Arco 7 Capítulo 49
Golpea cuando menos te lo esperas
Traducido por Tars
Corregido por DaniR
Editado por Tars
Corregido por DaniR
Editado por Tars
Al mismo tiempo que Zirconia estaba interrogando a los bandidos…
La plaza frente a la casa de Narson estaba abarrotada de grandes carruajes que se habían reunido a toda prisa y de soldados nobles del segundo cuerpo que se preparaban para partir. Los soldados y sus sirvientes ya estaban haciendo la última comprobación y estarían listos para partir en unos minutos.
Mientras tanto, Kazura estaba sentado en un banco de piedra localizado en una de las esquinas de la plaza, y miraba al suelo con una expresión sombría. Parecía que no se daba cuenta del ruido que había a su alrededor. A su lado, Isaac no dejaba de mirarlo como si estuviera preocupado por su estado, mientras escuchaba los informes de los soldados que le indicaban que ya estaban listos para partir.
‘¿Mis pensamientos son demasiados ingenuos…? ¿Debería haber ignorado al resto de personas y solo preocuparme de la aldea de Grisea?’
Después de saber que la aldea de Grisea había sido atacada por bandidos, Kazura volvió a considerar todas las decisiones que había tomado hasta ese momento y se odió a sí mismo. Viendo el momento del ataque, los bandidos debían haber seguido el carruaje que había llevado a Valetta y Varin a la aldea de Grisea.
Según la historia de los guardias, ninguno de los aldeanos había sufrido daños, pero si habían cometido algún error, el resultado podría ser totalmente diferente. Lamentaba haber enviado a Valetta a la aldea antes que él, pero más que eso, lamentaba haberlos llevado con él a Isteria. No había ninguna necesidad de ir a la ciudad para explicarlo todo.
Si Isteria realmente deseaba su ayuda, entonces deberían haber sido ellos los que hubieran ido a verlo. Además, ya había convencido a Isaac y a Havel de que su posición como Greisior era totalmente posible. Por supuesto, habría resultado complicado que Narson y Zirconia creyeran la historia de Isaac y Havel a la primera, y habría llevado más tiempo que Kazura se reuniera con ellos y se pusieran de acuerdo con el tipo de apoyo. Como resultado del retraso de la ayuda, el daño causado por la hambruna en la provincia habría aumentado, pero si consideraba que la seguridad de la aldea de Grisea era su máxima prioridad no debería haberse molestado por eso.
También le habría sido probable rechazar cualquier tipo de apoyo a otras aldeas que no fueran la aldea de Grisea o limitar dicho apoyo y solo enseñarles cómo crear abono con el mantillo del bosque.
‘Sin embargo, ¿qué pasará si rechazo sus súplicas para salvar su país? Narson no dejará la aldea tranquila y, si los rumores sobre el pueblo se extienden, al final… No, puede que si le hubiera ordenado a Isaac que no dijera nada…’
Kazura no paraba de preguntarse qué podía hacer. Había sido un tonto por aceptar sus súplicas cuando le dijeron que habría muchas personas que morirían de hambre en la provincia debido a la hambruna. Pero si las aldeas y ciudades de los alrededores estaban inundadas de personas que morían de hambre, no sabía si sería capaz de ignorar la trágica situación para seguir protegiendo a las personas de la aldea de Grisea. La realidad era que solo necesitaba brindarles asistencia alimentaria a los aldeanos para salvar a la aldea.
Fueron sus acciones, creando un molino y enseñándoles a crear abono, las que llevaron a que Isaac supiera de su existencia y terminara siendo atrapado. Si no lo hubieran descubierto, Kazura y Valetta no habrían tenido que ir a Isteria y los bandidos no habrían atacado la aldea buscando la carga del carruaje.
“Señor Kazura, los preparativos para nuestra marcha se han completado…” – dijo Isaac nervioso.
Mientras Kazura estaba inmerso en sus pensamientos, Isaac recibió el informe con la finalización de los preparativos de todos los escuadrones.
“Ah… Sí.”
Kazura se sorprendió cuando vio la cara de preocupación de Isaac; en su interior ya estaba comenzando a echarle la culpa por haberlo ‘atrapado’. No le había pedido que salvara a la provincia con mala voluntad. Más bien se podía decir que era una persona honesta que había planeado suicidarse como disculpa por ser irrespetuoso con una persona que simulaba ser un dios. No podía culpar a Isaac por suplicar desesperado por la salvación de la gente de la provincia de Isteria.
“Señor Kazura, soy responsable del ataque de los bandidos a la aldea de Grisea. Si no lo hubiera molestado, entonces…” – continuó Isaac.
