Volumen 2 Capítulo 29
El tiempo, el ajedrez y la torre de la magia I
Traducido por Thornapple
Corregido por Tars y DaniR
Editado por Tars
Corregido por Tars y DaniR
Editado por Tars
“¡AARGH!” – gritó Criken con furia. Se sentía impotente mientras luchaba contra la fuerza aplastante. Era inútil.
Sonidos agudos acompañaban un dolor cegador cuando la intolerable gravedad comenzó a ejercer sus terribles efectos en su cuerpo. Aulló de dolor al sentir cómo sus huesos se agrietaban. Se dejó caer al suelo, derrotado. Era totalmente incapaz de realizar magia o de mover su cuerpo. Criken miró a Desir con ojos borrosos; no tenía sentido. No podía comprender cómo un niño que apenas era un mago del primer círculo podía lanzar un hechizo del cuarto círculo.
¡Debería ser imposible!
“Está bien, ahora déjame recuperar esto.” – dijo Desir con una voz relajada, marcando un fuerte contraste con la de Criken que, al borde de desmayarse por el agotamiento, era incapaz de poner resistencia cuando le quitó el cristal de los dedos.
Una sacudida corrió a través de Criken cuando vio el cristal mágico en la mano de Desir. La piedra brillaba con una potente luz azul. Bajo su exterior translúcido, el maná de su interior giraba de forma violenta.
‘¿Está usando el maná del cristal? ¿Cómo? ¡Eso debería ser imposible!’ – pensó Criken sintiéndose entumecido.
No existía ninguna tecnología conocida para utilizar el maná interior de un cristal mágico antes de que estuviera encantado. Lo que Criken estaba viendo iba en contra de todo lo que sabía. El cristal no estaba encantado. Era obvio, pero, como si se estuviera riendo del sentido común, el chico estaba usando el maná del cristal como si fuera lo más normal del mundo.
“Es una técnica fascinante, ¿no te parece? Me sentí igual cuando la vi por primera vez.” – dijo Desir, como si pudiera leer los pensamientos de Criken mientras se encogía de hombros.
Desir se arrodilló y le quitó la máscara a Criken.
“¿No tienes curiosidad? Te lo podría decir si quieres.” – dijo cuándo sus ojos se encontraron.
Criken se estremeció débilmente. Por supuesto que tenía curiosidad, ¿cómo podría no tenerla? ¡Era un logro que desafiaba todo lo que se sabía sobre los cristales mágicos! ¡Una técnica décadas avanzada a su tiempo! Si tuviera esa técnica, podría tomar todas las riquezas de la torre de la magia él solo. Y ahora, el chico le estaba ofreciendo contarle el secreto.
“¿Quieres saberlo?” – preguntó de nuevo Desir con voz calmada.
Criken asintió rápidamente. El resultado de esta lucha era irrelevante. Su orgullo era irrelevante. Conocer esa ‘técnica’ lo era todo.
“Entonces, primero deberías pagar por ese pan.” – dijo Desir sonriendo con alegría a la vez que aumentaba la presión de la gravedad doce veces.
Criken aulló por un momento mientras el dolor destrozaba su cuerpo, antes de caer inconsciente. Así, el ataque de los Forasteros a la Torre de Magia del 7 de Julio, terminó.
* * *
“No sé cómo agradecértelo.” – dijo Prelude al grupo de Desir mientras se sentaba alrededor del salón de recepción de la Torre de la Magia.
“La verdad…” – continuó. – “Habríamos sufrido una pérdida enorme, no, quizás incluso catastrófica si no hubiera sido por su grupo, Señor Desir. Ni siquiera quiero imaginar lo que habría sucedido si los Forasteros hubieran tenido éxito en tomar ese cristal mágico.”
Prelude inclinó la cabeza en señal de gratitud.
“Gracias Señor Desir, y a su grupo también.”
Pram apenas pudo contener una risita mientras observaba a la profesora Prelude hablar con Desir desde el otro lado de la mesa. No había pasado ni un día desde que esta persona lo había estado tratando como si estuviera loco. Había aceptado escuchar a Desir porque éste sabía que se trataba de la Lágrima de Ruigenell, y porque si se daba la situación de que los Forasteros no apareciesen, habría tenido que asumir todos los costes de la preparación de la defensa e incluso entonces, no había confiado completamente en Desir. Hasta que aparecieron los Forasteros, las miradas que se lanzaban hacia el grupo de Desir habían sido realmente terribles.
‘Aunque, no es como si no entendiera su perspectiva…’ – decidió Pram en silencio. Siendo honestos, incluso él había tenido sus dudas.
Que los Forasteros atacasen la Torre de la Magia de la nada no podría considerarse como otra cosa que no fuera una locura. No podía comprender qué clase de idiota atacaría la Torre de la Magia, la corporación más grande y famosa del mundo. Y, sin embargo, al final…
‘Las palabras del Señor Desir resultaron ser ciertas…’ – pensó Pram mientras tragaba saliva.
