Capítulo 349
Turbulencias en la Ciudad de Boulder.
Traducido por Tars
Corregido por Noe
Editado por AMarauder
Corregido por Noe
Editado por AMarauder
“¡Buenos días, querido público! Les habla su querido presentador, House. Antes de adentrarnos en las últimas noticias, quisiera dedicar un momento a rendirle el mayor homenaje a nuestro gran Señor de la ciudad. Sin más preámbulos, ¡comencemos con nuestro emocionante programa!”
“Hoy, el Distrito de Qingquan permanece en calma y tranquilidad. Atemorizados ante nuestra presencia, ¡esos primitivos con tatuajes de serpientes en la cara han comenzado a huir hacia el este! Es una lástima. Si hubieran venido, me habría gustado entrevistar a estos descerebrados… ¿Marchar hacia el sur? ¿En qué estaban pensando? No solo los depredadores tiemblan ante nuestra poderosa fuerza militar, sino también nuestros vecinos del norte. Esa gente que se tambaleó ante la Marea recientemente tuvo una sangrienta batalla contra esos malnacidos del norte, dejándolos maltrechos y magullados. Ahora se esconden en las alcantarillas, lamiéndose las heridas. ¡Qué patéticos! ¡Inútiles! Pero hace poco por fin entraron en razón y han enviado a su líder, una especie de alcalde de la llamada Ciudad del Amanecer, a nuestro ayuntamiento para negociar. Parece que ya se dieron cuenta de qué en el páramo, ¡unirse a los poderosos es la clave para sobrevivir!”
En la barra de una taberna sin nombre, había una vieja radio cubierta de polvo, que emitía una voz estimulante. La Voz de la Ciudad de Boulder siempre fue el programa favorito de los habitantes de la ciudad. Al fin y al cabo, en el páramo se podían recibir pocas señales.
El canal emitía música clásica de antes de la guerra las 24 horas del día, los 7 días de la semana, intercalada ocasionalmente con noticias del Señor House o con formas de hacerse rico, atendiendo las necesidades de entretenimiento de los ciudadanos y brindando material para aquellos que amaban soñar despiertos, alimentando su imaginación. Sin embargo, no todos estaban satisfechos con esa voz aguda y ronca. Sobre todo, aquellos cuyas vidas no marchaban como deseaban.
“¿Es que esa molesta plaga no puede mantener cerrado el pico?” – se quejó un hombre con una chaqueta de cuero marrón, tomando un sorbo de cerveza más clara que el agua y con su boca barbuda crispándose de ira.
Su nombre era Spielberg. Un hombre insignificante en la Ciudad de Boulder. Y la ocupación de Spielberg distaba mucho de lo que cabría esperar de su nombre. Era un simple trabajador de una fábrica de conservas. En cuanto a por qué estaba bebiendo a esas horas… porque estaba a punto de quedarse sin trabajo.
En la Ciudad de Boulder, la comida enlatada no era un producto popular. La élite no los comía y el ciudadano medio no podía permitírsela. Solo algunas grandes caravanas de comerciantes y grupos de mercenarios compraban esos productos para mejorar sus comidas y levantar la moral.
En cuanto a esos mercenarios solitarios, preferían aceptar trabajos por la zona, y limitarse a consumir raciones secas durante 2 o 3 días. Mientras tenían poder adquisitivo, preferían gastarlo en alcohol y distracciones.
Debido a los bajos márgenes de beneficios y la poca capacidad de producción, los gigantes de la industria alimentaria como la Compañía Comercial Vega no tenían interés en esa industria.
En la Ciudad de Boulder solo había dos pequeñas fábricas que producían productos enlatados y ofrecían solo dos variedades: carne de buey de dos cabezas y carne de hiena. Sin embargo... Recientemente, los estantes de las tiendas de la Ciudad de Boulder se llenaron de fideos instantáneos y salchichas.
Los primeros, como su nombre lo indica, eran fideos precocinados que se vendían en vasos de papel, que se podían comer sumergiéndolos en agua caliente durante 5 minutos después de destapar el vaso o consumirlos secos.
En cuanto a los segundos, no se sabía con qué carne se hacía, pero daban una sensación almidonada. Pero quizás debido a la generosa cantidad de sal, estaban sorprendentemente deliciosas.