Cuando Kazura comenzó a moverse hacia el carruaje mientras pensaba en todo eso, Isaac empezó a disculparse con una expresión deprimida. Después de ver la expresión sombría de Kazura, Isaac se sintió responsable y tuvo unos pensamientos similares.
“No eres responsable. No te culpes a ti mismo.” – dijo Kazura con una expresión gentil mientras negaba que Isaac tuviera la culpa.
“Sí…” – contestó Isaac. Aunque todavía tenía una expresión deprimida, asintió obediente. Aunque no estaba convencido en su corazón, simplemente asintió porque ya era hora de partir.
“Bueno, vamos allá. ¿Isaac vas a montar una rata?”
“Sí, lideraré el cuerpo de ratas. Si Kazura tiene alguna petición, ordénesela a Havel que estará montando cerca de su carruaje.” – respondió Isaac. Cuando terminó, volvió su mirada hacia el carruaje que había sido preparado para Kazura.
Kazura también desvió su atención hacia un gran carruaje que era mucho más elegante que el resto de transportes de la plaza. La puerta del carruaje estaba abierta, permitiéndole ver su magnífico diseño interior. Tenía una espléndida alfombra tendida en el suelo y hasta poseía mesas y sofás. Daba la impresión de ser una pequeña habitación tirada por una rata. Al lado del carruaje, Havel lo estaba esperando mientras hablaba con una chica.
“¿Hmm? Estoy seguro que es la doncella de la mansión de Havel…”
“¿Hay algún problema?” – dijo Isaac.
“No, pero esa chica que está hablando con Havel es la misma que nos atendió cuando nos quedamos en la mansión de su familia. Me pregunto si la ha traído como asistente.”
Kazura estaba impresionado de que la preocupación de Havel llegara al punto de preparar a una persona que ya conocían como asistente.
“Ya veo. Me daba la impresión de que el asistente que había traído era demasiado joven, pero no pensaba que hubiera una razón como esa. Parece que realmente es un hombre ingenioso para realizar bien su trabajo, incluso presta atención a los pequeños detalles. Tengo que aprender de él.” – dijo Isaac.
Al ver cómo Kazura estaba agradecido por la atención, Isaac se sintió encantado y alabó la conducta de Havel. Estaba aliviado de que sus subordinados fueran hombres capaces en los que se podía confiar en los momentos incómodos.
* * *
“U… Umm, tal vez sea mejor que suba ya a un carruaje…” – dijo Marie.
Uno tras otro, los carruajes que tenía a su alrededor estaban listos para partir, así que Marie, con una expresión de pánico, se adelantó con una sugerencia a Havel.
Los soldados que estaban en la plaza se apresuraron a montar en su rata, mientras que los sirvientes abordaron los respectivos carruajes, junto al equipaje de sus maestros. Si no subía rápidamente a uno, a pesar de que eran grandes, con tal cantidad de bultos y sirvientes amontonados dentro, era posible que no pudiera asegurarse un asiento.
Como necesitaban avanzar a gran velocidad, toda la escolta de soldados nobles que acompañaba a Kazura estaba compuesta por caballería. Por ello, todos los sirvientes que viajaban con ellos debían subir a los carruajes para poder mantener la misma velocidad que el resto de soldados.
“No, por favor, espera aquí un poco más.” – dijo Havel.
Ignorando a una Marie que estaba entrando en pánico, Havel observó a Kazura e Isaac, que se encontraban hablando al borde su campo de visión. Estaba esperando a que se acercaran. Si la predicción de Havel era correcta, debería hacer que Marie esperara hasta la llegada de Kazura. Así, no tendría la necesidad de abordar un carruaje abarrotado de gente, como el resto de sirvientes. Entonces, mientras Havel ignoraba la queja de Marie para moverse hacia otro carruaje y le pedía que esperara un poco más, Kazura se separó de Isaac y caminó hacia Havel.
“Señor Havel, ¿está listo el carruaje para partir?” – preguntó Kazura.
“Sí. Todas las preparaciones están listas. Marie, sube a ese carruaje, vamos a partir.” – dijo Havel.
“¡Eh! S… ¡Sí!” – respondió Marie.
“¿Hm? Ese carruaje… Marie, por favor, espera un momento.” – dijo Kazura deteniendo a Marie, que estaba a punto de salir corriendo hacia el carruaje que le había señalado Havel.