Había ocurrido todo como había dicho el Señor Desir: los Forasteros habían llegado y, tal como había planeado, habían sido eliminados de una forma limpia y ordenada. Su líder, Criken, había sido arrestado y el cristal mágico de segundo nivel, la Lágrima de Ruignenell había sido recuperada y vuelto a colocar de nuevo en su sitio. En resumen, el grupo de Desir había realizado algo milagroso.
‘Lamento mucho haber dudado, Señor Desir.’
En silencio, Pram decidió confiar siempre en Desir de ahora en adelante. Nunca volvería a dudar de ninguna de sus decisiones, aunque fueran absurdas o parecieran ser completamente infundadas. Se volvió hacia Desir mientras lo miraba con admiración, sus ojos brillaban con una admiración sin límites. Por supuesto, Desir permaneció ajeno y continuó hablando con la profesora Prelude.
“Me alegro de que podamos ser de ayuda. A continuación, me gustaría hablar sobre la recompensa.”
“Ah, por supuesto, la compensación...”
Causa y efecto. Trabajo y compensación. Algo perfectamente natural, perfectamente comprensible.
“Nuestra Torre de la Magia os dará ciento veinte monedas de oro como compensación.” – continuó.
“Ci… ¿Ciento veinte de oro? ¿En serio?” – respondió Romántica con un tono de incredulidad mientras saltaba de su asiento, sobresaltada.
“Lo digo en serio, Señorita Romántica.” – respondió Prelude sin problemas. – “Teniendo en cuenta lo que han hecho por nosotros, es justo.”
“Oye, oye, ¿qué estás haciendo? ¿No te quejabas de que el presupuesto de nuestro grupo no es suficiente? Si tenemos esta cantidad de dinero, podríamos organizar todos los eventos del grupo durante un año… ¡No! ¡Durante seis años!” – dijo Romántica mientras golpeaba el lateral de Desir con impaciencia.
“Cierto. Ya no necesitamos la ayuda de la Torre de la Magia. Tendremos más que suficiente con este dinero.” – añadió Pram asintiendo ansiosamente y mostrándose de acuerdo.
Prelude asintió ligeramente al escucharlos. Desir había querido el patrocinio de la Torre de la Magia, lo recordaba muy bien.
“Originalmente habíamos planeado ofrecer cien monedas de oro…” – comenzó a explicar. – “Pero, desafortunadamente, parece que su grupo no pudo solicitar el patrocinio de la Torre de la Magia. Así que tiré de algunas cuerdas y obtuve veinte monedas más de oro. No es mucho en comparación con el patrocinio de la Torre de la Magia, pero sigue siendo una buena suma de dinero.”
Las monedas en el interior tintinearon cuando Prelude colocó la bola de cuero sobre la mesa. Desir ni siquiera la miró mientras hablaba.
“Profesora Prelude.”
“¿Sí?”
“¿Recuerda lo que dije al principio de nuestra conversación?”
“Ah, sí. Me acuerdo.” – contestó Prelude asintiendo mientras recordaba la conversación que habían tenido esa mañana. – “¿Está volviendo a solicitar una subvención de la Torre de la Magia?”
“Es una petición similar.” – contestó interrumpiendo los recuerdos de Prelude. – “Gracias por la recompensa, pero tendré que rechazarla.”
“¡Qué…!”
A su lado, dos voces estallaron como protesta y sus interjecciones enojadas llenaron la habitación. Pram y Romántica no dejaban de protestar.
“No quiero dinero. En cambio, tengo una petición.” – añadió Desir, ignorando sus voces, aparentemente imperturbable.
“Pe… Pero Señor Desir, la fecha límite para la solicitud de la subvención era el cuatro de julio. Sé que quiere el apoyo de la Torre de la Magia y sé lo mucho que se arrepiente de no haber podido enviar la solicitud. Sin embargo, esta es una regla que ni siquiera Zod puede cambiar.” – dijo la profesora levantando sus gafas torcidas.
De hecho, ese había sido uno de los motivos por lo que había aumentado la recompensa a ciento veinte monedas de oro. Había sido una forma de compensarlos de alguna manera, pero, sobre todo, aseguraba que el grupo no estuviera descontento.
“Usted me malinterpreta de nuevo, profesora Prelude. No tengo ninguna intención de pedirle que tire de alguna cuerda para conseguir la subvención. Sé muy bien lo seria que es la Torre de la Magia con la puntualidad y lo problemático que seria para usted.” – dijo Desir suspirando decepcionado.
Al escucharlo, Prelude quedó completamente confundida.
“Enton… Entonces, ¿cuál es su petición?” – preguntó incrédula. Sus expectativas habían sido destrozadas y todas sus ofertas habían terminado siendo rechazadas.
