Volumen 3 Capítulo 60
Vacaciones de Verano I
Traducido por Lord
Corregido por Zura
Editado por Tars
Corregido por Zura
Editado por Tars
En el país de Althea, el centro de estudios de la magia se erguía en toda su gloria.
El pequeño territorio parecía diminuto si se lo comparaba con sus importantes avances en la hechicería y su poderío militar. Su renombre mundial en estudios mágicos se originó en la Torre de la Magia, cuya rama principal atraía a magos de todas las formas y tamaños hacia Althea.
Las innovadoras técnicas mágicas de la Torre de la Magia acaparaban el mercado en cualquier objeto mágico, desde aplicaciones militares hasta objetos cotidianos, abarcando a múltiples naciones. La Alianza de Reinos Occidentales y el Reino de Hebrion palidecían en comparación con la cuota de mercado que poseía la Torre de la Magia en la producción de objetos con cristales mágicos.
Como su homónimo, la Torre de la Magia de Althea empequeñecía a sus vecinos. En cada piso de esta torre cilíndrica, las divisiones de magos demostraban sus talentos a través de la innovación.
A los magos, cuyos nombres eran ampliamente reconocidos dentro de la Torre de la Magia, se les daba laboratorios personales equipados con materiales de última generación para probar sus teorías. Estas habitaciones tenían el acceso prohibido a cualquier otra persona; cualquier mago que se precie de serlo se quedaría asombrado por el equipamiento de última generación que se encontraba en las paredes, de un extremo a otro.
Y en medio de la torre, había una habitación de la que no paraban de salir ruidos. Había una gran cantidad de rumores sobre lo que ocurría en ese laboratorio… En realidad, era el laboratorio privado de Zod Exarion.
Zod se encontraba en medio de un experimento con un Cristal Mágico sobre la mesa cuando una elegante voz resonó a través del comunicador que se encontraba a su lado.
“Viejo, no creí que volvería a verte en un laboratorio.”
Las manos de Zod se movieron con delicadeza a través del Cristal Mágico mientras estudiaba la superficie de la piedra. Estaba chasqueando la lengua mientras iba tallando su superficie con cuidado y eliminaba el polvo que generaba.
“Últimamente me he encontrado con una técnica interesante” ‒ explicó Zod.
“Mmm… No me puedo imaginar cómo encuentras las técnicas tan interesantes.”
“Mecanismos complejos. Lógica que se mueve a través de innumerables circuitos mágicos. Las leyes fundamentales en las que se basa la creación. Una vez que se descubre una nueva técnica, el mundo avanza un paso adelante frente al verdadero progreso. ¿No es fascinante?”
“Para alguien normal como yo, suena absolutamente aburrido.”
Un sonido zumbo en la habitación y una chispa salió del Cristal Mágico. Zod agitó la cabeza, decepcionado.
“¿El límite para un cristal de quinto grado son tres circuitos?”
“Viejo, ¿podrías concentrarte? Han pasado muchos meses desde la última vez que hablamos. Solo alguien como tú puede hablar así en una conversación con la Santa.”
“Tú puedes reunirte conmigo cuando quieras. Esta técnica es una prioridad para mí.”
La elegante mujer agitó la cabeza y dejó de intentar convencerlo.
Era la Santa Priscila, la mujer que dirigía la Iglesia de Artemisa, cuya influencia llegaba a todos los rincones del planeta. Su fama llevó a muchos a referirse a ella como la sexta soberana de la Alianza de los Reinos Occidentales; un poder que ponía su estatus a la par del líder de la Torre de la Magia.
“Al igual que la última vez, supongo que no te esperaré en la reunión del Gran Consejo” ‒ preguntó Priscila.
El Gran Consejo era una reunión de los miembros más influyentes de la Alianza de los Reinos Occidentales. En realidad, la llamada de la dama era principalmente para comprobar la asistencia de Zod.