Se había dado cuenta que el carruaje que había señalado Havel estaba bastante congestionado con el equipaje de los soldados y los sirvientes. Aunque, si tenía suerte, todavía tendría espacio para sentarse dentro del carruaje, ya que el viaje sería largo, sería bastante duro para una chica como Marie.
“Señor Havel, ¿por qué no dejas que la señorita Marie suba a mi carruaje para que pueda asistirme durante el viaje?” – dijo Kazura.
“Como desee el Señor Kazura. Marie sube al carruaje con Kazura y pórtate bien. Disculpe…”
“¿Eh…?”
Dejando a Marie atrapada en una situación que no esperaba, Havel dio las gracias y caminó hacia su propia rata, que se encontraba atada en una esquina de la plaza.
“Lamento hacer esa petición irrazonable. Hasta que lleguemos a la aldea de Grisea dependeré de ti.” – dijo Kazura dándole una sonrisa a Marie, que se encontraba congelada sin moverse. A continuación, puso una mano en la puerta abierta y subió dentro del carruaje.
* * *
“¿Estás bien? Si no te sientes bien, podemos detener el carruaje.” – dijo Kazura.
“Estoy bien, muchas gracias…”
Unos diez minutos después de salir de la casa de Narson, dentro del tembloroso y ruidoso carruaje, Kazura dio unas palmaditas en la espalda de Marie, cuyo rostro se había vuelto completamente pálido. Parecía que estaba mareada por el movimiento.
“Por favor, espera un momento. Te daré una medicina.”
“¿Eh? A… Ah, que el señor Kazura de una medicina a alguien como yo, es…”
“Está bien, no te preocupes por eso.” – añadió Kazura ignorando la nerviosa protesta de Marie cuando lo escuchó decir que iba a sacar una medicina para ella.
Kazura abrió la bolsa de viaje que había guardado dentro del carruaje y sacó la bolsa que contenía las botellas con aceites aromáticos.
‘Hmm, para el mareo, la lavanda, la menta y… ¿Qué más? Quizá los cítricos puedan ayudar.’
Confiando en su conocimiento sobre los efectos del aceite aromático que usaba a veces en su vida diaria en Japón, Kazura sacó botellas con aceites de lavanda, menta y pomelo, luego puso una gota de cada uno en un pañuelo que sacó de la mochila y dejó que el aceite lo impregnara.
Aunque empapar un pañuelo no dispersaba el aroma por todo el carro, como cuando usó el cuenco con Isaac el día anterior, si lo acercaba a la cara podría concentrar el aroma.
“Por favor, huele esto. Creo que te hará sentir mejor.” – dijo Kazura tras llevar el pañuelo a su nariz y comprobar el aroma. Luego se lo entregó a Marie, que estaba pálida y cubierta de un sudor frío.
“Muchas gracias… Por favor, perdóneme por causar un problema…” – dijo Marie dando las gracias tras recibir el pañuelo de Kazura y acercándoselo a la nariz.
Después de oler el aroma del pañuelo durante unos segundos, lo retiró de la cara y miró al pañuelo con una expresión de sorpresa.
“La incomodidad que sentía ha desaparecido…”
“Eso está bien. Hasta que lleguemos a la aldea de Grisea, huélelo de vez en cuando. Aliviará el malestar.”
El efecto de los aceites aromáticos en un pañuelo era algo que Kazura ya había experimentado personalmente en Japón. Cuando se mareaba, siempre olía esta mezcla de aceites y se recuperaba rápidamente. Además, dado que tenía un efecto casi inmediato, resultaba bastante útil.
Kazura se sintió aliviado de que el pálido semblante de Marie hubiera desaparecido, luego notó que su propio estado de ánimo se había vuelto menos pesado.
“Oh… Ya veo. Havel ha hecho un buen trabajo.” – murmuró Kazura.
“¿Eh?”
“Nada. Me impresiona cómo el señor Havel se puede desempeñar de forma tan espléndida en sus tareas.”
El sentimiento de melancolía que sentía en estos momentos solo habría empeorado si se hubiera quedado a solas en el carruaje. Al final, solo pensaría en cosas deprimentes que lo harían sentir peor. Sin embargo, si viajaba con un conocido, aunque mantuvieran una conversación banal, le sería imposible ponerse a pensar en otras cosas. Más aún si era tan joven como Marie. Le impresionaba que Havel hubiera sido capaz de preparar todo con anticipación y ahora se le hacía obvio que lo estuviera esperando junto a su carruaje. No podía negar que era una buena idea.
“Ah… ¡Sí! ¡Gracias!” – respondió Marie con una alegre sonrisa, como si la estuvieran felicitando cuando escuchó las palabras de Kazura.