Capítulo 11
De aquí para allá.
Traducido por Thornapple
Corregido por DaniR
Editado por Tars
Corregido por DaniR
Editado por Tars
Parece que pasó una buena hora hasta que finalmente se calmó la chica. No podía culparla; ser secuestrado a la fuerza incluso le causaría un trauma a un adulto, y solo parecía ser un poco mayor que yo. Cuando me senté a su lado para consolarla, me di cuenta de lo extraña que era esta situación. Un niño de cuatro años estaba acariciando suavemente su cabeza en la parte trasera de un carruaje mientras que cuatro cadáveres eran devorados justo al lado.
“Qu… ¿Qué les ha pasado a esos tipos malos?” – dijo mientras sorbía sus mocos con una voz un poco nasal.
No sabiendo si era apropiado decirle a una chica de siete años sobre sus muertes, le dije simplemente:
“Eh… Tuvieron un accidente muy desafortunado.”
Analizó mi expresión dubitativa a la vez que levantaba una ceja, miró hacia el suelo y dijo:
“Se lo merecen.”
Mirándola de cerca, no pude evitar notar que tenía todas las características necesarias para ser una gran belleza en el futuro. Ni su largo cabello de color gris plomizo, que había confundido con un color plateado por la luz del sol, ni su desaliñado estado podían cubrir la belleza innata que parecía irradiar por cada uno de sus poros. Sus temblorosos y relucientes ojos verde azulados tenían la forma de almendras perfectamente redondeadas y su nariz respingona, que estaba roja por tanto llorar, combinaba con sus labios rosados.
Si bien cada uno de sus rasgos faciales daban la impresión de ser joyas cuidadosamente talladas, la pálida y cremosa piel de su rostro parecía un lienzo, en el cual sus rasgos hacían que fuera una obra de arte surrealista, casi fantasmal. Por supuesto, solamente estaba observándola de forma especulativa como un caballero o un rey que disfruta observando la belleza del mundo. No iría tan lejos para decir que me estaba ‘fijando en ella’.
La ayudé a levantarse antes de volver a decir:
“Esas personas que intentaron secuestrarte ya no te perseguirán más. Así que, ¿crees ser capaz de volver sola a tu casa?”
Instantáneamente, sus ojos se contrajeron de miedo y una expresión de pánico se formó en su rostro. Sus ojos se llenaron de lágrimas y con sus dos manos se aferró a mí, apretando mi camisa; incluso un bebé sabría cuál era su respuesta por cómo había actuado.
“Mira, es que también necesito volver a casa. ¿Acaso los elfos no están normalmente a salvo dentro del bosque?” – le dije soltando un suspiro mientras intentaba quitar sus garras, quiero decir, sus dedos de mi camisa.
Sacudió su cabeza intensamente, como un perro secándose, y refutó:
“Las bestias solo les tienen miedo a los adultos… Mis padres me advirtieron que los sabuesos y los Hombres árbol se comen a los niños.”
Normalmente me sorprendería por escuchar algo como un golem de los árboles, pero después de ver cómo un rey demonio se había convertido en un dragón, ya no me sorprendía tan fácilmente. Froté el puente de mi nariz, intentando encontrar una solución a todo esto.
“¿Cuánto se tarda en llegar a donde vives desde aquí?”
“…” – todavía sosteniendo mi harapienta camisa, miró al suelo y confesó. – “No lo sé…”
Aguanté las ganas de soltar otro suspiro, ya que la pobre chica parecía que ya estaba a punto de volver a llorar, y acepté llevarla a casa. El Reino Elenoir estaba bastante lejos hacia el Norte, así que mi única esperanza era que existiera una puerta de teletransportación que pudiera llevarme a algún lugar cerca de Sapin.
Le pedí a la elfa que esperara dentro del carruaje mientras reunía algunas cosas necesarias; la razón principal porque se lo pedí fue para que no viera los cadáveres destrozados de los traficantes de esclavos, ya que incluso a mí me resultaba difícil soportarlos. Finalmente, encontré una mochila lo suficientemente pequeña para que pudiera usarla sin que se arrastrara por el suelo; con cuidado doblé y metí una pequeña tienda dentro, junto a una bolsa de agua de cuero y algunas raciones secas.
Recogí del suelo el cuchillo de Pinky con el que había luchado contra Danton y George y lo até a la parte delantera de mi cinturón, para poder así equilibrar el incómodo equipaje que llevaba a mi espalda. Antes de regresar al carruaje, liberé a los sabuesos del bosque al darme cuenta de que, aunque podían tirar del carro, no servían como monturas.