Pero cuando Desir respondió, Prelude se sorprendió de lo sencilla que era la solicitud. Fue concisa y, por supuesto, fácil de satisfacer. Era solo que, no importaba cuánto pensara en ello, no podía entender por qué quería eso.
“Por favor, déjeme jugar al ajedrez con el Maestro de la Torre de la Magia.”
* * *
Altaea, en el Corazón de la Ingeniería mágica.
Las calles se extendían por la ciudad como una telaraña y los vehículos movidos por magia se abrían paso a través de ellas. A su alrededor, edificios titánicos se elevaban en el aire. Era aquí donde la Torre de la Magia, famosa por ser la corporación más grande del mundo, tenía su sede. A través de sus espaciosos y elegantes pasillos se erguían dos figuras. Algunos sonreían y les saludaban cuando pasaban a su lado y otros los miraban con sorpresa, confundidos. Pero a los dos parecía no importarles y rápidamente entraron en el ascensor que se encontraba en el lado opuesto del vestíbulo.
“¿Está realmente bien, Señor Desir?” – preguntó Prelude.
Con movimientos experimentados, envió el elevador cilíndrico hacia arriba. Se volvió hacia el enigmático niño, desconcertada. Pram y Romántica habían ido a hacer turismo, por lo que solo se encontraban Desir y Prelude en el ascensor.
“¿Qué quiere decir?” – respondió Desir.
“Ajedrez. Estoy hablando de ajedrez. Sinceramente, hiciste algo increíble y, sin embargo, solo estás pidiendo jugar al ajedrez…”
“Todo el mundo quiere algo diferente.” – contestó Desir encogiéndose de hombros.
“Aun así, ¿te das cuenta de lo que son ciento veinte monedas de oro?” – añadió Prelude, soltando un suspiro de resignación. – “Y para colmo, ¿qué pensaba el Maestro de la torre cuando aceptó una petición tan extraña…?”
“Probablemente está interesado en una solicitud tan extraña.” – respondió Desir de forma despreocupada cuando las puertas del ascensor se abrieron.
Entraron en una habitación con enormes estanterías que cubrían cada una de sus largas paredes. Había ordenadas filas de libros, sin interrupciones, a lo largo de cada fila, de arriba abajo, e innumerables pilas de libros estaban distribuidas por toda la sala. En frente de una estantería había una pizarra abarrotada de fórmulas por cada esquina y tan pocos espacios en blanco que podía darle un dolor de cabeza incluso a un lector casual. A su alrededor, las cortinas de las ventanas estaban echadas y las lámparas, que contenían cristales mágicos encantados con la magia de luz, se colocaban alrededor de la habitación, llenándola con una luz brillante.
‘Incluso usan cristales mágicos para las lámparas.’ – pensó Desir al verlas.
En el medio de esta habitación estaba sentado un hombre con largas pestañas y nariz alta. Los labios rosados contrastaron su piel blanca, sin marcas de manchas. Tenía un fuerte encanto con unos rasgos distintivos. Incluso con la estimación más pesimista, no podría tener más de treinta años. Cuando vio que Desir entraba en la habitación, sonrió y se levantó las gafas con indiferencia.
‘Se sigue viendo igual.’ – pensó Desir riéndose entre dientes.
Era Zod Exarion. En el pasado, el presente y el futuro de Desir, era el mago más grande del mundo, el hombre que había reavivado el interés por la magia. Escuchar la enumeración de todos sus logros hacía evidente que sus hazañas eran algo envidiable y que podrían llenar un libro entero. De hecho, en realidad había un libro que detallaba todos sus logros. Había salido a principios de este año y era más grueso que la mayoría de las enciclopedias.
“He traído al estudiante.” – dijo Prelude.
“Buen trabajo, puedes irte.” – respondió Zod mientras hacía un gesto hacia el tablero de ajedrez de color marfil que tenía delante, colocado sobre una mesa negra y circular. – “Toma asiento.”
Había un deje arcaico en sus palabras. Desir se sentó frente a Zod, quien miró al niño a través de sus gafas.
“Si tuviera tiempo te habría ofrecido algo de té, para que pudiéramos jugar sin prisa. Pero, ¡ay! Tengo una reunión en exactamente 27 minutos y no tengo tiempo suficiente.”
“No se preocupe, estoy agradecido de que haya escuchado mi impúdica solicitud.” – respondió Desir sin problema.
“Gracias por entenderlo. Ahora, comencemos a jugar.” – dijo Zod con un tono de voz que casi traicionaba su estado y demostraba su impaciencia.
No había más cumplidos que hacer: jugar al ajedrez era el propósito de la reunión, así que no era necesario seguir hablando.
“¿Con que reglas te gustaría jugar? ¿Reinos imperiales u occidentales?” – preguntó Zod mientras colocaba las piezas sobre el tablero y le hacía un gesto a Desir.
“Elegiré el estilo del Mar del Norte.”
Los ojos de Zod brillaron por un instante.