En resumen, Spielberg nunca había visto una comida tan extraña y, sin duda, era elaborada en el asentamiento vecino. Desde que aparecieron esos fideos instantáneos y las salchichas en la Ciudad de Boulder, sus productos enlatados dejaron de venderse por completo. Para cuando su jefe se dio cuenta de la gravedad del problema, la fábrica de conservas estaba al borde del cierre.
El jefe les dio a todos los trabajadores unos días libres, diciéndoles que se fueran a casa y que esperasen un nuevo aviso. Spielberg sabía bien que, aunque lo llamaran así, en esencia no era diferente a ser despedido. El cierre de la fábrica de conservas era solo cuestión de tiempo. Ese cabezón obsesionado con las ganancias, sin duda la vendería mientras la maquinaria aún pudiera generarle dinero.
Ahora, a Spielberg solo le quedaban dos opciones. Convertirse en mercenario o guardia de una caravana, o probar suerte en los suburbios del norte.
Recientemente, la amenaza que había allí había desaparecido y las rutas comerciales hacia el norte de la Provincia del Valle del Río se habían restablecido. Grandes caravanas y grupos de mercenarios estaban contratando personal, sin necesidad de experiencia. Solo necesitaban saber manejar un arma.
En cuanto a los suburbios del norte, parecía haber una demanda constante de mano de obra. Sin embargo, se rumoreaba que no pagaban con fichas, sino con su propio dinero: las monedas de plata. Pero cualquiera que fuera la opción, a Spielberg le resultaba complicado decidirse. Después de todo, por muy pobre que fuera, aún tenía una casa en la Ciudad de Boulder que podía protegerlo del viento y la lluvia. Pero una vez que salía de la muralla gigante, entraría en un mundo sin ley. Esos salvajes incivilizados capturaban a la gente y la arrojaban a una olla hirviendo. La idea le daba miedo, dejándolo sin dormir durante toda la noche.
¡Era demasiado aterrador!
* * *
Las preocupaciones sobre el futuro de la Ciudad de Boulder no se limitaban a personas insignificantes como Spielberg. Desde que escuchó que el Ayuntamiento iba a firmar un Acuerdo de Cooperación Amistosa con la Nueva Alianza, Vega no había podido dormir.
A él no le importaban los rifles ni los alimentos enlatados de los estantes de las tiendas de la Ciudad de Boulder, pero la existencia de la crema nutritiva Camino de Tierra había amenazado severamente el negocio de la Compañía Comercial Vega. El precio de esa crema nutritiva era tan bajo que incluso superaba sus costes de producción. No era exagerado decir que si cerraba su fábrica e importaba la crema nutritiva desde los suburbios del norte y luego la vendía en el sur… ¡podría ganar más dinero del que ganaba actualmente! ¡Era sencillamente indignante! ¿Acaso esos patanes montaban fábricas solo para caridad?
“¡Los del Ayuntamiento son unos cerdos! No… ¡Llamarlos cerdos es quedarse corto!” – exclamó Vega en su opulenta habitación.
Esa era la sala de recepción de la Compañía Comercial Vega, y allí estaban presentes los dueños de las principales empresas comerciales. Ya que todos tenían cierto prestigio, no había necesidad de preocuparse por su imagen ya que todos estaban profundamente insatisfechos con la decisión del Ayuntamiento.
“Lo más gracioso era que… esos cerdos tuvieron el descaro de presumir descaradamente de ese supuesto acuerdo amistoso, pensando que habían logrado algo realmente extraordinario.” – exclamó un hombre con ira. Llevaba una camisa de cuello alto.
Se llamaba Jonah y dirigía la fábrica de algodón más grande de la Ciudad de Boulder. Sus telas, ropa y camisas de algodón no solo controlaban más del 60 % del mercado de la ciudad, sino que también se exportaban a las Provincias de la Llanura Dorada y del Atardecer.
Desde principios de año, esos campesinos de los suburbios del norte también habían comenzado a producir telas y ropa de algodón. Al principio no le prestó mucha atención, después de todo, un pequeño taller o dos no merecían su preocupación. Sin embargo, no mucho después se dio cuenta de lo equivocado que estaba.