Y, si los hubiéramos usado para ir en carruaje hasta el reino de los elfos, sería demasiado peligroso y destacaríamos como gallinas en corral ajeno.
“Vamos a partir ahora.” – le dije tratando de sonar un poco más entusiasta por su bien.
“¡Sí!” – asintió saltando del carruaje y alejándonos de la zona donde estaban los cadáveres.
* * *
Aprendí mucho acerca de la elfa durante el camino. Primero, su nombre era Tessia Eralith y hacía poco que había cumplido cinco años, lo que significaba que era casi un año mayor que yo, sin embargo, solo fisiológicamente.
Tessia era una chica muy reservada, por no decir tímida y era muy educada conmigo, considerando el hecho de que yo era más joven que ella. Además, nunca se quejaba, lo que la convertía en una compañera de viaje muy agradable. Quizás, si es que no estuviera viajando en la dirección opuesta a mi destino, habría disfrutado de su compañía.
Cuando la niebla se volvió más densa y llegó la puesta del sol, armamos la tienda para pasar la noche bajo unas raíces que habían brotado de un árbol particularmente grande. No pude colocar ninguna de las varillas de soporte que tenía en la mochila, así que usé una cuerda larga que había traído. La até a dos raíces y puse la lona de la tienda encima. Para hacer contrapeso, en sus extremos puse rocas cubiertas de musgo. Después de terminar de montar la tienda, saqué un par de raciones secas y le di un poco para comer.
“Muchas gracias…” – dijo mientras hacía una leve reverencia.
“Sabes, no tienes que ser tan formal conmigo. Soy más joven que tú y me sentiría mucho más cómodo si no estuvieras tan nerviosa.” – le contesté con mis mejillas llenas de comida seca.
“De… De acuerdo, ¡lo intentaré!” – dijo mientras hacía una tímida sonrisa intentando contener su risa.
Comencé a preguntarme si ella había sido criada por unos padres muy estrictos. O tal vez solo era una costumbre para los elfos y, al decirle que se sintiera más cómoda conmigo, le estaba proponiendo sin querer que se casara conmigo. Dándole un gesto de desdén, volví a llenar mi boca con más comida. Nos sentamos debajo de una de las raíces del árbol al lado de nuestra tienda y continuamos charlando.
“Pu… ¿Puedes hablarme del reino de los humanos?” – preguntó de pronto, con sus ojos brillando con curiosidad.
“¿Qué quieres saber?”
“¿Cómo es una ciudad humana? ¿Cómo son los humanos? ¿Es verdad que todos los hombres humanos son pervertidos y tienen más de una esposa?”
Me atraganté con las frutas secas que masticaba, y las escupí antes de que se quedaran atrapadas en mi tráquea.
“No. A pesar de que no es contra la ley, solo la nobleza y las familias reales tienden a tener muchas esposas.” – le dije después de recuperarme, limpiándome la boca.
“¡Ya veo!”
Aunque sus ojos parecían decir otra cosa, y aún seguían brillando, continué, contándole un poco sobre el pueblo de Ashber y mi familia, y para pasar el rato le pregunté también a ella.
“¿Cómo es vivir en Elenoir?”
“Mmmm…” – reflexionó un poco antes de encontrar las palabras correctas para explicarme. – “No creo que sea muy diferente de lo que me has contado sobre dónde creciste, excepto que todos los niños deben ir a la escuela para conocer nuestra historia y aprender a leer y escribir. Cuando ‘despertamos’ se nos asigna un tutor y nos convertimos en su discípulo. Desde allí, solamente te dedicas a entrenar con tu maestro.”
“Ya veo…” – murmuré, reflexionando sobre las diferencias entre el sistema educativo de los humanos y los elfos. Si bien el método educativo de los elfos era mucho más avanzado y no discriminaba, solo funciona porque el reino de los elfos era mucho más pequeño y mejor cohesionado en comparación con el reino humano, pero eso solo demostraría la gran diferencia que tendría la cultura en las futuras generaciones.
Levantándome del suelo, le extendí mi mano para ayudarle a levantarse. Noté como vacilaba mientras que su rostro se ponía un poco rojo, pero asumí que, debido a la oscuridad, mis ojos me jugaban una mala pasada.
“Duerme en la tienda, haré guardia afuera.”
Vi cómo pensaba un poco mientras sus ojos se fijaban en mí, llenos de determinación.
“No me importaría c-compartir la tienda, si te parece bien.” – su voz intentaba sonar calmada, pero su tono la traicionó.
