Arco 6 Capítulo 44
La noche de la espada azul
Traducido por Tars
Corregido por DaniR
Editado por Tars
Corregido por DaniR
Editado por Tars
Medianoche. El día después de que Varin y Valetta se despidieran de Kazura en Isteria.
En la sala central de la casa del jefe de la aldea, Valetta estaba sentada en posición fetal con la espalda apoyada en la pared. Había estado en esa posición durante las últimas cuatro horas. La leña que ardía en el hogar ya había desaparecido y la luz de la luna era incapaz de atravesar la puerta cerrada, por lo que toda la habitación estaba envuelta en la oscuridad.
Cuando regresaron a casa, Valetta descargó el equipaje del carruaje y preparó la cena de Varin sin dejar de mostrar una expresión sombría. Luego, sin comer nada, se sentó contra la pared y dejó de moverse. Viendo el comportamiento de su hija, Varin estaba preocupado y trató de decirle algo, pero sus respuestas no habían variado desde el día anterior. Al final, se rindió y se fue a su habitación para dormir, dejando a Valetta a solas en la sala. Ella se quedó quieta sin moverse, hasta que, de repente, levantó la mirada y miró hacia la puerta. Notó un crujido que venía desde la entrada.
“¿Quién…?” – preguntó Valetta.
Al mismo tiempo que comenzaba a arrastrarse hacia la entrada, la puerta se abrió lentamente y la luz de la luna iluminó el interior de la habitación. Normalmente ponía el cerrojo de madera a la puerta, pero hoy se había olvidado.
‘¿Kazura…?’
La idea de que, tal vez, Kazura había regresado cruzó por su mente, por lo que Valetta se levantó y se dirigió hacia la entrada sin dejar de tener una expresión vacía. Pero, en un instante, la expresión de Valetta se congeló de miedo. Había un hombre de pie en la entrada con una espada larga desenvainada.
“¡Mier…! ¡Hay alguien despierto! ¡Mátalo antes de que de la alarma!” – dijo un bandido.
Tan pronto como el hombre de la entrada gritó, aparecieron otros cuatro hombres sosteniendo espadas largas y cortas y se precipitaron a través de la entrada. Al verlo, Valetta no pudo evitar gritar y retroceder.
“¡Hiiiiiiiiiiiiiiiiii!”
“¿Hmm? Una chica y encima una bonita.” – dijo el bandido.
Tan pronto como el hombre corpulento se acercó a Valetta se dio cuenta de su género y, rápidamente, envainó la espada larga que estaba en su mano a la vaina de su cintura y agarró a Valetta. A continuación, la chica fue empujada contra el suelo con fuerza.
“¡Ah! ¡¡PAPÁ!!” – gritó Valetta en voz alta, mientras el hombre la sujetaba contra el suelo.
Sin embargo, el hombre no parecía perturbado por lo que había hecho Valetta; sus ojos continuaron examinando su cuerpo de arriba abajo, mientras se relamía los labios.
“Lo voy a disfrutar. Chicos, os dejo la limpieza a vosotros.” – ordenó el bandido con sus ojos fijos en Valetta.
Aunque el resto de bandidos chaquearon la lengua disgustados, irrumpieron en la habitación interior sin quejarse.
“Como no tenemos tiempo, terminaremos esto con rapidez. No te preocupes.” – dijo el bandido.
“N…. ¡Nooooo!
Mientras decía estas palabras, el hombre acercó su rostro al cuello de Valetta, que temblaba de miedo mientras las lágrimas se escurrían por su rostro. Sin embargo, justo antes de que la lengua del hombre pudiera deslizarse sobre su cuello, se detuvo al escuchar ruidos de lucha desde la parte trasera de la casa.
“¿Qué demonios…?” – dijo el bandido levantando la cabeza de forma inconsciente al escuchar los gritos y ruidos inusuales que provenían de la habitación interior.
Y, en ese momento, los dos hombres que habían entrado en la habitación salieron corriendo con un ataque de pánico.
“¿Qué es ese tipo? ¿Qué está pasando?” – dijo otro bandido.
“¡Cálmate! ¡Lo atacaremos al mismo tiempo!” – añadió otro bandido.
“A… ¡Ah! ¿Qué pasa?” – dijo el bandido que había inmovilizado a Valetta tras escuchar la conversación entre los dos hombres que habían salido de la habitación.
“El… ¡El tipo de la habitación…!”
Justo cuando el bandido estaba abriendo la boca para responder, su cuerpo fue golpeado con tanta fuerza que atravesó volando la sala y terminó aterrizando cerca de la entrada.
“¡Ey! ¿Qué pasa con todo ese ruido…?” – dijo otro bandido que estaba esperando afuera mientras entraba para echar un vistazo.
Debido a la conmoción, los hombres que esperaban afuera entraron en la sala. Pero al entrar soltaron un grito de sorpresa cuando vieron el cadáver de su compañero en medio de la entada mientras la sangre fluía de su cuerpo.
“¡Valetta!