En apenas medio año, la ropa producida por la Nueva Alianza dominó primero los bares de la Ciudad de Boulder, luego conquistó a aquellos mercenarios que estaban dispuestos a gastar dinero y luego se apoderó de toda la ciudad exterior.
Producían fundas resistentes para armas, chalecos antibalas, mochilas, así como abrigos o ropa menos duradera. Y también estaban esas medias que se podían usar como pantalones… Recordaba vagamente que la gente las llamaba medias negras. Por supuesto, no eran necesariamente negras; también las había blancas y de otros colores, incluso transparentes. Y no se limitaba a las medias.
A Jonah le desconcertaba cómo a esa gente frívola se le ocurrían ideas tan vulgares e inapropiadas. Estaba furioso. Pero lo que más lo irritaba era que, aunque su mente racional le decía que esos artículos estaban encogiendo su billetera, no podía controlar sus ojos ni sus manos.
“¡Y esa Nuka Cola! Desde que apareció… ¡los pedidos de nuestra destilería han bajado un 10%! ¡Es una locura! ¿A quién le gusta beber agua azucarada?” – dijo enfadado otro empresario, dueño de una licorería.
Mientras varias figuras prominentes continuaban hablando, la conversación en la mesa de conferencias estalló.
“Llevan 6 meses saqueando nuestros comercios, ¡y los del Ayuntamiento no han hecho nada!”
“Simplemente no lo entiendo. Tenemos cañones, aviones, servoarmaduras, miles de mercenarios y decenas de miles de reservistas. ¿Por qué necesitamos negociar con ellos?”
“Incluso si no desplegamos la milicia, ¡simplemente arrojando algunas fichas podemos aplastar fácilmente esos idiotas!”
Mientras observaba las acaloradas discusiones en la mesa, Vega permaneció inexpresivo. Había organizado esta reunión para reunirlos a todos y discutir contramedidas. Sin embargo, inesperadamente, se convirtió en una sesión cargada de reproches. Todo el mundo estaba expresando las quejas acumuladas durante los últimos 6 meses, pero nadie podía proponer contramedidas específicas.
Sin embargo, Vega no los detuvo. A veces, las emociones pueden ser un arma. Después de dejarlos expresar sus sentimientos, Vega colocó ambas manos sobre la mesa y se levantó lentamente de su silla.
“Siempre me ha intrigado cómo logran mantener los costes tan bajos.” – dijo, mientras miraba a la gente a su alrededor.
Al oírlo, las personas sentadas en la mesa de conferencias guardaron silencio.
“Descubrí que la Nueva Alianza exige que todas las fábricas limiten la jornada laboral de sus trabajadores a un máximo de 12 horas, pagando un salario mínimo por hora de 1 moneda de plata. Si trabajan una jornada completa de 12 horas, deben pagarles 12 monedas de plata… ¡lo que equivale a 6 fichas! ¡Eso es casi el triple de lo que pagamos a nuestros trabajadores!” – continuó tras una breve pausa.
“Esa afirmación es errónea. La gente común no puede comerciar con fichas; solo pueden intercambiar fichas por monedas de plata.” – se quejó el dueño de una fábrica, insatisfecho.
Parecía tacaño, pero siendo razonables, ya les había dado de comer. No solo no los había encadenado, sino que además les pagaba un salario. ¿No era eso lo suficientemente generoso? Si la electricidad y el mantenimiento no fuesen tan caros, ¡hace mucho tiempo que habría sustituido a los trabajadores de la cadena de montaje por unos androides que sí que podían trabajar y rendir bien!
Otro dueño de fábrica asintió.
“También he oído que tienen algo llamado cambio forzoso de divisas. Las ganancias de las exportaciones se liquidan en la moneda local, esas monedas de plata. Solo cuando es necesario se pueden convertir a moneda extranjera en el banco.”
“¡Eso es simplemente una estafa!”
“No me extraña… Un amigo, que fue allí a montar una fábrica, se quejó conmigo, diciendo que era una estafa y que no ganaba dinero. Me aconsejó que no fuera.”
Todos hablaban al mismo tiempo. Sin embargo, en ese momento, Vega los interrumpió.
“Aunque digan eso… esas monedas siguen siendo reales, ¿verdad?”