“Sabes que no iré… ¿qué sentido tiene preguntar?” ‒ dijo Zod dándose la vuelta para entretenerse con su Cristal Mágico antes de hacer una pausa y murmurar a su compañera. ‒ “Ah, cierto. En realidad, esta vez también iré. Hay un nuevo experto en Técnicas Mágicas que quería participar.”
Los oídos de Priscila se animaron con las palabras de Zod.
“Oh. ¿Un nuevo experto? ¿Quién es?... ¿Héphatos, el jefe de la rama norte? ¿Elianos, el sabio de Occidente? Me pregunto quién podría sacar al propio Zod del aislamiento. No estoy familiarizado con ningún otro Archimago.”
“Desir Arman. Mago del Primer Círculo.”
Priscila no pudo contener su risa, y una carcajada salió del comunicador.
“¿Primer Círculo? Zod, ¿ya estás perdiendo la cabeza? Pensé que tardarías unos años más en ponerte senil.”
“Este chico tiene la calificación.”
“Muy bien. No tengo derecho a hablar en nombre de tu corporación.” ‒ añadió Priscila sacudiendo la cabeza con incredulidad. ‒ “Siendo clara... Me siento como si hubiera oído ese nombre antes.”
“Seguramente lo tienes en la cabeza. Es el Rango Único de la Academia Hebrion.”
Los ojos de Priscila se entrecerraron al escuchar sus palabras.
“Viejo, no estarás diciendo que vas a invitar a un miembro de la Academia Hebrion para que asista a nuestra reunión, ¿verdad?”
“No veo por qué esto es un problema. Ahora todos somos naciones aliadas. En cualquier caso, no asistirá como miembro de la Academia Hebrion, sino como miembro de la Torre de la Magia.”
“Sabes que, aunque estemos aliados, a las otras naciones no les agradará alguien de su pedigrí en la reunión.”
Históricamente, el Reino de Hebrion y la Alianza de los Reinos Occidentales se llevaban mal. Fue sólo después de la caída del Reino Santo que no tuvieron otra opción que formar una alianza incómoda para sacar a la humanidad del borde de la extinción, pero había una animosidad persistente entre las dos naciones.
Las dos organizaciones principales que subyugaban al Mundo de las Sombras eran la Academia Hebrion y la Alianza de los Reinos Occidentales, apoyadas por sus naciones afiliadas. Estas organizaciones competían por cada pedazo de Cristal Mágico dejado caer por el Mundo de las Sombras, y cada Mundo de las Sombras obtenido socavaba las ganancias del otro.
Cada Mundo de las Sombras completado con éxito producía cristales mágicos que llevaban al crecimiento militar de cada nación.
En el pasado, las dos naciones se enfrascaron en una amarga guerra antes de que los Mundos de las Sombras comenzaran a aparecer. Se formaron ríos de sangre y muchos la comparaban con la mítica Guerra del Bien y del Mal. Cuando empezaron los Mundos de las Sombras, el rencor estaba muy arraigado y pequeñas escaramuzas estallaban cada vez que un Mundo de las Sombras estaba siendo subyugado.
“Sabes que recientemente apareció un Mundo de las Sombras, ¿verdad?”
“Por supuesto. Fue muy bien recibido; necesitábamos suministros.”
“El grupo de Desir había entrado en un Mundo de las Sombras y descubierto documentos relativos a la Caída del Reino Santo durante su subyugación. Imagino que es algo que has estado buscando por un tiempo.”
“¿Qué? ¿Cómo?” ‒ gritó Priscila soltando un aullido inusual, aturdida.
“¿No te lo han dicho? Supongo que no es sorprendente, con la incómoda relación entre Hebrion y la Iglesia. Lo sabrás de todos modos, pero tal vez valga la pena escuchar lo que tiene que decir de primera mano. ¿Qué te parece?”
La Santa parecía indefensa frente a Zod cuando dejó caer toda esa información sobre ella.
“Parece que tendré que encontrarme con él sólo por esta vez.”