Aprovechando el momento en que la atención de los hombres de la entrada estaba enfocada en el cadáver, Varin salió corriendo de la habitación interior. Todo su cuerpo estaba bañado en sangre, y sostenía una espada larga que había arrebatado a uno de los bandidos. Cuando vio a Valetta tumbada con un hombre encima, su rostro se oscureció de ira y rabia.
“¡¡BASTARDOS!!”
“Uh, ¡no te muevas! Si haces un movimiento, ¡le aplastaré la garganta hasta matarla!” – gritó el hombre que había inmovilizado a Valetta.
Había movido su mano derecha sobre el estrecho cuello de la chica con rapidez. Pero cuando Valetta notó que el hombre soltaba su mano izquierda, apretó los dientes y agarró la muñeca derecha del hombre con toda su fuerza.
“¿Ugh? ¿Qué demonios…?”
Estando distraído por el repentino y agudo dolor que viajaba desde su muñeca derecha, los ojos del hombre se abrieron de miedo. Su muñeca había sido doblada en la dirección contraria a la mano izquierda de Valetta. Estaba completamente rota…
“¡UAAAAAAAAAAAAAH!”
Valetta soltó la muñeca aplastada y lanzó un puñetazo a la cara del hombre. Al instante, se escuchó el sonido de huesos rompiéndose. El hombre se desmayó con la sangre goteando de la nariz y la boca.
“Mon… ¡Monstruo! ¡AAAAAAH!” – gritó un bandido al ver caer a su amigo.
A continuación, cargó hacia Varin con su espada mientras continuaba gritando. Varin esquivó el ataque con una velocidad que los ojos de un hombre no serían capaces de seguir. Luego, manteniendo esa velocidad imposible, Varin golpeó con su espada en el hombro de su oponente usando toda su fuerza. La espada lo desgarró desde el hombro hasta la mitad del estómago. Con el torso cortado en dos, el hombre se desplomó hacia delante con los ojos abiertos.
Varin puso los pies en el cadáver derrumbado ante él y extrajo su espada mientras lo pateaba con todas sus fuerzas. Sin embargo, la espada se había roto al cortar al hombre. Solo quedaba aproximadamente el 30% de la hoja original unida a la empuñadura.
“U…. ¡Uaaaaaa!” – gritaron los bandidos al unísono.
Los bandidos que miraban atónitos la escena desde la entrada entraron en pánico cuando Varin los miró y comenzaron a escapar.
“Valetta, ¿estás bien?” – preguntó Varin corriendo hacia Valetta mientras ignoraba a los hombres que escapaban.
Estaba sentada, aturdida, mirando hacia la entrada. Cuando llegó a su lado, se arrodilló y le puso la mano sobre los hombros. En el momento en puso la mano sobre el hombro, Valetta tembló por un instante, pero a continuación asintió con la cabeza como respuesta a la pregunta de su padre, que seguía mirándola preocupado. Varin se sintió aliviado tras confirmar que Valetta no estaba herida y luego se acercó al hombre que se había desmayado después de recibir el puñetazo de Valetta. Tiró la hoja rota y desenvainó la espada que llevaba el hombre a la cintura. A continuación, sin mostrar ninguna piedad, se la clavó en el cuello.
“Valetta, golpea esa olla y despierta a todos en el pueblo. Los perseguiré.” – dijo Varin.
“¿Eh? Padre, ¡espera!” – gritó Valetta.
Tan pronto como terminó de hablar, Varin salió corriendo antes de que Valetta pudiera detenerlo. Pero justo cuando salía de la residencia, pateó al hombre que se retorcía en la puerta, haciendo que volase hacia el muro, para asegurarse de que permaneciera inconsciente.
* * *
“¿Quién es ese? ¡Los ha matado a todos!” – dijo uno de los bandidos.
“Es un monstruo… Hemos entrado en la guarida de un monstruo…” – añadió otro.
Cuando escaparon de la residencia, los hombres huyeron lo más rápido posible hacia su carro, que estaba situado en medio de un bosque a las afueras de la aldea. Después de ver una escena irreal, habían entrado en pánico. Iban maldiciendo y gritando mientras corrían, pero un rato después, de repente, oyeron el sonido de un metal golpeando el fondo de una olla. Se trataba de Valetta, golpeando una olla para despertar a todos los aldeanos.
“¡Mierda! ¡Salgamos de aquí antes de que los aldeanos nos persigan! ¡Estaremos muertos si nos atrapan!”
Los bandidos corrieron desesperados, frustrados por el sonido metálico que sonaba a sus espaldas y, finalmente, lograron llegar hasta el carro donde esperaban sus amigos.
“Chicos, ¿habéis fallado? ¿Qué pasa con los demás?” – dijo el jefe con voz enojada desde el carro. Pero sus hombres lo ignoraron y saltaron dentro mientras gritaban.
“¡Vamos! ¡Corre! ¡Necesitamos escapar!”
Al ver su extraño comportamiento, sus compañeros, también saltaron en el carro o comenzaron a montar en sus ratas.
“¡Eh! ¡¡Dime que ha pasado con el resto!!” – gritó el jefe.
“¡Muertos! No son humanos, ¡son monstruos!”