“Está bien. De todos modos, no tengo tanto sueño por ahora.” – le respondí mucho más apresurado de lo que quería.
“Bueno…” – dijo malhumorada. ¿Acaso sus orejas se habían movido un poco hacia abajo?
Asegurándome de que entrara a la tienda, me apoyé contra el enorme tronco del árbol y comencé a meditar. Primero examiné mi núcleo de maná. Sylvia había dicho que me había dejado algo que llamaba ‘voluntad’ pero, ¿cuánto afectaba esto a mi núcleo de maná? Examinando más profundo, noté, aunque débilmente, unas marcas en mi núcleo de maná cuando…
“A… ¿Arthur?” – dijo Tessia asomando su cabeza fuera de la tienda.
“¿Hay algún problema?” – le pregunté, girando mi cabeza para verla.
“¡B-bueno! Verás… Es más probable que las bestias aparezcan si notan que eres un niño. Por eso, creo que, por nuestra seguridad, sería mejor que en… entraras a la tienda.”
En este punto, Tessia había cubierto su rostro con la tapa de lona de la tienda, mirando solamente con un ojo.
“¡Pft! Tessia, ¿tienes miedo de dormir sola en la tienda?” – dije mientras me reía.
“Cla… ¡Claro que no! Solo lo sugería, por nuestra seguridad, ¡ya que así es la mejor opción!” – dijo insistiendo, mientras se asomaba, casi saliendo de la tienda.
“Si ese es el caso, entonces me esconderé en algún árbol y continuare vigilando. Ya sabes… Por nuestra seguridad.” – dije mientras le guiñaba un ojo.
“Uu…” – se escondió nuevamente dentro de la tienda y murmuró en voz baja. – “Tengo miedo de dormir sola.”
Sonriendo por dentro, abrí la tapa y me metí dentro de la tienda. Tomada por sorpresa, Tessia soltó un pequeño chillido e inmediatamente después se acostó con su espalda hacia mí. Viendo cuán rojas se pusieron sus orejas, fácilmente pude verme disfrutando mientras molestaba a la pobre elfa.
Después de unos momentos de silencio, echó un vistazo sobre su hombro, y dijo:
“¿Podría abrazar tu camisa?”
Viendo cómo temblaba, recordé que solo era una niña. No podía imaginar lo duro que había sido para ella; había sido secuestrada, separada de su familia y llevada lejos, y todo sin saber si iba a ser capaz de volverlos a ver.
Me acerqué a ella y comencé a acariciar suavemente su cabeza. Se volteó hacia mí y agarró el borde de mi harapienta camisa. Satisfecha, cerró sus ojos y, después de un par de minutos, escuché cómo su respiración se volvía rítmica. Todavía sentado, también comencé a quedarme dormido.
Cuando mis ojos se abrieron, me tomó un par de segundos recordar dónde estaba. Miré hacia abajo y vi la cabeza de Tessia en mi regazo, que estaba acurrucada cómodamente. Gentilmente la moví para que despertara, y le susurré:
“Tessia, deberíamos partir ahora.”
Fue despertando poco a poco, pero cuando se dio cuenta de la posición en que estábamos, se levantó de golpe con un grito de sorpresa.
“¡Lo siento! Quiero decir… ¿Pesaba mucho?”
“No te preocupes por eso. Doblemos la tienda.” – le respondí con una sonrisa burlona. Con sus mejillas volviéndose un poco sonrojadas, asintió en respuesta y comenzamos a empacar las cosas antes de volver a reanudar nuestro viaje.
* * *
Pasaron un par de días sin ningún incidente que mencionar, pero de la nada sentí unos intensos dolores en mi abdomen. La primera vez que comenzaron los dolores fue durante el tercer día de nuestro viaje. Estábamos dentro de la tienda, Tessia ya estaba profundamente dormida, cuando sentí un repentino agudo dolor en mi esternón. No duró mucho, pero aquel breve momento causó tal dolor que quedé tiritando. A parte de eso, lo más emocionante que nos pasó fue cuando un par de sabuesos del bosque intentaron acercarse, pero los ahuyenté lanzándoles mi cuchillo reforzado con maná.
Las noches pasaron mientras dormía junto a Tessia en la tienda y se fue sintiendo más cómoda conmigo, al menos lo suficientemente cómoda para no avergonzarse cada vez que despertaba. Nuestras conversaciones se volvieron más naturales y cada vez había menos silencios incómodos, incluso comenzó a burlarse de mí, por la forma en cómo hablaba; en sus palabras ‘me esforzaba demasiado para sonar como un adulto’.