La habitación quedó en silencio. Mirando a la multitud silenciosa, continuó.
“Si esas monedas de plata no valieran nada, incluso si ofrecieran más, esos trabajadores no las querrían y las fábricas ya habrían cerrado.”
Al escuchar eso, los dueños de las fábricas que estaban sentados permanecieron en silencio, mirándolo algo desconcertados. No entendía por qué estaba hablando a favor de la Nueva Alianza. ¿No era este el momento para que todos maldijeran juntos a esos astutos topos azules?
Todas esas tonterías, solo servían para demostrar que no explotaban a sus trabajadores y que las monedas de plata no eran algo sin valor… ¿Acaso insinuaba que sus habilidades de gestión no eran lo suficientemente buenas? ¿Los estaba menospreciando?
Viendo que había llegado al punto que quería, Vega continuó.
“Más tarde descubrí dónde está el problema. Según la investigación de mis vendedores, establecer fábricas en la Nueva Alianza permite deducir los gastos salariales de los impuestos. He hecho los cálculos y descubrí que, mientras mantengan la eficiencia por unidad de tiempo, si bien los costes laborales son más altos, los gastos reales serán menores.”
En realidad, se trataba de un subsidio encubierto para los trabajadores, que utilizaba una parte de los ingresos obtenidos por la fábrica como devolución de impuestos. A medida que aumentaba el poder adquisitivo de la gente, la industria ligera de la Nueva Alianza absorbía agua como si fuera una esponja. Y las fábricas dirigidas por esos topos de azul eran aún más escandalosas. Parecían usar un sistema completamente diferente.
Debido a las barreras del idioma y las diferencias culturales, seguía sin entenderlo. Pero ese no era el punto. ¡La clave era que esa gente estaba jugando sucio!
Tras una breve pausa, una expresión de ira se dibujó en el rostro de Vega mientras alzaba la voz.
“No solo eso, sino que también están manipulando el tipo de cambio, fijando a la fuerza la relación moneda de plata-ficha a 2:1. Eso no es competencia. ¡Los bienes de consumo que producimos simplemente no pueden entrar en su mercado! Como pueden ver, nuestras fábricas no pueden competir con las suyas, no porque no seamos lo suficientemente diligentes ni porque nuestros métodos de producción estén anticuados. Todo lo contrario, ¡somos demasiado honestos y nuestros oponentes demasiado astutos! Están usando medios perversos para arrebatarnos nuestra influencia y ver como quiebran nuestras fábricas. Saquean la riqueza que hemos acumulado durante dos siglos. Desde el principio, no competíamos en igualdad de condiciones. ¡Caímos en su trampa!”
Al oír eso, muchos mostraron expresiones de sorpresa. Era como si despertasen de un sueño. De hecho, no era de extrañar que no lo hubieran pensado antes. La clave era que nunca se habían encontrado con algo así.
¿Ciudad Ideal? Sus mercancías eran realmente asombrosas, pero rara vez llegaban hasta el sur de la Provincia del Valle del Río. Uno o dos objetos raros no podían representar una amenaza, y el otro bando no valoraba realmente sus posesiones.
Antes del surgimiento de la Nueva Alianza, eran los únicos en toda la parte sur de la provincia que buscaban la industrialización. En cuanto a asentamientos como la Calle Bett o la Granja Brown… Ni siquiera eran rivales, apenas unos puerros. En cuanto a los propietarios de las granjas del sur, eran meros objetivos para sus fábricas.
Sin embargo, ahora, una amenaza desconocida parecía haberse infiltrado silenciosamente en ese tranquilo lago. Sentían vagamente que algo andaba mal. El agua tibia en la que se habían sentido tan cómodos se enfrió de repente, haciendo que se sintieran impotentes. Una fábrica sin ventajas aparentes había logrado producir un montón de alternativas baratas y prácticas utilizando equipos de segunda mano y los trabajadores que había despedido, arrebatándoles el mercado que les pertenecía.
No fue hasta que escucharon las palabras de Vega que de repente se dieron cuenta.
‘¡Maldita sea!
