viernes, 20 de diciembre de 2019

G4L Capítulo 48

Arco 6 Capítulo 48
El general invencible
Traducido por Tars
Corregido por DaniR
Editado por Tars

Al día siguiente, cierta habitación de la casa de Narson, estaba envuelta en una atmósfera ruidosa. El grupo de escoltas que había acompañado a Valetta y Varin a la aldea de Grisea había regresado, trayendo consigo a los bandidos que habían atacado el pueblo. “¿Valetta y el resto están bien?” – preguntó Kazura al soldado que había hecho de escolta. Cuando escuchó que la aldea de Grisea había sido atacada se levantó de forma inconsciente de su silla. Estaba sentado detrás de un gran escritorio. “Toda la gente de la aldea de Grisea está ilesa. Por el contrario, diez de los trece bandidos que atacaron la aldea fueron asesinados. Solo el líder de los bandidos y dos de sus secuaces han sido arrestados.” Después de escuchar el informe, excepto el soldado, todos los que estaban en la habitación mostraron una expresión de sorpresa. “A pesar de ser asaltados por trece hombres armados… ¿El grupo fue aniquilado? ¿Y los aldeanos están ilesos?” – preguntó Zirconia. “Lo he confirmado personalmente, no hay dudas. Además, casi la mitad de los bandidos muertos fueron golpeados en un punto vital. Uno de los bandidos fue decapitado y otro recibió un corte limpio desde el hombro hasta el estómago.” – respondió el soldado. Al oírlo, Zirconia lanzó una rápida mirada a Kazura, que estaba mirando al soldado en silencio con una expresión severa. “¿El pueblo fue atacado durante el día?” – preguntó Zirconia. “No. Parece que atacaron al jefe de la aldea en medio de la noche, aprovechando el momento en que los aldeanos estaban durmiendo. El señor Varin dijo que escapó del ataque de los bandidos y despertó a los aldeanos. Luego contraatacaron entre todos y los aniquilaron, pero…” “¿Qué más?” – dijo Zirconia presionando para que continuara. El soldado se había detenido, como si estuviera dudando. “Confirmamos la escena donde tuvo lugar la batalla. La historia del señor Varin no se sostiene. Algunos de los bandidos tenían marcas de batalla en sus armas o armaduras, pero el resto no tenía ninguna señal de que hubieran estado en una pelea.” “¿No hay marcas…?” – preguntó Zirconia. “Correcto.” Después de un combate quedaban astillas o grietas en las armas y armaduras. O, al menos, signos de defensa en los cuerpos. Si no se podía ver nada, indicaba que habían muerto de un solo golpe o tras haberse rendido sin mostrar resistencia. “¿Murieron sin defenderse?” “Eso parece. Además, murieron de un único ataque que apuntó a un punto vital o se les cortó el cuello por detrás. Todas las heridas fueron producidas por un arma afilada. No había heridas de flechas. Con el debido respeto, señora Zirconia, si tuviera que decirlo, creo…” “Señora Zirconia.” – interrumpió Kazura, justo cuando el soldado iba a decir algo. “¿Sí?” “Adelantaremos el horario. Vuelvo a la aldea de Grisea. Isaac, Havel, preparaos de inmediato.” “Como ordene.” – contestó Isaac. “Nos prepararemos de inmediato.” – dijo Havel. “Voy a enviar al segundo cuerpo de guardias nobles para que lo escolten. Isaac ve al cuartel y dile al comandante que prepare a cien personas para esta tarea. Prepara provisiones para diez días de viaje y que lleven sirvientes. Hasta que se cumpla la misión, Isaac estará al mando.” – ordenó Zirconia. “¡Sí, señora!” – respondió Isaac. Después de recibir el pergamino con la orden manuscrita por Zirconia con las instrucciones, salió a toda prisa con Havel de la habitación. Kazura también dejó su asiento y movió sus pies hacia la puerta para salir de la oficina. “Señor Kazura, ¿está bien si el carro y los sacos llegan más tarde?” – preguntó Narson. “Eso no será un problema. Te confío ese asunto.” – respondió Kazura sin volver la cabeza antes de salir de la habitación. Cuando el soldado vio que había abandonado la sala, continuó con su informe en el