Estoy bien. Señora Zirconia, ¿usted está bien?” – preguntó Otis.
Cuando escuchó la pregunta, Zirconia puso una expresión en blanco.
“No estoy bien y tengo ganas de vomitar, pero como no he comido nada desde la mañana, estoy mucho mejor que tú.” – respondió con una pequeña sonrisa.
“De… ¿De verdad?”
Otis lamentaba que no le hubieran informado que debía saltarse la comida. Sin embargo, aunque se la hubiera saltado, no estaba muy seguro de haber podido investigar los cadáveres como estaba haciendo Zirconia. Mientras tanto, ella continuó mirando las heridas de los cuerpos. Había uno que atrajo su atención.
“Esto…” – murmuró Zirconia mientras tocaba el brazo del cadáver.
El brazo derecho del cuerpo tenía la muñeca deformada de una manera extraña. Era como si hubiera sido aplastada por una fuerza terrible hasta terminar doblada en una forma antinatural. Se trataba del cadáver del bandido al que Valetta había aplastado la muñeca. Zirconia miró la muñeca aplastada por un momento, luego soltó un suspiro y se levantó.
“Es suficiente. Volvamos a enterrarlos.” – ordenó Zirconia a Otis, que estaba sufriendo por las náuseas a su lado. Con calma, comenzaron a devolver a los cadáveres a la tumba.
* * *
Después de volver a enterrar los cuerpos y ya dentro de una gran tienda, Zirconia se quitó la ropa impregnada con el olor a la muerte y se puso ropa limpia. A continuación, sin tomarse un descanso, se dirigió hacia aldea de Grisea. Pero cuando entró a la aldea apareció una imagen anormal ante sus ojos.
“¿Qué…? Esto es…”
En los campos de aldea de Grisea, las plantas de patatas creían con unas hojas tan enormes que parecían enredaderas. Era algo que nunca había visto. Las verduras de hoja que se cultivaban allí también eran varias veces más grandes de lo habitual. Poseían un tamaño poco realista, como si hubieran sido transformadas por magia. Resultaba una imagen irreal.
Las verduras que crecían en los campos eran mucho más grandes que las que Isaac había traído de la aldea de Grisea hacía unos días. Eran enormes.
Zirconia se arrodilló inconscientemente ante la planta e intentó tocar una hoja con las manos. Era enorme, gruesa y completamente diferente a las que conocía. El tallo era tan grueso como el pulgar de un adulto y su longitud era inusual e impresionante. La planta era devastadora y vigorosa.
Miró atónita durante un rato los cultivos que crecían en los campos, pero, de repente, notó el extraño sonido que venía del interior del pueblo e inmediatamente volvió la vista. Se había olvidado debido a la transformación gigantesca de las verduras, pero el extraño sonido que había escuchado al llegar al pueblo había desaparecido. Sin embargo, ahora volvía a sonar. Zirconia soltó la hoja, se levantó y caminó hacia el ruido.
* * *
Zirconia llegó hasta la entrada de la arboleda, donde se habían reunido una gran cantidad de aldeanos. Estaban divididos en parejas; una persona abría la boca del saco y otra metía el abono dentro, usando una pala. En medio de esa actividad, el tractor que conducía Kazura apareció desde el interior del bosque, haciendo un fuerte sonido.
“Ah, la señora Zirconia también ha llegado.” – dijo Kazura mientras operaba la función de descarga del transporte y arrojaba el abono al suelo.
Ante esa asombrosa visión, Zirconia no pudo responder al saludo. Asombrada, se quedó mirando el tractor, cuyo motor continuaba haciendo ruido.
“Señora Zirconia, esto es algo llamado tractor, una herramienta del reino de Dios que permite transportar muchas cosas al mismo tiempo. Aunque parezca increíble, una persona puede moverlo sin la ayuda de una rata.” – dijo Isaac.
“Es… Eso… Eso es increíble…”
Isaac, que se encontraba ayudando a los aldeanos sosteniendo un saco, notó su llegada y se acercó para explicarle qué era esa herramienta. Pero, aunque Zirconia le respondió, era incapaz de quitar los ojos del tractor.
“Kazura, este tra… Hmm…”
“Tractor.” – dijo Kazura.
“Ese tractor, ¿cómo de rápido puede moverse?”
“¿Rápido…? Hmm, creo que unos 10 km/h como máximo. Sería algo parecido a la velocidad que puede alcanzar una persona a trote ligero. No es muy rápido.”
“¿Similar a una persona corriendo…?”
“Sí, no es adecuado para usar en un campo de batalla.”
Después de escuchar esa respuesta, Zirconia, inconscientemente, puso una expresión de sorpresa y movió su mirada del tractor hasta Kazura. Cuando sus ojos se encontraron, agitó la mano que tenía ante su pecho, con un poco de pánico.
“N… No. No lo preguntaba en ese sentido…”
“¿En serio? ¿De verdad? Entonces, lamento mi grosería…”
Después de ver la reacción de Zirconia, se dio cuenta de que había dado en el blanco. Aun así, se disculpó simbólicamente. Tras conocerla en la casa de Narson, siempre pensaba en las posibles aportaciones militares. Aunque luego hablaban de otros temas, se había dado cuenta de que estaba muy interesada en cómo integrar todo con fines militares. Así que le resultó fácil adivinar que Zirconia también había tenido ese tipo de pensamientos después de ver el tractor.
“Kazura, ¿cuánto abono planeas traer?” – preguntó Isaac tratando de cambiar de tema para ayudar a Zirconia.
“Hmm… Me queda por traer el 80%…” – respondió Kazura.