¡El otro lado había estado desplumándolos con esas astutas artimañas! Y ahora, el Ayuntamiento tenía la audacia de firmar un acuerdo de cooperación amistosa, afirmando que expandiría el comercio y fortalecería los intercambios civiles. Estaban a punto de venderlos, y ni siquiera se sentían culpables por ello. Pero eso era cosa del pasado. Ahora que se habían dado cuenta del problema… ¡No iban a tolerarlo!
Las personas que estaban frente a la mesa de conferencias ya no podían permanecer quietas. Jonah, que había guardado silencio desde el principio, se levantó furioso y golpeó la mesa con el puño.
“¡Tenemos que aclarar este asunto con Dulong! ¡O reducen los impuestos a la zona industrial o imponen aranceles a los productos de la Nueva Alianza!”
“¡No solo impuestos! ¡También el tipo de cambio!” – continuó Vega, dando otro golpe sobre la mesa. – “Además de impuestos y el tipo de cambio, necesitamos ampliar la lista de productos prohibidos, especificando qué pueden comprar y qué no. ¡Y cuanto deben pagar!”
“Si nuestro Ayuntamiento no protege nuestros intereses, ¿de qué nos sirve?”
“¡Debemos unirnos! ¡Presionad a esos cerdos insensatos! Si nuestro alcalde no responde a nuestras demandas…” – añadió, alargando la pausa. Observó a sus aliados, antes de continuar con un tono rotundo. – “¡Les daremos vacaciones a nuestros empleados!”
Las palabras resonaron en la sala y las voces de apoyo se alzaron como una marea impetuosa.
“¡Estoy de acuerdo!”
“¡Lo apoyo!”
“¡Cuenten conmigo!”
Mientras observaba a la apasionada multitud, Vega sonrió con confianza. Simplemente no se lo podía creer. ¡Jamás pensó que podría sabotear ese acuerdo!
* * *
En el Distrito de Qingquan, al borde del norte del cuarto anillo.
En una ciudad en ruinas, un grupo avanzaba lentamente por el agrietado pavimento de hormigón. Soldados con exoesqueletos se dispersaban a su alrededor, atentos a cualquier sombra que les rodease. Era verano, y la exuberante vegetación y el agua estancada entre las ruinas hacían que la situación en el área de la ciudad fuera excepcionalmente compleja.
El sistema de cambio de temporada en Wasteland Online era tan real como siempre, aunque solía ser una práctica habitual en todos los juegos triple A.
“Tengo un mal presentimiento.” – dijo Habrá Tiempo.
“¿Has cambiado de personaje a uno de percepción?” – bromeó Caballo Blanco tranquilamente a su lado. Llevaba un rifle automático completamente cargado.
“¿Qué tiene eso que ver con ser de tipo percepción? ¿No es razonable esperar que suceda algo durante una misión tan importante?”
Habrá Tiempo puso los ojos en blanco.
“Tienes razón.” – asintió Caballo Blanco. – “Pero pensándolo bien, sin N1, parece que falta algo.”
No solo no estaba N1. Con la ausencia de Vendaval y Dejar de Fumar, parecía que todo era menos divertido. Pensándolo bien, una expresión extraña apareció en el rostro de Caballo Blanco. Si esto no fuera un juego, esos tres tal vez nunca regresarían… En ese momento, el canal de comunicaciones cobró vida. Era el equipo de reconocimiento que había enviado a explorar.
“Se avistaron individuos armados no identificados a unos 500 metros más adelante… Unos 20, con rifles automáticos y armas ligeras. También hemos visto una ametralladora pesada.”
En ese momento, los pasos de Caballo Blanco se detuvieron abruptamente y su mirada gradualmente se volvió más feroz. Al notar el cambio en su expresión, Habrá Tiempo lo miró con curiosidad.
“¿Qué pasa?”
Caballo Blanco agarró con cuidado su rifle mientras hacía un gesto con el puño cerrado.
“Hora de trabajar…”



Gracias por el capítulo, según parece algún empresario no solo va a ir a llorar al alcalde, si no que también a mandado a morir a 20 mercenarios.
ResponderEliminarNo entendí nada de las artimañas v:
ResponderEliminarLos comerciantes de la ciudad si que tienen síndrome de salvadores xD pero ya valieron xD
ResponderEliminarGracias por el capítulo
🍿😎👌🏾