mismo punto en que había sido interrumpido. “Señor Narson, señora Zirconia, creo que Varin y los aldeanos están ocultando algo…” “¿Te llamas Otis?” “¿Ah? Sí, sí, señora.” – contestó. Una vez más, sus palabras habían sido interrumpidas. El escolta, Otis, asintió ante la pregunta de Zirconia. “Otis, mantén en secreto todo lo que has visto en la aldea de Grisea. No debes hablar de esto con nadie.” – ordenó Zirconia. “Sí, señora…” “Por favor, díselo al resto de escoltas y tráelos. Quiero hablar con ellos en persona.” “A sus órdenes, mi señora.” “Y voy a llevar el interrogatorio de los bandidos capturados. Dile a los guardias que los lleven a la sala de interrogatorios del sótano. Pon a cada uno de ellos en una habitación diferente y ponedles una venda y una mordaza en la boca antes de moverlos.” “¡Sí, señora!” – contestó Otis. Después de recibir la orden de Zirconia con un tono que no dejaba margen para réplicas, hizo un saludo y salió de la habitación. “Zir… ¿Es posible cortar a alguien con una espada larga desde el hombro hasta el estómago de un solo golpe?” – preguntó Narson. “No es algo imposible. Si hay tiempo suficiente para hacer un gran movimiento, incluso yo puedo hacerlo. Más si es desde una distancia corta. Sin embargo, en medio de un combate y teniendo en cuenta que la situación puede cambiar en cualquier momento, no puedo asegurarlo.” “Hmm…” Zirconia movió su mirada hacia la puerta por la que había salido Kazura mientras daba su respuesta. “Zir, ¿has sentido algún cambio en tu cuerpo desde que Kazura vino a nuestro hogar?” – murmuró Narson mientras reflexionaba en su asiento. “Déjame ver… A la mañana siguiente de la llegada de Kazura, podía sentir que mi fatiga corporal se había aliviado un poco. Pero no hay ningún cambio en particular.” “He sentido lo mismo. Pensaba que era la euforia por la aparición del venerable Greisior, pero lo más seguro es que Kazura nos diera algo parecido a una bendición, o tal vez…” “¿Tal vez…?” “Puede que sea la comida enlatada que comimos en ese momento.” Después de escuchar la explicación, Zirconia volvió su mirada hacia Narson. “Zir, ¿conoces la leyenda de Greisior? Recuérdalo, hay una línea que me llama la atención.” “Conozco lo que dice, pero no recuerdo todas sus oraciones…” – respondió Zirconia con la cara preocupada. Al escucharla, Narson la miró sorprendido. La persona que había quedado más emocionada por la aparición de Greisior había sido Zirconia. Ver que no conocía toda la leyenda era algo bastante inesperado. “Hay una línea en la leyenda que dice: ‘Milagrosamente, comer una pequeña cantidad de la comida que trajo ese hombre, aumenta la vitalidad del cuerpo y salva a las personas hambrientas.’ Hasta ahora, realmente no le había prestado atención ya que era un cuento, pero tal vez su contenido tiene un cierto grado de verdad.” “Espera un momento… Entonces, eso significa que la razón por la que pudieron rechazar el ataque de los bandidos, ¿es porque los aldeanos comieron la comida de Greisior?” “Solo es una suposición. Puede que no sea tan simple. A lo mejor no tiene que ver con la comida y Greisior realmente lanzó una bendición a los habitantes de la aldea de Grisea para protegerlos. También existe la posibilidad de que no fueran los aldeanos los que lucharon contra los bandidos, sino algo más.” Después de escuchar el razonamiento, Zirconia colocó una de sus manos en la frente con una expresión sombría. Aunque había escuchado todas las opciones, no sabía cuál podía ser verdad. “De alguna manera… Me está empezando a doler la cabeza. De todos modos, para saber la verdad solo podemos preguntar al señor Kazura directamente…” – dijo Zirconia. “Eso es algo difícil de preguntar…” Al recordar la sombría expresión de Kazura cuando salió de la habitación sin mirar atrás, Narson y Zirconia suspiraron. Si sus subordinados no hubieran llevado a Kazura a Isteria, la aldea de Grisea no habría sido atacada