Su alegre humor acababa de desaparecer después de escuchar la pregunta de Isaac. Sus ojos parecían los de un pez muerto. Todo el espíritu que había mostrado al llegar estaba agotado. Era el comienzo de la penitencia.
“¿80%? Es poco probable que terminemos hoy…”
“Tienes razón… Descansaremos en cuanto oscurezca…” – murmuró Kazura antes de desaparecer, una vez más, dentro del bosque mientras producía un fuerte sonido. Todavía quedaban otros bienes además del abono.
* * *
Unas horas más tarde.
Cuando despareció el sol, interrumpieron el trabajo y cada uno regresó a su casa o al campamento. Kazura y Valetta regresaron juntos hasta la casa de Varin y, como siempre, los tres se sentaron alrededor del fuego. Varin ya había preparado la cena.
“Kazura, debes estar cansado por el trabajo, por favor, come mucho.”
“Gracias… Ah, es arroz con pescado. Se ve delicioso.” – respondió Kazura al recibir un plato lleno de arroz de Valetta.
Feliz, había relajado su expresión. Ante Kazura, Valetta había regresado a su estado habitual y Varin se sintió aliviado.
El menú de la cena consistió en arroz con pescado, sopa de verduras, patatas cocidas, huevos duros y, de postre, piña en lata. La mitad de las verduras utilizadas en la sopa eran de la cosecha de la aldea, mientras que la otra mitad provenía de las verduras congeladas que Kazura había traído de Japón. Solo había dos platos que estaban cocinados con productos de la aldea: unos huevos de ave cocidos y las patatas, también cocidas. El pescado parecía haber sido capturado en el río por Varin al mediodía.
“Por cierto, durante el tiempo que estuve fuera, parece que las verduras se han vuelto bastante grandes. Están creciendo a un ritmo aterrador.” – dijo Kazura hablando sobre la gran cosecha que crecía en los campos de la aldea. Era algo que le había preocupado al llegar a la aldea.
Varin y Valetta asintieron al mismo tiempo.
“La tasa de crecimiento parece haberse ralentizado, pero todavía están creciendo.”
“Eh, ¿serán más grandes?”
“Tal vez un poco más grandes… Cada patata tiene el tamaño de una cabeza de bebé. Aunque este guiso es para tres personas, empleé solo media patata.”
“Uhg, se han vuelto tan grandes que dan miedo… Para crecer tanto en tan poco tiempo…”
Cuando desenterraron las patatas hacía más de veinte días, su tamaño era aproximadamente igual que el huevo de gallina de tamaño medio que se vendía en un supermercado. Pero ahora habían crecido hasta alcanzar el tamaño de la cabeza de un bebé. Era un crecimiento que se veía a simple vista. Resultaba extraño que siguieran creciendo, aunque fuera de una manera más lenta, en estos veinte días. Además, la piel de la patata parecía estar creciendo con el tubérculo, por lo que no tenía grietas ni fisuras.
Según lo que le había contado Valetta, una planta de este tipo podía llegar a tener cinco patatas. Pero Kazura sospechaba que, aunque el número de tubérculos no había aumentado, el subsuelo bajo la aldea estaba lleno de patatas gigantes.
Kazura sacó la patata cocida con una cuchara y comenzó a acercarla hacia su boca cuando, de repente, se detuvo. Estaba mirando fijamente la patata.
“¿Hay algo mal?”
“No, solo estoy un poco molesto…” – dijo Kazura con una voz seria, al ver a Valetta inclinar la cabeza. – “Si puedo comerla y sentirme lleno, tendrá las mismas propiedades que mi comida. Es algo que me preocupa.”
“Mismo efecto…”
Al escuchar las palabras de Kazura, Valetta puso una cara de sorpresa, comprendiendo de qué estaba hablando. No sabía qué podía suceder si las verduras cultivadas con los fertilizantes que había traído de Japón tenían el mismo efecto que sus alimentos.
“¿Te refieres a que al comerlo te sientes menos cansado y tienes más fuerza?”
“Sí. Si tiene ese efecto, tendremos que tener mucho cuidado con la forma que usamos los cultivos de la aldea… No, será imposible ayudar al resto de cultivos. No podremos distribuir el abono…”
Si los cultivos de la aldea eran tan efectivos como la comida japonesa, sería una mala idea usarlos para pagar los impuestos a Isteria. Las personas que terminaran comiéndolos se beneficiarían de una recuperación física asombrosa y terminarían mejorando su fuerza. Sin embargo, por su experiencia dando comida japonesa a los aldeanos, sabía que la mejora física no ocurría de inmediato tras terminar la comida.
Los aldeanos habían empezado contando que estaban ‘menos cansados’ y solo dijeron que podían transportar objetos más pesados dos semanas después de que Kazura comenzara a alimentarlos. Además, cuando viajó a Isteria con Valetta, la hija de Lodurr, Myra, también mostró signos de fatiga al caminar.
A partir de estos datos, se podía ver que tomaba un cierto número de días, después de consumir de forma constante los alimentos japoneses, fortalecer el cuerpo. Podía haber algunas variaciones dependiendo del individuo, pero era seguro asumir que comer no fortalecía el cuerpo de inmediato.
“Kazura… ¿Ahora tienes hambre?”
“Sí, tengo hambre.”
“Entonces, ¿por qué no comes las patatas y los huevos cocidos y ves si hay algún cambio? Si te sientes lleno, entonces puede significar que la naturaleza de los alimentos ha cambiado.” – dijo Valetta.
Kazura asintió ante su sugerencia y se llevó la cuchara con la patata a la boca.