Por suerte, mis temores de que volvieran los dolores se fueron. Nuestro ritmo no fue obstaculizado por ningún golem de los árboles, o por alguna bestia de maná más fuerte que buscara a niños como su aperitivo.
“¿Tessia, puedes saber cómo de lejos estamos ahora de Elenoir?” – le pregunté el quinto día de nuestro viaje en una mañana particularmente clara.
Sus alargadas orejas se sacudieron mientras observaba el alrededor. De pronto, corrió hacia un árbol particularmente torcido y pasó sus dedos encima del tronco. Pasaron un par de minutos de silencio antes de que volviera, visiblemente emocionada.
“¡Ese es el árbol al que solía venir con mi Abuelo! Recuerdo que tallé mi nombre en el tronco del árbol cuando no me miraba. ¡No estamos muy lejos! Creo que, si nos apresuramos un poco, ¡podremos llegar esta noche!” – dijo señalando al árbol.
“Genial.” – le respondí, siguiéndola detrás. A pesar de lo bonito que había sido nuestro viaje, necesitaba armar un plan para volver a casa, y no podría hacerlo hasta que la llevara a la suya. Aunque, he de admitirlo: probablemente la extrañaría después de esto.
“¿Arthur? Dijiste que tu familia y tus personas cercanas te llaman Art. Creo que durante este viaje me he vuelto lo suficientemente cercana para llamarte así también.” – dijo deteniéndose de pronto, girándose hacia mí y revelando una amplia sonrisa mientras cruzábamos un arroyo por un puente de troncos cubiertos de musgo. – “Entonces… ¿Podría llamarte Art también?”
“¿Hmm? Claro, no me importa.” – le dije devolviéndole una sonrisa.
“¿No te importa? ¡Tsk! Podrías sonar un poco más emocionado…” – dijo mientras me sacaba la lengua.
“Me sentiría honrado de que me llamaras Art, Su Alteza.” – le dije mientras hacía una cortés reverencia como a un noble, a pesar de mi harapienta ropa.
“Je, je. Y también tienes el honor de poder llamarme Tess.” – dijo mientras reía, dándome también una reverencia antes de girarse y saltar del tronco.
Continuamos durante el resto del día, haciendo solo unas pocas paradas rápidas para descansar y rellenar nuestros estómagos. El uso constante de la rotación de maná había evitado que me cansara, pero era obvio que Tess estaba cada vez más agotada.
Después de nuestro último descanso rápido, en un terreno cubierto de un blando musgo, continuamos directos hacia el último tramo. Tess y yo nos habíamos vuelto mucho más cercanos durante el viaje; la elfa que una vez había sido reservada y tímida, ahora sonreía brillantemente de forma contagiosa, a pesar de que nuestra situación no era precisamente cómoda.
Continuó molestándome, diciendo que debería llamarla hermana mayor, ya que era un año mayor que yo. Molestándola de vuelta, imité cuando estaba llorando, frotándome los ojos y gritando:
“BUAAAA, MAMI, ¡TENGO MIEDO!”
Esto hizo que su cara se pusiera roja como un tomate. Golpeó mi brazo antes de empezar a hacer pucheros. Cruzó sus brazos y asomando su labio inferior, dio un pisotón y gritó:
“¡HMPH! ¡Malvado!”
Estaba anocheciendo y la niebla que nos rodeaba se volvía más espesa. Mi sentido de la dirección era casi inútil en este maldito bosque. Y si es que me separaba de Tess, lo más seguro es que terminaría viajando en círculos sin siquiera darme cuenta.
De pronto se volteó hacia mí. En su rostro se veía una mezcla entre felicidad y duda antes de murmurar:
“Hemos llegado.”
Mirando alrededor, lo único que vi fueron árboles y niebla. Confundido, estaba a punto de preguntarle dónde estábamos, pero me detuve cuando vi que Tess colocaba sus palmas en un árbol y murmuraba un cántico.
De pronto, toda la niebla a nuestro alrededor fue absorbida por el árbol y lo que se vislumbró fue una gigantesca puerta de madera que parecía sostenerse por sí misma sobre el suelo. Tess agarró mi mano y me arrastró hacia la puerta. Cuando la abrió, recordé el portal por el que Sylvia me había empujado. Esta segunda vez no se sintió mejor, pero al menos sabía que pasaría. Aterrizamos en nuestro destino suavemente sobre nuestros pies, e inmediatamente hurgué dentro de mi mochila para asegurarme de que tenía la piedra que me había confiado Sylvia. Solo después de confirmar que estaba allí, miré hacia el frente y observé el lugar donde estábamos.