Al ver cómo su subordinado respondía con una actitud asustada, el jefe se quedó sin palabras. Había enviado a diez de sus subordinados a la casa del jefe de la aldea, pero la mitad habían sido asesinados y el resto había regresado huyendo. El habitante de esa casa debía ser una persona con mucha experiencia.
Justo cuando el jefe pensaba esto, el carro se detuvo de repente y, al mismo tiempo, pudo escuchar cómo sus subordinados gritaban muertos de miedo.
“¡Eh! ¡Qué pasa!”
El jefe saltó rápidamente del carruaje y pudo ver que en medio del oscuro bosque, a diez metros del carro, había un solo hombre con una espada en la mano. Los cinco subordinados que se bajaron del carro junto al jefe soltaron un pequeño chillido cuando vieron al hombre.
“Tira tus armas y ríndete… O muere…” – dijo Varin.
Cuando el hombre con la espada soltó esa advertencia, por un momento, el jefe sintió que la temperatura del ambiente había descendido de golpe. Estaba emitiendo una tremenda sed de sangre, que hacía que el instinto de conservación de cualquier criatura se pusiera en alerta roja. Ese hombre era peligroso.
“¡Que te den! ¡Rodeadlo!” – gritó el jefe.
Los secuaces, que inconscientemente estaban vacilando por la sed de sangre de Varin, tras escuchar la orden de su jefe recuperaron su coraje. Los hombres que estaban montados en una rata también desmontaron y se dispersaron para rodeadlo. Iban armados con una espada y una daga. Varin se quedó quieto sin darle importancia, como si estuviera esperando que los hombres hubieran completado el cerco.
“¿Eres tonto? ¿Crees que un hombre puede ganar si está rodeado por mucha gente?” – dijo el jefe de los bandidos, ridiculizando a Varin mientras ponía una expresión petulante.
En tan solo unos segundos, el cerco estuvo completo.
“¿Un cerco? ¿Quién crees que está rodeado?” – respondió Varin con una cara inexpresiva.
“¿Ah…? ¿A quién coño te refieres? No hay nadie más que tú. ¿El miedo te ha licuado el cerebro?” – dijo el jefe con disgusto. Estaba asombrado, pero recuperó rápidamente la compostura y puso una sonrisa espantosa. – “No te dejaré morir con facilidad. Chicos, atrapad a ese hi…”
“Espera un momento.” – dijo Varin ignorando las palabras del jefe mientras miraba a su alrededor. – “Es suficiente con dejar a uno vivo…”
Cuando Varin dijo esto, el hombre que se encontraba al lado del jefe, perdió la cabeza.
“Q… ¿Qué?” – gritó el jefe de los bandidos al ver volar la cabeza de su subordinado. Su cuerpo arrojó un montón de sangre fresca y cayó al suelo.
De repente, varios aldeanos emergieron de la oscuridad y atacaron a sus secuaces con espadas y lanzas. Se abalanzaron tan rápido que no pudieron hacer nada para evitarlo. Les estaban atacando por la espalda, así que era imposible que los esbirros reaccionasen a tiempo, haciendo que el olor a sangre llenara el ambiente.
“Ah… ¡Ah!”
Uno de los bandidos tuvo la suerte de quedar fuera de esa matanza unilateral, pero sus piernas perdieron la fuerza necesaria para mantenerse de pie tras ver el infierno que se estaba desarrollando ante sus ojos. Al final, cayó de espaldas mientras se orinaba encima.
Varin caminó hacia el jefe de los bandidos, que se encontraba paralizado y aturdido.
“Suelta tu arma.” – murmuró Varin.
* * *
“¿Quién está ahí? ¡Sal!” – gritó el soldado de guardia al ver una silueta acercándose a la tienda en medio de la oscuridad.
Al escuchar el grito, los soldados que se encontraban en el interior de la tienda salieron rápidamente con las armas en la mano.
“Soy Varin, el jefe de la aldea de Grisea.”
“¿Señor Varin…?”
Al escuchar esas palabras, los soldados intercambiaron miradas entre ellos. Aun así, el soldado que estaba de guardia encendió una antorcha en la fogata que estaba cerca de la tienda y se acercó a la figura que estaba en medio de la oscuridad.
“Señor Varin, ¿qué ha pasado…? ¿Por qué hay tanta sangre?” – preguntó el soldado sorprendido cuando vio el rostro de Varin ensangrentado bajo la luz de la antorcha.
“No te preocupes, no es mía. Hace un rato, unos bandidos atacaron la aldea, me manché al rechazarlos.” – explicó Varin.
“¿Bandidos? ¿Están bien los aldeanos?”
“Sí, no hay nadie herido. Además, hemos podido capturar a tres de los bandidos. Bueno, uno de ellos ya podría estar muerto… Lamento molestar pero, ¿podrías regresar a la aldea por la mañana y llevártelos?”
Al escuchar la explicación de Varin, el soldado mostró una expresión de sorpresa, pero se recompuso rápidamente y se volvió hacia sus compañeros.
“No, iremos ahora mismo. Todos, daos prisa.”