* * *
El mundo estaba a punto de ser destruido. Todo había desaparecido. Las explosiones eran intensas y le desgarraron los tímpanos. El violento sonido de la guerra, que era tan característico de su pasado, se mezclaba con el hollín y las cenizas.
Eran los gritos y los llantos de los seres queridos que estaban a las puertas de la muerte. Surgieron armas de guerra para combatir la amenaza que se avecinaba.
Podía oír como las olas se estrellaban débilmente contra la orilla mientras el lejano mar brillaba con un tono gris ceniza.
El olor metálico del mar le hizo, por un breve instante, cosquillas en la nariz antes de sentir como se desvanecía esa sensación para ser reemplazada por un calor ardiente que parecía consumir el mundo que le rodeaba. Era un calvario que le quitó toda su energía. Solo podía ver exhausto como todo bajo el cielo ceniciento era teñido de color rojo.
El mundo estaba en caos. Miles de cadáveres llenaban el campo de batalla y aparecían más cada minuto. Con cada explosión, el número de muertos aumentaba en una o dos docenas.
Dentro de la catástrofe, el torso de una chica se retorcía por los espasmos. Cuando los ojos de Desir se encontraron con los suyos, intentó abrir la boca para hablar, pero la sangre que brotaba de su interior le impidió hacer algún sonido.
Pero hasta el día de hoy, nunca pudo olvidar las últimas palabras que dijo con sus labios.
“Desir, no quiero morir.”
Poco después sus ojos se volvieron borrosos; fue en ese instante cuando Desir perdió el sentido. El nombre escrito en la placa de identificación de la chica enterrada entre los escombros era… Romántica Eru.
No había lágrimas en sus ojos, pero su corazón estaba completamente angustiado.
Un soldado superviviente estaba mirando ‘algo’ gigantesco, que se encontraba a una gran distancia mientras murmuraba algo directamente desde el corazón de Desir.
“¿Cómo esperan que detengamos esa cosa?”
Al final de su mirada había una pesadilla de las leyendas del pasado; un cruel carnicero con palabras rúnicas grabadas en sus colmillos. Las llamas del infierno se retorcían alrededor de su cuello y se puso solemnemente delante de sus oponentes. Desir lo miró con incredulidad mientras sacaba el nombre del monstruo de las profundidades de su memoria.
“El Diablo de la Ruina, Dadaneuph.”
Cientos de hechizos taparon el sol para perseguir al diablo. Tras el sonido apagado de las explosiones, no se le hizo ningún daño. En respuesta, soltó un monstruoso rugido y comenzó su contraataque.
Los humanos se envolvieron en magia defensiva, pero todo fue en vano. Incluso los magos más consumados sangraban por sus ojos y oídos mientras gritaban de dolor y agonía. No había mejor palabra para describirlo esta escena que ‘calamidad’.
La tierra gimió ante sus pasos, mientras oscuras nubes de polvo salieron disparadas del suelo, como si se tratara de una erupción volcánica. Todo tembló bajo sus pies mientras un terremoto desgarraba el suelo, y los cielos se quemaron con la vista de un meteorito masivo.
Gritó. Gritó con todas sus fuerzas, pero solo un ronco sonido de aire salió cuando las lágrimas empezaron a cegarle.
Desir se despertó en pánico mientras miraba a su alrededor para ver las cremosas paredes blancas y el tenue tic-tac de un reloj de pie que permanecía en su habitación. La guerra sangrienta, las fortalezas caídas y el diablo de la ruina no se veían por ninguna parte.
“Fue… ¿fue sólo un sueño?” – dijo Desir, mientras envolvía la cabeza con sus manos temblorosas y se estremecía por el miedo.
Mientras se envolvía las manos para consolarse, sus pálidos dedos le quitaron el inquietante calor que irradiaba de su cara. Todo su cuerpo estaba empapado de sudor frío. Hiciera lo que hiciera, no podía dejar de temblar. Recuerdos crueles lo perseguían por todas partes, una cicatriz que nunca se desvanecería.