en su ausencia. Por su comportamiento, estaba claro que les había cogido cariño a los aldeanos de la aldea de Grisea, especialmente a esa niña llamada Valetta. Su desagrado cuando salió de la habitación era algo que habían notado a la perfección. Pero en realidad, Kazura no estaba disgustado. De repente, Zirconia movió las manos que tenía sobre su frente y, levantando la cara, puso ambas manos en los extremos de la mesa y trató de levantarla usando todas sus fuerzas. “¡Nmmmm…! No, no puedo levantarla.” “¿Qué estás haciendo…?” “Si la comida daba fuerza, pensé que podía levantarla.” El enorme escritorio estaba hecho con tableros gruesos que no se podían levantar con la fuerza de una sola mujer. Podría ser diferente si intentara inclinarlo, pero había colocado ambas manos sobre el escritorio e intentó levantar todo el peso. Sin un aumento de su fuerza, le sería imposible levantarla ella sola. “Bueno, supongamos que es la comida. Pero con la situación actual no podemos abrumarlo con preguntas. No podemos ofenderlo más.” “Sí… Además, si interrogamos a los bandidos capturados, podremos saber lo que ha sucedido realmente.” – dijo Zirconia mientras intentaba levantar el escritorio. En ese momento, sonó un golpe en la puerta. El soldado había regresado con el resto de compañeros.
* * *
Una hora después, Zirconia se dirigió hacia la sala de interrogatorios, ubicada en el sótano de la mansión de Narson. Llevaba una gran caja de madera de cuarenta centímetros, cubierta con un paño, con ambas manos. Cuando llegó frente a la sala donde estaban los bandidos, el soldado que estaba en pie haciendo guardia abrió la puerta para que entrase. Sentado en una silla en el medio de la habitación estaba el hombre pelirrojo de cara malvada. Tenía las manos atadas a la espada. A sus lados, había dos soldados con armadura completa y un manto carmesí a sus espaldas. Eran los soldados nobles del segundo cuerpo, escogidos por Zirconia. “Saludos. Soy Zirconia, el oficial que llevará el interrogatorio. Un placer conocerte.” – dijo tras colocar sobre la caja sobre la mesa y sentarse en una silla frente al hombre. “¿Zirconia? ¿El general invencible Zirconia?” – contestó sorprendido el hombre, mirándola fijamente a la cara. “Oh. Ya me conoces. Pero no me gusta ese apodo, ¿puedes dejar de llamarme así?” El ‘General invencible’ fue un apodo que obtuvo Zirconia en la segunda mitad de la guerra que había sucedido hacía cuatro años. En sus múltiples batallas contra Balveil, surgió el rumor de que el cuerpo que lideraba nunca había sido derrotado. Pero, por alguna razón, la persona misma parecía odiar este apodo. Zirconia dijo esas palabras con una sonrisa, para a continuación retirar la tela de la caja que había sobre la mesa. Un momento después, cogió un pequeño dispositivo de madera con una cuchilla rectangular de bronce. La hoja estaba fijada a la mitad de un costado. La otra mitad estaba cubierta por un mango de madera. Cuando se levanta el mango, la cuchilla sube. Si se suelta, la cuchilla cae en el dispositivo. Era un mecanismo simple. “¿Por qué? Si tu cuerpo entra en batalla… Ah, eh, ¿qué es esa cosa?” Al ver el dispositivo de aspecto peligroso, el hombre se puso pálido. No fue una sorpresa, ya que en la parte de madera todavía se podían ver rastros de sangre. “Lo siento, estoy un poco ocupada, así que no tengo mucho tiempo. Estarás bien mientras contestes mis preguntas, pero si la respuesta es diferente de las de los otros dos, perderás un dedo. Es simple. Ahora, la primera pregunta es…” Zirconia acababa de decir algo escandaloso sin mostrar ninguna duda. Esto hizo que el hombre temblara de miedo. Era como si le estuviera diciendo que cortarle uno o dos dedos no era algo importante. Su sonrisa natural le estaba poniendo los pelos de punta. “¿Cuántos miembros tenía tu grupo de bandidos?” Como si no le importara la reacción del hombre, Zirconia comenzó a hacer preguntas.